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jueves, 27 de enero de 2011

Un par de malos días.

 Hace bastantes días que no dejo nada por aquí pero es que estoy en una fase peculiar de mi vida. Por un lado he estado de cumpleaños. 52 añitos de nada, si eso ya deprime por un lado y por otro dices aquello de: "coño, estoy vivo aún y dispuesto a seguir estándolo" (como me dijo hace poco una amiga cuando charlando charlando le comenté la cantidad de enfermedades que me han llevado al borde del otro barrio: hijo, habiendo sobrevivido a todo eso tú te mueres con noventa años). No voy a hacer aquí una historia clínica de mi vida, para eso está House y su panda de pazguatos lameculos, pero sí contaré un detalle. En cierta ocasión, siendo niño, se declaró donde vivía una epidemia entre los críos, en una semana se llenó el hospital de niños y niñas, yo entre ellos. Ningún varón sobrevivió, excepto el abajo firmante, chicas alguna más por que ya se sabe que la mujer está hecha para sobrevivir (yo ahora diría aquello de que en casos como el Titanic la frase sería "los hombres primero que ellas ya se apañan", pero se me acusaría de ser machista, falócrata, políticamente incorrecto y un cabrón así que no lo digo, por que parece que lo políticamente correcto ha matado, entre otras cosas el sentido del humor y no se diferencia lo que es una ofensa de lo que es una simple manifestación de humor. Recomendación: "Cuentos infantiles políticamente correctos". Además sin la fuerza de superviviente al límite que tienen el noventa por ciento de las familias no sobrevivirían, son corredoras de fondo)(Por cierto, a quien haya molestado el anterior paréntesis haga como que no lo ha leído y acepte mis disculpas pues no quiero ofender, si acaso, halagar a más del cincuenta por ciento de la población mundial)
Por otro lado y a ráiz de mis soponcios y chachachás varios del pasado año he terminado en terapia psicológica. Asustaico le tengo al muchacho. A veces me mira con ojos como platos como diciendo "¿queeeeeeeeeeeeee?" Lo cierto es que me es necesaria pero también lo es que una terapia de ese tipo se basa en abrir puertas, abrir armarios -mal pensados sois-, oler frascos cerrados -siempre huelen mal- y cerrar cuentas pasadas. En otras palabras que si te las tomas en serio son una paliza emocional de aquí te espero. Así que heme aquí preparando una celebración de cumpleaños tardia, habiendo descubierto que he caído en una de las actitudes que menos he tolerado en los demás y como diría Pedrooooooo "como vaca sin cencerro".
Entonces, en los vapores no etílicos de la mañana he recordado la mejor frase que el cine ha producido jamás, no es la de "A Dios pongo por testigo", ni siquiera "Los alemanes vestían de gris, tú de azul"  sino una más reciente y que aparece en "Buscando a Nemo", Dori, la peza con memoria de pez -magnifica interpretación en el doblaje de Anabel Alonso, si se me permite recordarlo-. Una frase tan tonta pero tan poderosa como un mantra: "Sigue nadando". Entre otras cosas, por que no hay otra. Creo que es la frase que más me ha ayudado en mi vida desde que la escuché.
Por otro lado, para alegrarme un poco más, el otro día estuve viendo "Welcome", no suelo comentar las películas que veo en televisión pues doy por sentado que la mayoría las habéis visto pero esta es harina de otro costal. No sé si es una gran película ni, llegado el caso, me importa, sé que si lo que allí se cuenta responde mínimamente a lo que está pasando en Francia -país referencia para la libertad y para todo- yo que siempre he creido firmemente en la reencarnación creo que paso de ella, por que si en Francia se tienen esas actitudes y formas, el país que siempre ha sido el adelantado en ideas, el futuro que nos espera no es digno ni de ser vivido ni de ser siquiera concebido. Por otro lado eso es cine, el lado activo del cine, el espejo del mundo que en otro tiempo fue el teatro, eso y no Torrente o American Pie

domingo, 16 de enero de 2011

Un borracho corriente.

