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sábado, 30 de diciembre de 2017

Lady Sophie o Noche de Reyes

Bueno, afortunadamente para mí, mi necesidad de descanso ha sido menor de lo que creía y antes de lo que pensaba me reincorporo a este mi primer blog..
Ya hemos hablado alguna vez de que desde "Canción de Navidad" de D. Charles no hay cuento de Navidad que valga (y no será por que no lo han intentado muchos si no todos de los grandes autores). Como cada año acepté el desafío. Lo cierto es que lo acabé en abril o por entonces, desde luego antes de Semana Santa, sé que el Jueves Santo ya estaba acabado. Hoy no podría escribirlo, estoy demasiado ocupado haciendo mía la realidad. Está sin corregir por eso no me extraáría que os resultara demasiado largo. En cualquier caso aquí os dejo con la primera entrega.



LADY SOPHIE O NOCHE DE REYES

 Lady Sophie, acomodada en su butaca predilecta, se impacienta viendo como se retiran y van apagando las luces. A veces, casi siempre, los humanos son altamente irritantes. Poco a poco se va imponiendo un silencio denso y un poco mágico, y si alguien sabe de magia son los gatos domésticos ¡Cuánto más una gata con cierta experiencia como ella! Es noche cerrada y el cielo está blanquecino. Tan curiosa como enfadada por abandonar su cómoda postura se encaja ls gafas pensando “y eso que ya me lo decía mi abuela: la curiosidad mató al gato, Sophie”. De un pequeño salto se sube al respaldo de una butaca y abre con una pata muy ligeramente el visillo. Lo que se temía, va a terminar nevando. No le gusta la nieve, está fría, moja y siempre acaba una con un bolazo de alguno de los humanos pequeños entre las risas del resto de los humanos que, por supuesto, no la tratan de acuerdo a su rango, que es Lady Sophie de Pelogris de los Pelogris de toda la vida y los supuestos deslices de su abuela con un apuesto galán de callejón son simples y viles calumnias. Ya han conseguido irritarla, con lo apacible que prometía ser la noche. Irá a beber un poco de agua pues ya se habrá enfriado su hueco en la butaca, así que tendrá que buscarse otro rincón calentito para enroscarse elegantemente y atusar un rato su ancha y mullida cola. No le gustan estos días en los que ponen la casa patas arriba; ella es amante del orden, la seriedad y el protocolo. No termina de entender que durante las noches más largas del año a los humanos que viven en su casa (“nada, un modesto cottage, sin lujos” suele decir a las otras gatas que también exhiben títulos) todos se vuelven más locos de lo habitual por difícil que parezca y empiezan a hacer las cosas más raras que una pueda imaginarse y que sólo Golfo puede disfrutar, claro que, al fin y al cabo, no es más que un chucho más pequeño que alguna rata,  que hasta consiente llevar un espantoso lazo en la coronilla Se vuelve tan loco como los humanos y, sobrexcitado, lanza sin venir a qué ráfagas de ladridos histéricos que le hacen estar de sobresalto en sobresalto. Menos mal que una tiene clase y savoir faire para disimular los sustos. Hasta que un día deje salir su lado más arrabalero (a lo mejor no son calumnias lo de su abuela con el gato de callejón pues, a veces le suben unos prontos barriobajeros que…) y se lo zampa, al fin y al cabo ha devorado ratas más grandes que ese artefacto de emitir ladridos. Sería una lástima, es buena gente aunque nervioso en exceso. ¿Dónde garras han puesto su agua? Ah, claro, cuando llegan estos días tan cortos ponen la casa manga por hombro y su cuenco acaba en la cocina, que se le hielan a una los bigotes, por que en su sitio han colocado algo parecido a un árbol del jardín pero que huele raro y no se le caen las hojas. Como Lady Sophie ha pasado refugiada largos y plácidos días en los sillones orejeros, calentitos y acogedores, pues es el lugar menos frecuentado de la casa por los humanos ha mantenido y mantiene largas conversaciones con Mr Thomas, auténtico ratón de biblioteca de tres generaciones, le ha comentado que los libros tienen su propia magia aunque no la misma. El caso es que Mr. Thomas, ya se ha devorado dos ediciones de la Enciclopedia Británica, le ha dicho que cada libro se va deshaciendo en un polvo casi mágico –a Mr. Thomas no le gusta hablar de magia, al fin y al cabo él es ante todo un enciclopedista ilustrado-, pero no es más que un ratón de biblioteca y no se puede esperar que éstos sepan algo de magia. En realidad, los libros olvidados dejan escapar algo parecido al polen, por decirlo en lenguaje humano, y al respirarlo los seres de delicada sensibilidad como cuervos, lechuzas, algún que otro elemental y, sobre todo, los gatos, en especial las gatas, respiran también algo de sus conocimientos, deslavazados y sin coherencia alguna, pero conocimientos pese a todo; por eso Lady Sophie sabe que a esa cosa parecida a un árbol sin serlo la llaman Árbol de Navidad, aunque no sabe por qué. En cualquier caso ella es demasiado inteligente como para tragarse cualquier cosa que el pensamiento lógico le metiera en la cabeza,

