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jueves, 27 de diciembre de 2018

CUENTO DE NAVIDAD 2018 (2º) "EL CHOCOLATE"

 
Mañana del día de Navidad. Me levanto sigiloso, me afeito apurado,  como a él le gusta, ducha rápida y a la cocina. Empiezo a preparar el chocolate artesanalmente, como toda la vida he visto hacer, sacando finas virutas con un cuchillo y paciencia, canela, espeso. Enciendo la freidora para preparar unos churros congelados y mientras se calienta y antes de seguir adelante me atuso, me peino y perfumo, ese perfume tan caro que me regaló el año pasado. Me pongo el pijama rojo y el batín de seda. Me quito el pijama y me aseguro de que el cinturón del batín quede en el sitio adecuado. Enciendo las luces del árbol y compruebo por vigésima vez los lazos de los regalos, lo reconozco: soy un pelmazo con los envoltorios. Un buen envoltorio es casi medio regalo, es tiempo que alguien ha dedicado a ese lazo, ese rizo o esa etiqueta para ti. Aun no ha levantado el día por completo y me parece que va a haber niebla. “Mañanita de niebla tarde de paseo”. Nunca nieva en Navidad, cualquier otro día, pero nunca en Navidad. Una sola vez, de niño, de vuelta de ver el Nacimiento del Asilo de San Rafael, ya de  noche, y cuatro copos mal contados. Espera que no sea una tarde de paseo sino de lluvias y pasarla con él acurrucado en sus rodillas, comiendo nueces y viendo “¡Que bello es vivir!"; los teléfonos ya están desconectados desde anoche, los ordenadores, cerrados y sin más luces que las del árbol, cada año más horteras, desbordando las ramas y trepando por los visillos. Disfruta como un crío poniéndolas con esa energía de la edad. A mí, más formal, me corresponde el Nacimiento con su río para el que nunca le alcanzan los ahorros e improviso de cualquier manera, las ovejas, siempre con las patas demasiado juntas y que hay que ir apoyando en piedrecitas o musgos para que no se caigan y parezcan una masacre lobuna; los ángeles, sí, esos que no hay forma de fijar hasta que se encuentra el equilibrio y que hay que colocar mil veces pues al rozar el soporte caen en tropel. Me gustan esos ángeles, son nuevos, de una especie de plástico pero se les ve desgastados, como si fueran parte de la otra caída masiva de ángeles; la estrella pidiendo a gritos la jubilación y los Reyes Magos que vamos acercando cada día un paso, como hacíamos de niños. Cada vez menos luces y más ángeles. Anoche, a última hora colocamos al niño en su cunita poco evangélica, sin duda, pero indispensable para nosotros. Al hacerlo nuestras manos se rozaron primero y se entrelazaron después, muy fuerte con el conocido nudo en la garganta de una desesperanza común. Acabaré llorando si lo sigo pensando. Levantamos la copa y nos deseamos una feliz Navidad. Como siempre él puso “El Mesías” y nos sentamos a oírlo aun con las manos cogidas y las lágrimas colgando de sus largas pestañas negras. Yo prefiero los villancicos de zambomba y marimorenas varias pero él es un melómano exquisito, algo que admiro, aunque no entiendo de la misa la media. Ah, sabía que se me estaba olvidando algo, el detalle que casi se me escapa y eso que lo dejé preparado anoche, Adeste fidelis, su villancico favorito (para mí si no hay peces en el río no hay villancico, la verdad) ¿Qué más nos hace falta? Nadie, no, nadie más nos hace falta. Ya he esperado demasiadas navidades en vano a amigos y familiares, al menos un “vente a cenar”. No, no necesitamos a nadie más. Familia y trastos viejos, pocos y lejos, lejísimos, ya que nos ponemos. ¿Listo todo? ¿le hará gracia que aparezca con el espantoso tanga de leopardo que me regaló bajo el batín o me preferirá a pelo? No correré riesgos. A ver: las jícaras, los churros, las servilletas con Papás Noeles bordados, y el centrito con una ramita de acebo. Vamos allá. ¿Será posible? Se me ha olvidado encender el fuego? ¿en qué estaré pensando? Pues en él. ¿En qué voy a pensar? tengo cada cosa que… Ahora se enfriarán los churros. A ver si hoy con la fiesta se anima a levantarse, hace un par de días que está apagado, todo el día en la cama. Me preocupa que haya pillado algo. ¿Cuándo me dejará?, dice que nunca pero yo sé que sí. Demasiada diferencia de edad, cierto que apenas son dos años, sí, pero lo suficiente para cambiar de dígito. De “está a punto de cumplir los treinta” a “ya va a cumplir treintaiuno. Parecen sólo palabras, pero no lo son. Apenas puedo vivir con esa angustia de no saber si cuando llegue a casa ya se habrá marchado dejando una nota, o escuchar ese “tenemos que hablar” que viene a ser el “ahí te quedas” pero en papel de regalo. Claro que me va a dejar. Ya lo han hecho muchas veces pero no soporto la idea de que él, precisamente él, me abandone. Me ahogo sólo de pensarlo. Que me deja es inevitable e intento ir haciéndome a la idea pero no creo que pueda soportarlo. No de él. Sabía que no debía volver a enamorarme y menos de él, que debía huirle. Un mal presagio apenas le vi. Sabía que no podría soportar su abandono y mucho menos aun su ausencia pero no supe, no pude o no quise defenderme. Me dejé atrapar, los dos nos dejamos atrapar en la maldita telaraña del amor y ahora él no encuentra el modo de escapar ni yo el de hacérselo más fácil pues no sabré sobrevivir cuando se vaya. No quiero que se vaya, no me importan los cuernos que pondrá. Me quiero engañar y tampoco sé. Cuando me engañe me desesperaré y morderé la almohada para que no me oiga llorar. Será un dolor que apenas puedo imaginar, y no será por qué no me hayan cornamentado veces, pero que lo vaya a hacer él, si es que no lo está haciendo ya es peor, infinitamente peor y aun así, no es nada al lado de la sola idea, de la certeza de que se va a ir. No, no podré soportarlo, me volveré loco o le seguiré mendigando una mirada, una sonrisa o, mejor, me tiraré al metro y así no tendré que  saberle en los brazos de otro, en la cama de otro, con su piel acariciada por otras manos. Me vuelvo a engañar. Jamás tendré ni el valor para suicidarme ni la mala intención como para que se sintiera responsable, y soy demasiado orgulloso para perseguirle, me quedaré arrinconado, como un juguete del que sea cansado. Callado, fingiendo aceptar lo que no puedo, lo que nunca podré. Así ocurrirá, la cuestión es cuando. ¿Cuántos días, semanas, meses, años quizás, me quedan de felicidad? Sólo puedo intentar disfrutar el día a día a su lado, a su sombra, a su amparo y su calor. Hoy no se irá, no me haría eso en Navidad pero ¿y mañana? ¿y al otro? Me ahogo al imaginar esta casa sin él, me ahogo. No, sé que no lo soportaré. He de agarrarme a que hoy no se irá, todavía hoy es mío, todavía hoy me ha elegido, pero ¿y si cambia de idea? ¿y si le llama el otro y decide marcharse hoy?. No podré soportarlo. Es una mera idea y ya no puedo. Mírale, duerme tan tranquilo que mejor no le despierto. Le dejaré dormir. Mientras duerme, aunque sueñe con el otro (¡Dios no me permitas inaginar esos sueños!) está aquí, conmigo. Le esperaré leyendo a lado del árbol. El hambre le despertará. Sí, le esperaré leyendo, como cada año “Canción de Navidad”. Quitaré la música no vaya a despertarle. Ojalá ya estuviera en pie. No puedo con esta angustia, no aguantaré mucho tiempo. Veamos: “Marley había muerto para empezar”, esto es volver a pisar terreno firme, “Marley había muerto para empezar”. Nada como la serenidad de la letra impresa, digan lo que digan los modernos.