 No supo nunca por que a ella la llamaban la Buja. Los apodos de los pueblos pequeños, ya se sabe.
Tampoco supo en que momento se fijó en ella, desde que tenía memoria estaba ahí, como la mujer con la que un día se casaría, haría el amor frenéticamente –no necesariamente por este orden- y tendría una caterva de chiquillos con la misma cara pícara de ella.
Ni supo cuando empezó a ir a los bailes de las aldeas cercanas en el mismo grupo que ella, ni a bailar con ella todas las piezas, especialmente los boleros, aquellos boleros que permitían apretarse un poquito más.
Ni aunque le hubieran matado podría haber dicho cuando fue la primera vez que se quedaron rezagados del grupo al volver atravesando los campos caminando en plena noche y menos aún cuando se dieron el primer beso.
La fruta madura en los árboles y se recoge. Con ella era igual, acabaría siendo su mujer y las cosas iban viniendo poco a poco, a su ritmo, como las estaciones, como las galernas que se estrellaban cerca de su casa y dejaban las playas llenas de muertos de uniforme nazi o aliado, que los muertos, muertos son.
El había entrado a trabajar en el astillero, ella cosía para fuera corriendo los caminos con la máquina de coser sobre la cabeza. No tardarían mucho en poder pensar que casarse, hasta entonces no querían correr riesgos, que los tiempos eran malos y las penurias, muchas. Los muertos dejaron de llegar a las playas pero no de aparecer en los campos con un tiro en la nuca, apaleados o degollados. Ella, cuando tenía tiempo, iba cosiendo su ajuar, lo justo, un juego de cama, un camisón, una mantelería. El dejó de fumar para ahorrar y sólo se le podía encontrar trabajando, paseando con ella o estudiando para ascender. Apenas una caricia íntima robada y concedida entre las sombras a la vuelta de los bailes, nunca pasaron de ahí. No podían correr riesgos y los condones estaban prohibidos
Un día, a pie, todos los jóvenes de la aldea se fueron a ver a Evita. Apenas vieron una figura lejana en un balcón, pero no le importó pues Buja, amparada en la multitud, apoyó la cabeza en su pecho y besó el triángulo que dejaba la camisa abierta. De hecho, nada más le importó aquel día de verano en que llegaron a la aldea cantando y casi amaneciendo; quizás debió importarle. Nunca lo supo.
Ni siquiera pudo nunca calcular cuanto tiempo pasó entre aquella excursión a la ciudad y la aciaga mañana en que la Buja cogió su maleta de cartón y se fue sin decir nada a nadie. Sólo recuerda de entonces, además del desconcierto y el dolor, a la Trana que cayó muerta junto a su casa por la picadura de una víbora. Ni siquiera una nueva guerra en Corea, una más, aunque un poco más lejos, quedó en su memoria. Dejó el astillero y los estudios, se encerró a labrar las cuatro tierras que no daban para nada; dejó las tierras y se hizo albañil, luego pintor de brocha gorda. En la mili se hizo sanitario y quiso quedarse en la armada pero la vista no se lo permitió.
Licenciado, ya no volvió a su tierra y a sus campos para irse a una ciudad humeante y apestosa a vivir de pensión. Nunca lo confesó, pero quienes bien le conocían sabían que no conocía mujer y que tras tanto ir y venir de marino reclutado, que tradicionalmente tienen un amor en cada puerto y por entonces apenas tenían para un burdel cada seis o siete puertos, era en el sexo como un crío de doce años. Volvió a ser albañil, a ser pintor, pero cuando comenzaba a asentarse en un trabajo, huía a otro para empezar de cero.
La ciudad es célebre por sus bares, como medio país, si bien lo miramos, las noches de pensión, largas. Demasiado largas. Comenzó a salir con compañeros, conocidos, amigos no -sus silencios y exabruptos les ahuyentaban cuando la cercanía se aproximaba a la amistad-, a beber y a beber demasiado.
Junto a la catedral, junto a todas las catedrales antiguas, cuanto más antiguas, más, estaba el barrio de las prostitutas. Entonces los burdeles eran legales y las calles que los rodeaban estaban pobladas de tabernas, usuarios y esos otros que quisieran pero no se atrevían, el pecado y la enfermedad les echaban atrás, a otros era la pobreza lo que les impedía traspasar el umbral de aquellas casas. Era corriente ver grupos de hombres alegres después de unas copas entrar alborotando y salir haciendo eses con el vientre y la cartera un poco más vacíos, algunos camino de su casa, donde les esperaba una esposa castrada por los hábitos y las novenas, otros a seguir la ruta de las tabernas hasta amanecer tirados en un banco del parque para no encontrarse con la suya, otros, la mayoría, camino del habitáculo donde dormían, casa, fonda, barco, pensión, deambulando melancólicamente llenos de hastío. Ocurrió en la primera parte de la noche, posiblemente de un sábado, un par de copas, lejos aun de las borracheras habituales, la presión de un sexo sometido, la broma, el grupo, la consciencia de su virginidad humillante para un adulto; casi sin querer, casi deseándolo, se dejó llevar a uno de aquellos locales, tan literarios (La Colmena, Tiempo de silencio, Mazurca para dos muertos) y estéticos, pero que eran, y son, sórdidos agujeros frutos de una sociedad enferma de miseria humana y económica, pobreza y podredumbre. La de entonces era una sociedad que apenas alentaba, carente de hombres, de dinero, de comida, de sonrisas y rebosante de muertos, de miedos, de hambres, de silencios.
Nunca me lo contó exactamente. Imagino que sería un lugar lúgubre, con falsa alegría tal vez, con mujeres más o menos atractivas y ajadas, cansadas, con olor a pachulí barato, a vinazo, a sexo. Sé, eso sí lo sé de cierto, que miraba sin decidirse, miraba aquí y allá, seguía las bromas de los zascandiles de los amigotes que se iban perdiendo con alguna por el largo pasillo. Sé que entonces su vida se rompió: en ropa interior con sonrisa obscena, abriendo las piernas estaba ella, la Buja.
Nunca me dijo si habló con ella, ni si ella le reconoció, nada. Al llegar aquí él y quienes lo sabían callaban y bajaban la vista.
A partir de ahí su vida se resume en pocos renglones, de hecho no hubo vida. Salió de allí, se fue a otra ciudad igual de sucia, a otra pensión. Luego otra ciudad, otra pensión, otro oficio, otro año. Nunca otra mujer. Entre borracheras, revistas porno y visitas fugaces los hermanos dispersos pasaron los años. Pocos años. La tensión, el hígado, la vida desquiciada y triste pasaron factura muy pronto. Lo del hígado acabó siendo cirrosis alcohólica y la tensión un problema cardiaco serio, muy serio, qué le obligaron a dejar de trabajar, coger un bastón y vivir con una hermana –otra ciudad- el poco tiempo que duró. Como bienes personales al morir dejó una caja con revistas pornográficas junto a una baraja erótica. La herencia de un adolescente virgen.