            Como se temía, su cuenco de agua está en la cocina. La gatera no cierra del todo bien y deja entrar el frío. “la curiosidad mató al gato, Sophie”, se dice a sí misma sacando el hocico para ver el exterior. Sí, no cabe duda de que va a nevar, se coloca de nuevo las gafas para comprobar que todavía no caen los copos. Uy, una corteza de queso que se habrá caído al sacar la basura. Saca una mano, un par de uñas de la garra y lo engancha. Mira por donde la salida no va a ser inútil del todo. Trota hasta el rincón con la grieta oculta. “Sra. Rat, soy yo”. Una ratona blanca de orejas rosa asoma. “Buenas noches My Lady ¿Cómo usted por aquí en noche como ésta?” “Pues a traerles unas golosinas para sus pequeñines”, “Pues muchísimas gracias My Lady, no sabe usted lo que comen ciento cincuenta bocas en edad de crecer. Lady Sophie ¿Por qué no nos come usted siguiendo la multisecular tradición felina”; “Prefiero las ratas, Sra. Rat”. A Lady Sophie no le parece digno de su alcurnia pelear con quien no tiene la menor posibilidad. Nobleza obliga. Las ratas, en cambio, son unas delincuentes casi tan arteros como ella, algo deportivo pelear con alguien de tu peso aunque tampoco tenga ninguna posibilidad; sin contar con que tienen mucha más carne que comer y, de paso, satisfacer el ancestral instinto de exterminarlas. La Sra. Rat es una pequeña damita, humilde y atareada, encantadora, pero sobre todo, la única rival a su altura ante el tablero de ajedrez. Sigue su camino con su hocico dibujando la sonrisa de su famoso antepasado, el gato de Chesire.

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Feliz Navidad

Ya sé que es un poco pronto para empezar con tenas navideños y no lo voy a hacer.
Quiero desearos una feliz Navidad por que no estoy seguro de poder volver al blog hasta después de Reyes.
Ahora mismo mi cabeza es el camarote de los Marx. Ideas, proyectos, cálculos, burocracia. Demasiadas cosas, tantas que, al final, ni empiezo ni acabo de solucionar ninguna. Sí, es una de esas épocas.
Lo ficho feliz Navidad a todos

sábado, 9 de diciembre de 2017

Diciembre

Han llegado. Las navidades se han presentado de golpe y nosotros con estos pelos.
Hace poco, aun no hace el mes la vida me ha dado un hachazo de los que literalmente te parten por el eje. De esos de los que no te recuperas, pero no por eso han dejado de llegar.
Llegan, permitidme la cursilada, por que el Niño sigue naciendo, por que en cada nacimiento nace el Niño Dios y nace de nuevo la vida como una segunda creación.
He de decir que estoy un tanto superado por las circunstancias que os imaginaréis y por otras más personales. Todo hay que hacerlo y todo corre prisa, todo es prioritario. No doy para tanto.
Menos mal que el Sr. Trump se ha ocupado de poner en marcha el mecanismo del Apocalipsis y lo mismo no me da ni tiempo a terminar el papeleo.
No hace falta mucho para captar la ofensa de aceptar Jerusalem como capital del estado de Israel. Es una provocación a nivel más alto que se conciba y que pagaremos todos con  sangre. Todos menos el Sr. Trump, por supuesto. ¿Qué si me da miedo? Por supuesto, estamos en manos de un loco al servicio de los grandes lobbys que para eso le han hecho millonario que está eliminando de un plumazo (y no lleva un año) lo que ha costado siglos alcanzar. Sería de alguien más loco que él no temer las consecuencias del paso de ayer y de otros tantos que está dando.
Así que esta Navidad va a ser personalmente triste y universalmente apocalíptica. Pues que bien,