            (A media luz en el dormitorio el rigor mortis ya ha empezado en el cuerpo de un hombre estrangulado junto a unas maletas y un único pasaje de avión para esa mañana del día de Navidad)


domingo, 23 de diciembre de 2018

CUENTO DE NAVIDAD 2018: EL CALDO

 Creo que uno de los pocos días en que en este país estamos todos pendientes de lo mismo es el 22 de diciembre y su sorteo de lotería. La mayoría jugamos sólo en este sorteo, pero por que hay más tradición que esperanza de salir de pobre. Es un bello acto socio familiar, tan absurdo como todos pero tan entrañable como muchos. Hay algo más: los niños de San Ildefonso con su campanilleo cantarín vienen a equivaler al chupinazo o al banderazo de salida: Llegó navidad y como tal queda inaugurada. Quienes miramos las calorías nos sentimos ya con bula y nos lanzamos ávidos como zombis sobre los frutos prohibidos. Los demás contamos los días de que disponemos para lo que sea: comprar regalos, ir a ver a la tía Liboriana a la residencia o llevar a los niños a ver tal o cual Nacimiento célebre. Vamos que queda inaugurada esta Navidad del 18
 "Y tampoco me ha tocado nadaaaaaaaaaa"
 
 Normalmente el Cuento de Navidad anual suele llevar entrada aparte pero, como a tanta gente me ha pillado el toro y no tengo días para que llegue antes de Nochebuena así que aquí va.
Ante todo una dedicatoria: a las Lolas, Carmenes, Maripepas, Engracias y demás que tanto se esfuerzan por "entonarnos el estómago" en estos días resacosos.

COMIDA DE NAVIDAD: (EL CALDO)

 

Paréntesis localista: he vivido siempre en Madrid así que aunque me figuro que, sobre poco más o menos en todas partes habrá platos con las mismas historias este relato va sobre ese caldito al que los madrileños parecen venerar.

            Doña Maria de los Dolores, Lalola para los amigos, se ha levantado temprano el día de Navidad para hacer su famoso caldo que, dicen, resucita a un muerto, pero que es mucho más útil en su otra cualidad de asentar estómagos resacosos. Las malas lenguas decimos que una vez que ha entrado El Caldo en el cuerpo éste tiene que dedicarse por completo a digerirlo no pudiendo perder energías en  resacas y otras frivolidades, pero eso sólo lo decimos las lenguas maledicentes que hemos probado El Caldo (permítaseme el nombre propio) o alguna rebanada de él al menos. Hace quince años y aun se me viene a la boca su densidad. Conste, sin embargo, que sólo lo decimos las lenguas viperinas, bueno, para ser sinceros no nos atrevemos a decirlo, lo pensamos o, como mucho, lo susurramos asegurándonos bien de que nadie nos oiga. Que seamos venenosas no implica necesariamente un suicidio socio-familiar. El Caldo de la mañana de Navidad es tan sagrado como el Niño Dios, de hecho, más pues siempre acaba estorbando para colocar la bandeja de langostinos y se le arrincona de cualquier manera. Da igual que vendieras tu alma al mismísimo Belcebú por café, un humilde cafelito con su tacita, aunque fuera sin azúcar y aunque la taza no tenga asa y te abrasases los dedos, da igual, por más que intentes llegar a él colándote por los más secretos resquicios de la cocina Lalola acaba plantándote un tazón de medio litro de El Caldo con el que no te abrasas los dedos sino la mano entera. Y es que Lalola tiene un peculiar concepto de la temperatura, para ella “un caldito calentito” está dos grados por debajo de provocar un incendio; y también es peculiar su idea del aparato digestivo pues la frase termina con “entona el estómago”. Según ella nada mejor para “bajar” el cordero, los langostinos, el jamón y demás entrantes de la cena que aun andan bailando la conga en tu aparato digestivo que un “caldito” hirviente y con tres o cuatro de grasa visible. Mas como Lalola es de buen corazón te echa una mano con el mantra de “y con esto ya te quedas nuevo” y añade un buen chorro de vino que, si bien no a evitar el bombazo de El Caldo en tu estómago, al menos evita que el esófago sufra quemaduras de tercer grado y, además, si no te quita la resaca inicia (retoma más bien) la cogorza navideña. Y tú sólo querías una dosis de cafeína.