Las imágenes son del inmenso Egon Schiele, pintor de la sordidez del amor y del sexo.

lunes, 10 de enero de 2011

A pesar de todo he conseguido leer algo.

 
Otra cosa es que haya valido la pena.
Ambos libros eran de los que tenía pendientes desde hace años y por unas u otras cosas no había podido afrontar.
Primero las damas. Nieves Concostrina ya me tenía conquistado con sus intervenciones radiofónicas sobre decesos y cadáveres viajeros etc. Me he reído con ella muchísimo (ya os he dicho que tengo un ramalazo de humor negrísimo), inesperadamente una amiga me lo ha prestado y ahí ha venido lo malo. He leído lo mismo que he escuchado, vamos a ver, no las mismas historias, algunas sí, algunas no, pero no me ha aportado nada nuevo. Esta fantástica periodista, al afrontar la elaboracíón de este libro ha hecho -y lo digo con pena- un simple corta y pega de lo que ya tenía hecho en los textos radiados. Lamentable. En algún momento alguien tendrá que decir y dejar bien claro que un libro no es el mismo medio que una radio, una televisión o eso que ahora llaman periódicos y que a fuer de ser sinceros no pasan de ser libelos panfletarios, vulgares, adocenados y pensados para quienes ni piensan ni quieren hacerlo. En fin que me leí "Polvo eres" en un pis pas pero me podía haber ahorrado el esfuerzo. Quizás si hubiera sido un CD lo habría disfrutado más. Eso con respecto al medio, con respecto al contenido he de decir que no da la impresión de ser extremadamente riguroso, es más, no lo parece en absoluto, datos a medias son muy frecuentes, y la carencia de otros es más que evidente. Como el valor a los militares que no han entrado en conflicto el rigor "se le supone" pero siempre es peligroso caminar sobre la historia sin buenos clavos pues puedes patinar con una facilidad pasmosa. Un libro no es un corte en la radio y si se trata así se debería agarrar a la historia con puntales firmes como notas y acotaciones que centren y fijen de lo que se está hablando por que constantemente surge la pregunta de ¿y esto segun quien? En fin que para pasar una tarde de domingo vale, pero esa falta de agarraderos históricos hace que valga para poco más por muy ameno y entretenido que resulte. Eso sí, divertidísimo si no se cuestiona uno nada.
El otro es otro cantar. Pepe Gonzalez escribió otro libro que era algo así como "Mentiras fundamentales de la iglesia católica" o algo parecido. Cuestionable, polémico etc. pero rigurosisimo, equivocado o no, pero al leerlo te quedabas con la sensación de que todo se sujetaba perfectamente. No voy a entrar en polémicas sobre su validez o no por que eso va en creencias muy personales y todavía no estoy yo para meterme en esos berenjenales. Esperaba por tanto de "Mitos y tradiciones de la Navidad" algo parecido y no. Para empezar es desigual en grado sumo al tratar unos temas mucho más a fondo que otros (magnífico, o por lo menos muy esclarecedor el dedicado a Papá Noel), otros apenas son refritos también de corta y pega pero que resultan válidos para centrar el tema y ver el estado de la cuestión (especialmente los primeros capítulos). Sin embargo, en bastantes temas se ve una cierta precipitación, en todos una gran dosis de datos interesantas que... no consiguen interesar por la forma árida en que se plantean y en general una desarticulación del planteamiento del libro que empieza muy bien pero...
A esto hay que añadir que al tratar ciertos temas da por universales aspectos que son locales y da a las tradiciones catalanas mucho más espacio que a las del resto del mundo, cosa que me parecería muy bien si lo hubiera hecho en capítulo aparte pero que tal y como lo hace no contribuye a la lectura fluída del texto. Antes que se me eche nadie encima por lo que acabo de decir he de puntualizar que la solución sería tan simple como un capítulo centrado en las tradiciones catalano-francesas, por cierto, mucho mejor conservadas que en el resto de los países. En fin que sobre ser carísima la edición y poco cómoda de leer por el brillo del papel no disfrutas leyendolo en absoluto. Eso sí, se aprende mucho.

lunes, 3 de enero de 2011

Cena de Nochebuena III

A Cencio le repugna hasta la nausea ver los manoseos de Jennifer y su novio, Washington do Nascimento, cree que ha dicho que se llama y es demasiado moreno para su gusto y no es que sea racista, por favor, es simplemente que los mulatos son seres hibridos, casi aberraciones de la naturaleza, que en eso tiene razón su suegra, pero cualquiera dice nada, con lo crecidos que están, dices algo y lo mismo te apuñalan estos delincuentes importados. Hasta le van a dejar entrar en la universidad, eso de la selectividad no está bien planteado, no deberían bastar unas notas, que Dios sabe si no ha ganado a punta de navaja, si es tan listo que se vaya a la universidad de su tierra. La culpa es de los rojazos como su cuñado, ese imbécil que no se explica como conquistó a su hermana, debía estar en las nubes, pensando en el Harrison Ford u otro de su calaña. De buena gana le partía el pescuezo, hala, más vino p’al proletario, claro, como no lo paga él que en su vida ha probado caldo tan exquisito. Borrachuzo indecente. No sabe para qué lo ha traído, al fin y al cabo es un regalo por aquel asunto de hacienda, no se le pasó por la cabeza que su padre lo sacara y acabara en la barriga de ese comunista de mierda, que parece imbécil, también su padre, claro que lo mismo es cosa de su madre que tiene debilidad por ese. Cree que si no hubiera cargado con Heli, no se la quitan de encima en la vida. Mírala, como le mete mano, que sí, estúpida, que sí, que ya sabemos que le quieres mucho y que, de paso, te quitas de la cocina. Holgazana, eso es lo que has sido siempre, una holgazana, como todos ellos. Ahora a la tía Prisca le da por sacar las historias de los parientes ejecutados en los cuarenta en las tapias del cementerio, pues como a Doña Piedad le de por contar los asesinados en el treinta y siete, va a ser mejor lo hacer lo que su cuñado. Trae pacá esa botella, gorrón, más que gorrón, que ni para un buen vino ganas. Y ese Lucas, ¿saldrá del baño o se piensa pasar toda la noche dándole a la zambomba? Una buena paliza es lo que necesita, pero, ¡anda! Atrévete a pegar a tu propio hijo, como si no tuvieras derecho. Anda que no se ha llevado él palos por hacer eso mismo de su padre, para que ahora regale su vino cualquier pelagatos. Ya le dijo a Ada que lo mejor era no venir, decir que alguien estaba enfermo, e irse ellos dos a la cena del jefe, que nunca se sabe y para una vez que les invita, pero no. Ella siempre tiene que salirse con la suya, que si la familia es lo primero, que si no tiene vestido, que no quiere dejar sola a su madre, que si no quiere dejar a la niña sola con el bastardo de esclavos ese, que sí la Navidad. La p…. en vinagre. Niña, como vuelvas a rozar con tu pezuña volante una botella te parto la pierna, se ponga como se ponga tu padre. Joder, si no te saben educar que te enjaulen.