            Si eres un poco hábil es posible que entre los parientes dispuestos a seguir alimentando la melopea de la Nochebuena con tres o cuatro cervezas, te escapes y logres hacerte con tu añorada dosis que, al llegar a las capas de grasas en guerra a muerte con los jugos gástricos, rebota con muy variadas consecuencias, sobre todo cuando te meten poco menos que a punta de pistola dos cañas y una tapa de chorizo picante de dudosa procedencia o de pimientos de Padrón que “unos pican e outros…” también. Se vuelve a casa medio arrastrando a la abuela centenaria que clama por un quinto vermut y lo que uno se encuentra apenas ha puesto el pie en el piso es con una tacita de El Caldo “para entrar en calor”. La voz de Lalola se alza: “ a ver, hoy se come de sobras, que anoche no me comisteis ná. Hala, a la mesa. Un par de horas después por fin estamos todos sentados delante de “las sobras” de anoche, con las que podría alimentarse a un escuadrón de infantería, a las que hay que añadir el cocido con sus tres vuelcos causante, culpable más bien, de El Caldo. Lalola, siempre cargada de buenas intenciones anuncia que para “entonar el estómago” ha preparado una sopita de fideos con lo que quedaba de El Caldo.
 
En fin que como siempre y de todo corazón os deseo a todos una muy feliz Navidad


jueves, 20 de diciembre de 2018

CONTRA LA NAVIDAD


Quienes me hayan hecho el honor de seguirme durante estos años se sorprenderán de que encabece esta entrada con semejante cabecera pues siempre me he considerado el Espíritu de la Navidad Presente de incognito. Lo cierto es que en eso no he cambiado, lo único que ha cambiado es que se me ha ocurrido prestar atención al entorno (¡que error, que gran error!) y resulta que la Navidad es una de las épocas más odiadas del año. A nadie le gusta y la reciben con cara y ladridos de perro peligroso. A unos por que se lo pasaron tan bien de niños y jóvenes y resulta que ya no lo son y por tanto quienes se lo hacían pasar bien, padres y abuelos, ya no están pues han decidido amargar la vida navideña a todo el que pueden, ¿recursos? llantos, nostalgias, menciones intempestivas. Otros simplemente es que se ven obligado a tratar con personajes de la familia que no les caen bien o directamente odian a muerte (Nochebuena es la noche en que más veces interviene la policía por reyertas familiares, ah, y la que tiene más infartos) y como ellos están fastidiados, por ser finos y no decir jodidos, han decidido que los demás también por sus... ¿Recursos? puyazos, cosas que se podrían definir como "yo la tengo más grande" (ya que me he puesto basto) y eso va del coche, a las notas de los niños, esperando que citando templando y mandando el odiado entre por uvas y se le tire al cuello, claro que el otro está en el mismo juego. Dos gallos que se creen de pelea y, normalmente, son pajarracos desplumados que son inofensivos hasta que entra en juego el Gran Enemigo: el alcohol. Ahí, como si se menciona al eterno rival futbolístico, ya no se puede responder de los pajarracos no tiren de cuchillo jamonero.
Otros se quejan de que son fechas en que hay que consumir por obligación y estar contento por obligación. Suelen decirlo mientras compran XXXX el turrón más caro del mundo y langostinos (que no se come el resto del año y que incluso puede que no les gusten) lo de estar contento se contesta solo con la cara de perro que mantienen todo el tiempo. En cuanto a lo del consumismo, nadie me ha presentado nunca al sicario que le tiene la pistola en la nuca para que compre como un loco.
Rama especial de "el consumismo por que sí" son los regalos. Por ahí si que no paso. Vamos a ver, si regalar no es para ti un placer (aunque sea el mínimo de recibir una sonrisa, o en el caso de yernos y demás, saber que otra persona lo aprecia), hay dos posibilidades: o eres un hipócrita de alto nivel o un perfecto imbécil. El regalo, y más en Navidad, no implica consumismo (no tienes que regalar visones, a menos que te la quieras llevar a la cama, pongo por caso bastante tópico) implica pensar en la persona a quien se lo vas a entregar. Uno de los regalos que mejor he recibido fue una figurita de plástico de la gorila madre del Tarzan de Disney de tres euros, y uno de los que peor un jersey que no debió ser barato de color azul marino, cuando nadie me ha visto nunca vestir ese color y no me canso de decir lo que odio a un negro que no se decide a serlo, o un paraguas de calidad y precio con el único defecto de que llevaba por entonces muletas ¿con c... esperaban que lo cogiera? Vamos,  que, sobre que tampoco tienes un sicario apuntándote, si no estás dispuesto a poner nada de ti al elegir el regalo, tampoco tienes por que hacerlo.
Argumento: todo está carísimo. Depende, oiga, depende. Yo ceno pollo asado toda mi vida en Nochebuena y Nochevieja, con sus patatitas, tomatitos, cebollitas y demás. No mariscos, ni cordero, ni lenguas de colibrí caramelizadas. Si partes de este principio te puedes permitir un caprichito del tipo salmón ahumado, unas virutas de jamón, a partir de ahí ya es, eso, consumismo y presunción.
Argumento: los niños en casa ¿con quien los dejo? No los aguanto. Y los profesores tocándose el .... Respuesta: creo que todos sabemos como no tener niños (anticonceptivos aparte está el clásico dos piedras) y si no los aguantas me temo que el problema no es de los niños ni del profesorado sino tuyo. En cualquier caso no es asunto navideño.
Argumento: que no se puede mover uno por las calles. No salgas, para empezar, o busca horas adecuadas, o compra por internet. Hace unos días con este argumento y sin que yo hubiera aportado las soluciones que acabo de mencionar, casi me matan y a unos niveles que si mantengo la amistad con esa persona es por una decisión voluntaria pues por menos se han roto amistades y hasta vínculos familiares.
Argumento triste: es que nadie ve el aspecto religioso por que ¿Quién va a misa del gallo? suelen decirlo gentes que tienen más de cipreses que de humanos y que esa noche a las nueve están en la cama. ¡Durmiendo! por que si fuera otra cosa seguro que allá arriba se sonreirían diciendo algo asi como "Estos humanos están majaretas" (hablo con el mayor respeto y cariño de los de allá arriba, sólo que no les veo echando pestes por pequeñeces) Vamos, que los primeros que no van a la misa del Gallo son ellos.
Abreviando que es gerundio y empiezo a amostazarme: si a nadie le gusta la Navidad ¿por que cojones, con perdón, la celebran? y sobre todo ¿por que no dejan de dar el coñazo, con perdón, a quienes sí la disfrutamos?
Pues eso que si no gustan las fiestas navideñas pues no lo celebren, pónganse un resumen anual de Sálvame, o de las jugadas más interesante o cenen una tortillita y acuéstense a las ocho. Hagan lo que quieran pero no las celebren y déjennos en paz.
(Y conste que no he mencionado el complejo de cenicienta)