Mírales, ahí, hablando de fútbol, con ellos no va nada, ni con la otra espesa, todo para ella, y encima aguantando la mirada y las puñaladas traperas de su suegra. Pues no, señora, mi madre no ha venido aquí a trabajar para su harén de hombres, que vaya cuadrilla y encima con el añadido del amigo, que ya debe venir borracho de antes pues está ahí, sentado con cara de imbécil y sin decir ni pío. Pero esta tía decrépita ¿se creerá que no he aliñado una ensalada en mi vida? ¿Me va a decir a mí como se pone una mesa? Con lo bien que podía estar ella en la cena del jefe del marido, al fin y al cabo, si a Cencio no le importa que le toquen el culo, ¿Por qué le va a importar a ella? Bien servida y no aquí, trabajando como una esclava y encima observada como si se fuera a llevar los cubiertos de plata (¿plata? Jajajaja). Ya sabe su maridito lo que hace, ya, por eso insistía tanto en no venir, pues es su familia, que la aguante un poco, otras cosas aguanta ella. Eso, que el borracho del cuñado se trague tu vino, que el mestizo se lleve a la niña, que no tendremos tanta suerte, que ni para defender lo tuyo vales. Hala: el arbolito de Navidad a hacer puñetas por un pas a deux del pequeño repollo del tutú. Se creerá Heli que tiene gracia la niña o, incluso que baila bien, que acabará en el Bolsoi, eso si supiera que existe el Bolsoi y lo que es la niña es una convulsa con zapatillas de punta. ¿Estará enfermo Lucas que pasa tanto tiempo en el baño? Pero no te preocupes Cencio, que esta es la última vez, en Nochevieja iremos a la fiesta de tu jefe y se va a cansar de culo o de lo que quiera, a la que parió mi madre no la trata así la madre que te parió. Espero que tengas buen cuello, que los cuernos pesan mucho pero ya verás como la Navidad que viene tienes tu puto chalet, que sólo medras cuando yo aparezco, pasmao que no sé si eres un pagafantas o algo peor. Di que…

Bueno, mientras intenta recoger el árbol no bebe, que ya beberá luego demasiado, demasiado ya ha bebido, bebe, bebe, que en cuanto acabes la hipoteca te va a aguantar tu madre literalmente por que no vas a poder pagar ni un alquiler. Un año más le queda de aguantar sus vomitonas. “Cariño, toma otra copa” le dice alargándole una más que nada para ver a su hermano ponerse verde. Claro que es tirar flores a los cerdos, como se tiró ella, menos mal que todo tiene solución y mantenerle en una situación etílica media la ayuda a hacer de su capa un sayo y de su compañero en la oficina un amante cumplidor. Si no fuera por ese hijo tan poco aplicado pero mientras pague el padre… ya le pondrá ella a trabajar así le mande a hacer puñetas, y si no le conviene, puerta, que con uno ya ha tenido bastante. Ahí anda su madre dando órdenes, no a ella, no. A ella le dio la última hace años, que sea otra la prima que la aguante, con su vestido de calle Serrano y su diamantito al cuello, anda y que la soporte la pija de su cuñada. ¿No les invitó su padre? Pues los invitados no trabajan, aunque algunos sí que se están trabajando bien concretamente el mulato y la guarra de su sobrina, que tiene más ganas de macho que Expédito de vino, que ya es decir. Ella lo disfruta, como que se llama Heli, ver al facha de su hermano tragar con un negro como el diría metiéndole mano a su princesita de puro miedo a enfrentarse a algo por una vez en su vida es algo impagable, con la de hostias que le ha sacudido cuando la encontraba tonteando con algún muchacho, que tiene el pómulo roto de una de esas. Su alcohólico marido cree que él fue el primero en todo, en estrenarla y en pegarla un par de palizas, pero se equivoca en las dos cosas. El primero en sacudirla una paliza fue Cencio, a su lado los cuatro palos que le dio hace años no fueron sino caricias. Traga hermanito, trágate el miedo que te da cruzarte por la calle con alguien que no sea blanco y de traje, trágate que tu hija busque el paquete de su Washington do Nascimento sin que le importe nada ni nadie. Eso sí, ninguno de sus padres preguntó qué había pasado cuando salió de su alcoba con la cara tumefacta. “Hay que ver lo que es el primer amor ¿verdad?” comenta inocentemente mientras cuelga un Papá Noel en el arbolito tan sólo para ver si su hermano tiene huevos para hacer algo pero Cencio baja los ojos y sigue comentando con Tito y su amigo que el Real Madrid este año no tiene pinta de poder ganar la liga.
Le hace gracia pensar que, posiblemente, sólo él y Ricardo se hayan dado cuenta de lo que calza el morenito entre las piernas. No le extraña que su sobrinita se deje. Casi le da envidia, sería un bocadito de chocolate para compartir con Ricardo, a lo mejor si lo hicieran ahí mismo la familia acababa de darse por enterada, pero es que ya no sabe como dejarlo entrever. Quizás sea mejor así por que con ellos nunca adivina por donde van a salir, bueno, en este caso no erraría mucho al decir que Cencio montaría un escándalo de padre y muy señor mío, tardaría como tres segundos en gritarles a sus padres aquello de ¿veis quien es vuestro nene? Un maricón de mierda. Ya imagina a su madre llorando y medio histérica, a su padre echándole la culpa, a su hermana escondiéndose avergonzada con lo que ella ha presumido de hermanos remachos, su cuñada refocilándose por el cabreo de su marido; y su cuñado aun más con su argumento de siempre “en este país sólo triunfan los que ponen el culo”. Jamás ese animal se ha parado a pensar que … a pensar, sencillamente, y menos que hay que usar la cabeza para ganar, no para quejarse, y aun menos qué quizás tuviera alguna oportunidad en algo si ofendiera menos desde su falsa ideología izquierdosa, falsa y mal digerida, con frases como “ a los maricones habría que fusilarlos a todos” o “la mujer no debía tener derecho a voto, por que están locas”. Conociendo a Heli en ese aspecto casi le daría la razón pero no todas las mujeres son como Heli, Ada, por ejemplo. Un encanto de criatura dispuesta siempre a ayudar a su marido en su trabajo; si fuera mal pensado –que lo es- diría que ahí está Lucas, el onanista de la familia, para demostrarlo. En eso Expedito tiene razón, un cagao como su hermanito nunca saldría adelante sin un culo, el de su mujer, por que él tiene demasiado miedo para poner el suyo, tiene miedo hasta de ese criado de carajo descomunal simplemente por que es diferente. En el fondo está convencido de que Ada no ha hecho nada reprochable, es el único que lo cree, pero también de que a Cencio no le habría molestado mucho si el ascenso valía la pena. La tia Prisca, en cambio, diría que salía a su primo Demetrio que mataron de una paliza en el cuarenta y dos detrás de un teatro y seguiría desgranando su rosario de primos, tíos, abuelas, bisabuelas, tio-abuelos y primos segundos que almacena en su cabeza, aunque cree que en realidad se lo inventa todo. Hoy está poco habladora, pero pronto cambiará la cosa, piensa decirlo en cuanto se sirvan los langostinos a los que es alérgico Ricardo. Es el único en que todos están callados y zampando como si no hubieran comido marisco en toda su vida. Ya no aguanta más la situación aunque su chico le ha pedido que lo deje. En el fondo a los dos les es indiferente y tiene razón pero…
-A comer, todo el mundo –grita su madre con esa voz de sargento cazallero que le sale cuando da órdenes, con la primera copa empezará a recitar el precio, hasta los céntimos de cada cosa y con un poco de suerte dejarán en paz a Lucas el tiempo suficiente para rematar, espera.
Así, en ese bello ambiente navideño, Noche de Paz, noche de amor, todos ponen la más elaborada de sus sonrisas y se inicia la cena una Nochebuena entrañable más.