miércoles, 12 de diciembre de 2018

YA NO HACEN FALTA DICTADORES, TENEMOS TUMBLR


Hace pocos días el mundo se me vino encima con el resultado de las elecciones andaluzas. Bueno, esas cosas pasan, importante es que no crezcan. Así empezó Hitler.
Sin embargo, un par de días después me entero de que una "cosa" (tumblr) que debe ser algo parecido a una empresa controla una enorme cantidad de material "para adultos" y que ha decidido eliminarlo, por que sí. En otras palabras, ya no necesitamos dictadores que nos digan como pensar, o como follar, tenemos algo mucho más efectivo que la Santa Inquisición. Compras, como un mercachifle trilero, toda la carga informativa o lúdica (o gran parte de ella) y la haces desaparecer sin que nada ni nadie te controle ni, al parecer, se pueda hacer nada. Si queremos es un problema menor, el sexo es solo sexo, pero ¿por que todas las dictaduras tiránicas se han empeñado en querer controlarlo? no será pues tan banal el asunto. Si dijera que soy pornoadicto o pornofilo no sería exacto. Simple aficionadillo, pero de los moscones, de los que pajarean de una a otra página cual mariposilla entontecida. Anoche, aun sin recuperarme del pasmo, se me ocurrió echar un ojo a mi archivo personal de páginas donde acudir. Es evidente que hay no pocas porno duro, que no se obliga a ver a nadie. Pero hay otras igualmente condenadas por tumblr que, si le quedara a uno una cierta capacidad de asombro, se asombraría. No pocas son imágenes simplemente de desnudo, que yo sepa la gente debajo de la ropa va desnuda, pero rizando el rizo, del desnudo se pasa a la Academia (género de aprendizaje artístico basado en el estudio del desnudo) que también  cae bajo la guillotina informática. La repera, es que no sé como decirlo de otra manera fue cuando, en una página dedicada a la representación del desnudo masculino en el arte, me encuentro a San Martín partiendo su capa con un pobre de mi venerado Greco, y un poco más abajo El martirio de San Bartolomé" de Ribera. Evidentemente había desnudo fotográfico pero de lo menos erótico que se pueda uno imaginar. ¿Qué los dibujos representaban escenas más o menos fuertes eróticamente hablando, puede pero desde el s. XIX ¿a alguien se le levanta ante un dibujo? No es una expresión acertada, pero todo lo que se pueda pintar o dibujar se ve mejor en foto. La pintura, la escultura y el dibujo no pueden ser ya portadoras de cargas de profundidad sexuales. La técnica, la expresión, en fin, todo lo que lleva el aprendizaje artístico anula tal carga. Si no fuera para llorar sería para reír pero en esas páginas se están censurando (robándolas de la contemplación) incluso imágenes de Cristo en la Cruz. Sin contar con los dibujos, grabados, etc, sí claramente eróticos pero no por ello menos valioso como trabajo artístico. Ettienne, Tom de Finlandia, Mike Karcel, y cientos mas (millones si contamos con la producción japonesa como la de Gengoroh Tagane) van a ser borradas de un plumazo. Ya sé que no del todo, ya sé que hay demasiado dinero en el porno como para que se pierda, pero... A título de ejemplo, todos sabemos que el David de Miguel Ángel está gloriosamente desnudo (para repateo de envidia de los mortales masculinos) pues cuando yo estudié los primeros cursos, ojo, de Historia del Arte, el bueno de David llevaba una hoja de parra muy púdica en todos los libros. (corrían los setenta, que tampoco tengo mil años) y tardé bastante en aclararme si existía esa puta hoja de parra. Imaginemos que una empresa, o lo que sea compra todas las imágenes de David y deja sólo las que lleva hojita de parra. Para el 90% de la humanidad el David habrá dejado de ser un desnudo pues lo que sale por esta pantallita de la red es la única imagen que pueden ver.
Si lo aplicamos a gran escala pueden hacer desaparecer autores literarios completos, las obras de los filósofos etc. Imaginemos que de un plumazo consiguen hacerse con toda referencia e imagen de María. En pocas generaciones el personaje habrá dejado de existir y hasta los que tienen las fiestas en el pueblo acabarán preguntándose quien es esta señora. Y no es un gobierno, ni una opción religiosa, no siquiera una idea política (tanto que hablamos de la censura china) no es nada, una empresa que no representa a nadie como tal. Si hoy se permite esa actitud en este tema mañana podemos volver a ver como el Holocausto desaparece de la historia.

domingo, 9 de diciembre de 2018

DICIEMBRE

 Leo Fontan "Una rosa de Navidad" diciembre de 1918, justo cien añitos. Ah, y en plena gripe.
 
 
Pues ya estamos aquí otro diciembre. No se puede decir aquello de que "La Navidad ha venido, nadie sabe como ha sido", por que hace un par de meses que nos lo pregonan campañas y campañas de todo tipo. Dentro de nada ya "es primavera en..."
Quienes me vienen siguiendo saben que adoro la Navidad. Todo. Desde las felicitaciones a los turrones, del acebo a las broncas familiares (¡son tan entrañables!), de pensar los regalos hasta envolverlos. Todo en fin. Si la vida me hubiera dado ocasión seguramente habría acabado en el mundillo del teatro, no digo como actor, por lo menos no necesariamente, sino de cualquier cosa que tuviera que ver con ello, autor (que más quisiera yo), tramoyista, diseño de decorados, creo que hasta costurero me valdría; pero si tuviera el privilegio de ser actor (ya sé que no hay trabajo y que les tratan a patadas, pero a los historiadores también, o sea que poco iba a cambiar mi vida) hay tres papeles que me gustaría hacer (aparte de ser un chico Almodóvar, claro): el Don Luis del Tenorio, el Segismundo de "La vida es sueño" y El Espíritu de la Navidad Presente en alguna versión escénica de Canción de Navidad. Claro que a todos nos gustaría hacer un Romeo, como no, pero el problema que tengo con Romeo es que me daría la risa tonta. Como espectador me dejo llevar fascinado por el talento, la inmensa pasión del autor, en fin que me arrebata ver Romeo y Julieta pero si tuviera que interiorizar el personaje es que, sencillamente, no creo que se pueda sentir algo parecido. En el escenario la poesía y la belleza están de la cuarta pared hacia el patio de butacas. Dentro los vestidos se descosen, los zapatos aprietan, hay catarros, falta atrezzo, el galán sale con la bragueta abierta y a la Desdémona de turno se le ha soltado el sostén, en el peor momento se rompe un tacón de aguja o uno de losa actores/actrices recibe en medio del segundo acto la noticia de la muerte de un ser querido. Pero se levanta el telón y esa pared invisible hace que a un lado todas esas "miserias" humanas, cotidianas, desaparezcan y en su lugar veamos un mundo ajeno, lleno de maravillas o de horrores pero sin que a esos personajes les pase lo mismo que a nosotros. Yo puedo creerme a Romeo como espectador, como actor lo dudo mucho.
Sin embargo, si que hay un personaje que puedo sentir tanto dentro como fuera del escenario: el Espíritu de la Navidad Presente. Opulento, grande, confortable, crítico y de breve vida. "Pasa y conóceme mejor" dice al despreciable Scrooge, casi oigo su risa sonora y contagiosa, huelo las viandas que le rodean y, como él, me aferro al minuto, pues pasado mañana habrá muerto. Creo que en mi caso es por que he conocido a demasiados Scrooges en mi vida. De hecho, día por día de las fiestas navideñas de mi vida ha sido una victoria de Scrooge. Nada hay de bueno en mis recuerdos navideños, ni de los más infantiles, ni siquiera del descubrimiento de los juguetes de los Reyes Magos. "Y, sin embargo, la quiero".
Bueno y "por qué" la quiero. Quizás por que es un paréntesis en que la gente aunque te ame te pone buena cara y no la habitual, quizás por que los brillos me pierden, quizás por que los Nacimientos son pequeños universos paralelos, quizás por que los árboles de Navidad nos abren una imaginaria puerta a otros universos mágicos, quizás por que la pared entre este mundo y el de las hadas y demás es más fina, quizás por que nace un niño. Ya sé que niños nacen todos los días, pocos pero nacen, sólo que esa noche nos acordamos. Quizás por que se presiente el fin de la oscuridad invernal.
Me temo que no. Que todo eso, siendo cierto, no es la causa de que adore estas fechas amargas. No, es más bien por que aun no he renunciado a una Feliz Navidad y siempre espero que sea la de este año, como los niños esperan la bicicleta, de año en año.
Preparo todo, me preparo yo mental y espiritualmente y espero que, esta vez sí, haya al menos esperanza de que algo pueda, algún día, hacerme feliz. A pesar de que sé que nunca será así y que todas las Navidades acaban con un regusto de decepción esperanzada en los labios.