Cena de Nochebuena II

Doña María de la Encarnación tiene otra forma de ver las cosas. Llora a diario, y especialmente esos días, por lo solo que está Tito que no acaba de encontrar una buena mujer que le cuide y se siente orgullosa de su yerno que es tan buen marido y padre, claro que… (esa salvedad mental es y seguirá siendo un misterio) y llora a diario por como su nuera, Ada (de Iluminada) trata al pánfilo de su hijo. Su debilidad son sus nietos, no lo puede evitar ni lo niega, por eso llora a diario por que la mayor, Jennifer, se haya puesto novia con ese chico tan moreno tan pronto para empezar a sufrir tan temprano; le preocupa mucho que David no vaya tan bien en sus estudios como debería ir y reza todas las noches a Teresa de Avila que le han dicho que es doctora de la Iglesia, claro que la culpa es de la madre, su hija, que nunca ha sabido hacer nada a derechas y no le ha dado más que disgustos, no como su Cencio, menos mal que se salió un buen marido que la enderezó, aunque no lo suficiente como para decir “la cena la pagamos a medias, mamá”, no, la cena la paga ella con la mierda de pensión que le ha quedado a su marido, y si la hija no lo hace, lo va a hacer la nuera, menudo par de bichos. Llora también por la pequeña pero sólo cuando la tiene en casa, esa capacidad de destrucción de bienes muebles amenaza, si sigue creciendo, con alcanzar los bienes inmuebles, así que al día siguiente de una visita de esta Paulova en potencia siente como si fuera a un entierro de las copas, vasos, ceniceros, marcos y figuritas de porcelana que ha de recoger con la escoba. En cuanto a Lucas: es en lo único que tiene opinión común con su marido y no por que no se parezca a nadie de la familia o por que se meta a menudo en el lavabo y tarde demasiado en salir sino por que de su nuera lo espera todo menos algo bueno. Por Doña Piedad siente lástima, tan sola, pero también una creciente animadversión teñida de envidia realmente insana por una vocecita que le dice que por lo menos se ha quitado de encima al marido, no como ella, por que Renato será un bendito pero ya quisiera ella ver a la Doctora de la Iglesia y a medio santoral aguantarle una semana, a ver cuanto tardaban en envenenarle. Animadversión que se ve potenciada cuando la ve escaquearse de ayudar en la cocina yéndose a llorar al baño, los ratos que deja lo libre Lucas y sus hormonas. Aquí la única que echa una mano es Ada, con tal de meter baza en todo y saber lo que no le importa es como una mosca cojonera.
Expedito, el yerno y padre del David y la Vanessa, está harto de su suegro y sus constantes puyazos sobre lo bien que se gana la vida el tal Tito, que si tiene un coche nuevo, que si se ha comprado un apartamento en la Calle Pelayo, que si se ha ido a pasar el puente a una isla griega. Ya quisiera el ver al tal Tito cargando con la derrochadora de la Heli (de Heliodora), el sacamantecas de su nieto y la prometedora bailarina que se lleva un pico en tules y vestiditos, y encima, ayudando a su madre que tampoco sabe ajustarse a lo que tiene, joder. Menos mal que con un par de veces que le sentó la mano a Heli dejó de hacer el imbécil y puso los medios para no parir más, e incluso se ha buscado una mierda de trabajo pero por lo menos aporta algo. No como su madre. Pues ¿y el papanatas de su otro cuñado, el Cencio de los cojones? Que se cree en el secreto de todos los cocidos y no es más que un muerto de hambre como él pero que lleva corbata en vez de mono; y anda que no presume su papaíto del asunto, que si le han dado un cliente nuevo, que si se va a comprar un todoterreno, para ir al chalet –ese puto chalet que lleva desde que le conoce a punto de hacerse y todavía no tiene ni el terreno-, luego Heli, y con razón, le riñe por que se le va la mano con la cerveza y el rioja pero es que si no, no sabe como aguantaría. Consiguen que hasta odie a Tito que no se mete con nadie y va a lo suyo, que ya imagina lo que es. Mujeres, alcohol, juerga, y naturalmente para eso hace falta un picadero céntrico. Joder, si llega a saber de joven, lo que se iba a perder, a buenas horas se lía con esta. Pero bueno, a lo hecho pecho y este vino es de los caros, claro, el Tito, que los posibles se notan, carajo.