lunes, 3 de diciembre de 2018

ELECCIONES ANDALUZAS


sábado, 1 de diciembre de 2018

La última rosa

Los dos bloques contiguos a mi casa tienen delante de ellos unos pequeños jardines que, para que no les molesten los niños y no se reúnan las vecinas a cotorrear no vaya a ser que tanta relación humana tenga nefastas consecuencias, han amurallado y sembrado de césped, aquí y allá contra la voluntad de algunos vecinos, hay plantado un rosal. Salpicados en el césped no forman una amalgama de colores al florecer y es casi mejor al dar espacio a la rosa. Rojo sangre, rosas reales, blancas que al marchitarse se vuelven marfil, amarillas que siempre parecen las más robustas, rojo-violeta con las flores tan grandes que sus tallos no sostienen y se comban hasta rozar el suelo mientras, pizpiretos, los capullos todavía coronan la planta, y aquel rosal del fondo con un tono salmón anaranjado que parece disparar sus flores en todas direcciones, como luces de fuegos artificiales.
Hoy, imbuido ya de mi tradicional espíritu navideño, al doblar la esquina la he visto. Ahí estaba; una preciosa rosa de color rosa degradando a blanco. Estamos en diciembre y es la única que queda en los jardines pero ahí está. Le ha llovido encima,  el viento norte la ha sacudido e incluso le ha caído una finísima capa de escarcha. Ya ha empezado a marchitarse. Está en ese instante en que aun se conserva algo de su belleza y se presiente su final. Y uno se deja llevar por una dulce melancolía, tan leve como el tacto de uno de sus pétalos al caer y después por la alegría ante la fortaleza de esa flor. Sonreí y me fui a seguir "navideñeando" que es lo mío pero ya volviendo la recordado.
La rosa es, según los estudios hechos por los sabios, uno de los pocos seres vivos que ha sobrevivido a todo, dinosaurios, erupciones, sequías, diluvios pero ella ha seguido floreciendo pasándose por el cáliz todo eso. Va a tener razón la Rosa del Principito, esta segura por que tiene espinas. Cuando llegara a su pequeño planeta a limpiar el volcán  y ver puestas de sol habrá encontrado sin duda a la Rosa.
He de decir que creo que la rosa es para mí la mas perfecta de las flores y que ante un ramo de rosas podría estar horas perdiéndome en sus curvas y contracurvas, en esos pétalos que parecen tan simples, tan fáciles de dibujar que hasta lo intentas para comprobar que no, que nada en la belleza puede ser fácil y ella es una de las cuatro grandes bellezas que hay en este mundo para permitirnos encontrarle sentido.
La rosa: perfecta y sin comentarios por eso, por que es perfecta.
La suprema elegancia y sinuosidad de los felinos, léase gatos.
La prodigiosa visión subacuática de una varón desnudo. Ojo, a la mujer no la hace falta sumergirse para ser bella, por eso se la compara con ellas: "Es tu mejilla temprana rosa de escarcha cubierta en el carmín de las hojas se ve a través de las perlas" o algo muy parecido. Ver nadar, sumergirse, volver a salir, propulsarse en el agua a la potencia de un varón desnudo es de una perturbadora belleza sólo superada por
Un bebé en el agua, cuando aun no tienen miedo. Y uno, que es muy suyo y preguntón se plantea ¿como los científicos que son tan sabios han tardado tanto en ver el origen marino del humano.
Cuando el primer prehumano salió del agua la rosa ya estaba allí. 

viernes, 30 de noviembre de 2018

Ni al que asó la manteca

 
Desde hace algunos meses en un paraíso de desinformación, y resulta de lo más relajante. Sin embargo, por aquello de que se está en el mundo y de que quiere uno saber si ponerse una o cuatro camisetas conecto mientras tomo mi dosis mañanera de medicinas de abuelo para enterarme del tiempo del día. Después de ver llegar a Trump al poder, de las sentencias varias, del Brexit y del "encuentro" River-Boca uno ya se cree preparado para todo. Y, sin embargo, no lo estoy. Esta mañana con mi café con leche en la mano casi me da un esparavás y un tarantantan, un poncio y un soponcio, todo junto: el partido "más peligroso del mundo" que es de un país al otro lado del mismo mundo, el mismo partido que ha sido suspendido dos veces por los incidentes graves ocurridos se va a jugar en Madrid el día 9.
"España es el país con mayor colonia argentina". Mejor, o peor, me lo pones.
Un par de preguntas: ¿a quien se le ocurrió la "genialidad" ? y ¿Quién y cuanto se embolsa el mismo?
Es que si no es por esa razón es todavía peor pues supondría que estamos bajo las botas azules o rojas de la peor manada de estúpidos que recuerdan los siglos (y de otra cosa no pero de estúpidos anda la historia sobradísima). Simplemente:
-Considerando que estamos en nivel cuatro de alerta antiterrorista
-Considerando que vive aquí la mayor colonia de argentinos, polarizados como allá, imagino.
-Considerando que los demás países se han escaqueado hábilmente (Inglaterra es perfecto: están acostumbrados a sus animales de estadio), por algo será.
-Considerando que Madrid vive estos días del 6 al 9 el único o uno de los pocos puentes en que no se vacía sino se rebosa, compras de Navidad etc.
-Considerando que el alcohol sigue siendo de venta libre y que el porcentaje de hinchas en "estado de embriaguez" (borrachos, vamos) concentrados en pleno cogollo madrileño no es posible de calcular.
-Considerando la larga tradición ultra que siempre hay, o ha habido, en torno a los estadios de los dos Madrids y lo creciditos que están estos.
¿Nadie se ha dado cuenta de que ese partido aquí, ese día, es como llamar a la catástrofe? Pintar una diana para que apunten bien y acabamos antes, joder. Pues eso, que si no es por que alguien se lo lleva muerto, es casi un suicidio (exagero, pero poco) que ese enfrentamiento ocurra aquí y ahora.
EL problema universal ahora que tanto se habla de vida inteligente en el universo, de inteligencia artificial etc tiene una derivada interesante: ¿Hay vida inteligente?

viernes, 23 de noviembre de 2018

EN EXTINCIÓN: LAS IDEAS


 Sí, las ideas; y es algo alarmante en grado sumo. Veamos: sin estudiar a fondo la cartelera madrileña ya nos encontramos con estos títulos que no sólo no son nuevas obras sino que, por si fuera poco, ni siquiera responden a nuestros patrones culturales. Suena muy pedante dicho así pero ¿realmente hay algo que nos vincule personal y/o colectivamente con alguna de estas historias por demás sabidas? Sin embargo, me atrevería a decir que hay algo peor que es cuando "vamos de listos" y montamos, montan los profesionales algo con pretensiones, entonces acudimos a aglutinar en un solo espectáculo las canciones de Mecano o de Manolo Escobar. Teatro "de texto" poco y predominantemente extranjero, nada malo hay en ello, desde luego pero ¿no seria algo, como mínimo, coherente dar espacio al dramaturgo español, no por español sino por responder al teatro como espejo del mundo y, perdónenme y aunque sea un clásico a mí sigue sin importarme si a Electra le sienta bien el luto o le produce flatos? ¿Hay algo peor?, sí. Un llameante "sí" que es lo que se podría llamar "el chicle mascado". Verbigratia: "La venganza de don Mendo" y "La venganza de la Petra" (obras en sí mismas interesantes por no exagerar) pero que todos los santos años se reponen una y otra y otra y otra vez.
 