Cena de Nochebuena I

Lo primero para una cena familiar navideña es… la familia.
“Ah, la familia” como dijo no sé que rey francés mientras un primo suyo le degollaba. ¿Qué os voy a decir de la familia que no sepáis? Pues poco o nada pero sigamos adelante que de eso se trata. Establezcamos una familia media de las que nos reunimos a cenar o comer en estas entrañables fechas: los padres, en cuya casa se celebra la reunión, dos o tres hijos, pongamos chico y chica casados con sus respectivos y chico solterón, y a cada matrimonio un par de vástagos. Total: once. Item más: la madre viuda del marido de la hija, una tía que rescatan de la residencia para esa noche, el chico que sale con la nieta mayor y un amigo del hijo solterón cuya familia, por ejemplo, ha decidido huir a las Antillas. Total: 15 personas. O casi, por que cuando se llega a esos niveles lo de personas vamos a ir entrecomillándolo por que entre ellos hay: dos suegras, un suegro, dos cuñadas, dos cuñados, cuatro primos adolescentes, un novio, un par de individuos que no saben que pintan allí y una memoria colectiva: la tía de la residencia a quien llamaremos tía Prisca. Ella es la encargada de decir aquello de “esta es mi última Navidad”, “Si tu bisabuelo Secundino viviera ya te metería en cintura”, “Que pena que la abuela Reveriana no te haya visto casada, hija, que pena, (paréntesis informativo: la abuela Reveriana murió en 1937, o sea, ocho años antes de que naciera la madre de la interfecta).

Veamos que relaciones hay de base entre ellos: comencemos por los anfitriones.

El padre, D. Renato, odia a su yerno, Expedito, por que considera que no tiene derecho a robarle a su niña y además fornicar con ella, envidia a su hijo solterón, Tito (de Renatito) por estar soltero y poder hacer su santa voluntad sin tener que cargar con nadie, desprecia a su hijo casado, Cencio (de Crescencio), por calzonazos al aguantar lo que su mujer quiere como que venga la bruja de su consuegra, Doña Piedad, de su mujer, Maria Encarnación, está harto en general y en particular, en general por que casi cuarenta años de convivencia con una loca de atar ya es motivo, y en particular por que lleva un mes renegando de tener que hacerse cargo de la reunión, cocinar, limpiar, comprar, a pesar de la insistencia de su hija, Heli (de Heliodora) para celebrarlo en su casa. De su nieta, a la que cubre de carantoñas, en el fondo piensa que es un putón verbenero y que no hay más que verla aunque la quiere mucho, como a la chiquitina, Vanessa, que lleva trenzas y no hace más que dar pasos de ballet tirando cualquier cosa que esté a tiro de su piececito destructor. De su nieto mayor, hijo de su hija, David, piensa que es como su yerno: un vago de siete suelas que nunca llegará a nada y que sólo viene por la propina que le da y que cada vez le revienta más darle. De su nieto pequeño, hijo de su hijo, Lucas, un montón de granos purulentos con piernas, piensa que no se parece a nadie de la familia lo que corrobora una y otra vez con la memoria colectiva, Doña Prisca, concluyendo que no sería mala idea que Cencio pidiera prueba de paternidad.