No sería tan alarmante si nos limitamos a mirar el panorama español pues la cobardía propia del empresariado de cualquier campo es tradicional traba para casi todo, pero es que mirando afuera nos encontramos con cosas como "Ha nacido una estrella" que ya ha sido filmada con esta cuatro veces que yo sepa, la original con poca o ninguna música, la inolvidable de Judy Garland dirigida por Vicente Minelli y la perfectamente olvidable, es más, conveniente para olvidar, de la Gran Barbra Streisand y ahora ésta. La creación occidental, al menos lo que conozco, es un noventa por ciento "versionar", "adaptar", "poner al día". Fastuoso: poner al día a Shakesperare o a Lope, cualquier día vemos a Hamlet cantando el rock de la cárcel o doña Inés cantando la chica yeyé en "aggiornamento" vintage.
 



Para ir acabando el panorama de exterminio de las ideas nos queda lo que podríamos llamar "el refrito". Definición: cójase una idea ajena y exitosa y copia, "benditos sean mis plagiarios por que ellos heredarán mis defectos" dijo alguien. Léase: "The ring" terror nipón en estado puro con el pulso que siempre ha tenido el cine japonés y que no es precisamente el occidental, por eso asusta tanto (que en este caso de eso se trata ¿no?) y la versionamos quitándole las aristas y/o "adaptando". El fruto es una "cosa" que pierde su médula conservando un cascarón ortodoxo. "Un funeral de muerte", "Una boda de muerte" o "El experimento" son ejemplos de las carnicerías que se hacen con los originales. Duele literalmente la versión yanky de "El experimento" a la que se le arrebata miserablemente el potencial explosivo de su contenido a nivel intelectual.
En fin señores que o viene el movimiento ecológico para salvar la especie o vayamos rezando fúnebres oraciones por las ideas perdidas.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Noviembre

Leo Fontan Noviembre 1924
 
Hoy hace día de Noviembre: gris, medio lluvioso y desapacible.  Sólo algunos árboles nos deslumbran con un amarillo del que parece nacer toda luz. Lo demás está lleno de esa palabra tan hermosa, quizás la más bella del diccionario, "melancolía".
Me pregunto por que el humano, por lo menos en occidente, tiene tanto afán de huir. Sí, ahora toca huir de esa añoranza por el año que se nos va, del que esperábamos tanto y que ha sido como todos, quizás un poco peor, quizás hay un sollozo dentro de cada uno que no se ha llorado y que es la huella que nos va a dejar este 2018. En lugar de vivirlo, de saber donde estamos, salimos corriendo: que si el puente de Todos los Santos, que si el puente de la Almudena, que si planeamos el viaducto de la Constitución. Huir como sea pero ¿a donde? "A la playa a tomar el sol" con estos tiempos de lluvias, buena idea, "Al pueblo a recargar pilas", de bar en bar o como diría la copla, de mostrador en mostrador,  "A París (Londres, Roma o cosa parecida) que no lo conozco", ni lo conocerás con cuatro días que se quedan en tres, eso sí vendrás con un montón de selfies que acabarás perdiendo en algún trasiego informático. En el fondo sabemos, creo que todos, pero quizás haya alguien que no, que de lo que queremos huir es de nosotros mismos. Sin embargo, los trabajos forzados los llevamos como las rejas en el alma o como queramos llamarlo, llevamos nuestra cárcel o nuestro campo de trabajo, dentro y allá donde vayamos nos lo llevamos.
No sólo huimos espacialmente sino que cada vez más lo hacemos temporalmente. Acabo de ver una vivienda con las luces de Navidad encendidas. Por más navideño que sea uno, y lo soy, es pronto, si no para ponerlas, si para encenderlas. Ya sé que mucha culpa de todo eso la tiene el nauseabundo sistema comercial que antes de Nochevieja está promocionando San Valentín. Pero creo que no es sólo eso, ojalá, no. Es igual con el espacio, tratar de huir hacia un tiempo por llegar esperando encontrar lo que no encontramos en este, dejando este tiempo, este noviembre lluvioso y melancólico, vacío, como lo estará la Navidad pues ya estaremos pensando cuantos puentes trae el 19, y San Valentín pues ya estaremos buscando donde apiñarnos en San José o en Semana Santa, y Semana Santa pues estaremos contando los días que nos quedan para las vacaciones de verano, esas que deseamos ardientemente para "desconectar" (cargando con todo el aparateo informático) y para "cargar pilas". Ni en tiempo ni en espacio deja uno de llevar su propia cárcel pero nos engañamos lanzándonos como posesos a vivir hoy y aquí un mañana allí a ver si así logramos no enterarnos de cuales son nuestras rejas y seguir "desconectando". Lo peor es que ni nos paramos a ver en donde y en cuando estoy. Hoy es un hermoso y tópico día de noviembre pero ya comemos roscón de reyes y tenemos las luces de Navidad puestas. Una tía mía (mi familia fue corta siempre, pero ahora lo es mucho más, y siempre ha dado mucho juego) ponía el Misterio, no era muy de decorar, en Nochebuena y lo quitaba antes de cenar del día de Navidad, su cabeza ya estaba en rebajas de enero.
Feliz melancólico noviembre.


sábado, 3 de noviembre de 2018

EN EXTINCIÓN: LO QUE DE HUMANO TIENE EL HUMANO

Últimamente estoy oyendo mucho, demasiado, a personas de todas las edades "yo paso de esto, de aquello o de lo otro". No tendría importancia si se hablara de comer lechugas o bocatas de calamares, pero no. Normalmente se "pasa" de digamos "cosas" a falta de mejor nombre relativas a las relaciones humanas. Detesto acudir a ejemplos constantemente pero en muchos casos para muestra vale un botón, recogeré algunos "paso de". "Paso de ir a los cementerios" (y de cualquier forma de recuerdo de éstos en fechas clave), "paso de hacer regalos, les doy el dinero y que se apañen" (traducción: me importan tan poco que con tirarles el dinero a la cara, vale) "Paso de felicitar" (vamos que me da igual que cumplas años o que te mueras) (lo de "paso de la Navidad" lo he tratado en otros momentos) "paso de ir a ver a alguien al hospital" (voy a perder el tiempo y encima puedo salir contagiado con ébola) "paso de él/ella" (me da igual que exista, y si tiene un problema, mayor motivo). De acuerdo, pasan, comprendido pero ¿con que llenan esos huecos?
A ver si soy capaz de explicarme. El hombre es un animal político (más bien animal) es decir animal que vive en la "polis", la comunidad. A lo largo de milenios se han establecido rituales especialmente para recordárnoslo de las Panateneas al Carnaval, de las Lupercales a Semana Santa, todas y cada una de esas celebraciones buscan unir al grupo. Para unir al clan surgen otras celebraciones menores, cumpleaños por ejemplo, felicitar son dos palabras por teléfono "Feliz Cumpleaños" que significan que te tienen o les tienes presentes en sus/nuestros afectos aunque se esté al otro lado del mundo. Muy bien, pasan, y ¿con que pieza de su vida se unen al grupo? por que, se me olvidaba, también se "pasa" de la puntualidad y hasta de cumplir la palabra dada, acudir a una cita por ejemplo, (a menos que haya un beneficio material inmediato del tipo "están noche cae") ¿Dónde está los sustitutos de esos vínculos (el alcohol y los abusos no cuentan)?
Los días para ellos son todos iguales, nada destaca, en términos marinos no tienen noray para echar el cabo, los que trabajan por que ya da igual siempre estás al servicio del Amo/empresa, cuestión de móviles, y los que no por eso mismo. Lo que sustituye a aquello de lo que ahora se "pasa" ¿es simplemente el vacío de la rutina anodina sin rupturas salvo la de huir enloquecidos a las playas en cuanto hay dos días festivos, para seguir haciendo lo mismo?
En el fondo, en ese canto a la libertad o al cansancio no es más que indiferencia hacia el otro o, lo que viene siendo peor, depreciación de la propia vida negándose a celebrar (y con esto no me refiero a montar grades cosas sino esas pequeñeces de poner una vela, coger un teléfono) que se sigue vivo, quizás ellos ya no lo estén

miércoles, 10 de octubre de 2018

OCTUBRE 2

Esta es una de las portadas más conocidas de la revista no he localizado ni autor ni fecha pero nos da un poco igual ¿no?
 
Para ser sinceros pensaba seguir hablando de  "La vie parisienne" pero no podría aportar nada que no se encuentre en la Red, salvo decir que es interesantísimo seguir la trayectorias de diferentes revistas y correlacionarlas con le historia. Sorprendente. En cuanto al autor, Leo Fontan, digo lo mismo y como comentario personal añado que me parece de una picardía casi inocente, casi perversa absolutamente deliciosa.
Pero volvamos a octubre. Llega ya el otoño etc. Hay algo más, sutil quizás, quizás subjetivo pero que está ahí. En este mes es cuando todos vamos encajando en la normalidad tras el desparrame veraniego donde nada ni nadie está disponible ni en su sitio. En septiembre, todavía hay vacaciones de abuelos, de gente sin niños, buen tiempo, inundaciones que no pueden faltar en un septiembre que se precie y la convulsión telúrica de la vuelta al cole con sus niños cabreados, sus madres histéricas de acá para allá comprando el material necesario, los padres indignados por el precio de todo y los abuelos empezando a resignarse a dejar de vivir sino en función de los horarios de los niños. En octubre todo se ha asentado y cobra fuerza la normalidad rutinaria. Es la balada de otoño de Serrat hecha realidad. Aunque sin desdecirme he de matizar que las mamás siguen histéricas pero por que hay que preparar los disfraces para Halloween, pues el colegio organiza una fiesta. Primero Halloween, fiesta con disfraces etc, Luego Navidad, otra de lo mismo,  Carnavales, y dale con el ritornello de fiestecitas, si añadimos eso que apareció de repente como semana blanca que parece que se ha diluido, la Semana Santa y los trabajitos para el Dia del Padre y para el Dia de la Madre, y sin contar las fiestas de graduación que se hacen hasta en las guarderías uno se pregunta ¿Cuántas horas lectivas se pierden en todos estos tinglados? ¿A qué grado de histeria materna se quiere llegar? ¿Qué grado de resistencia tienen los abuelos para atender al delirio días libres y días que tienen que tener a sus nietos? Ah, se me habían quedado en el tintero los puentes y las fiestas locales, más disfraces al canto. Así pues es el horario de los niños lo que rige la vida de medio país.
Así que la normalidad rutinaria que empieza en octubre es algo relativa pero compensa ver el estallido de amarillos, dorados, rojizos de los árboles, el florecer de las últimas rosas y, todo sea dicho, la cercanía de los huesos de santo.

viernes, 5 de octubre de 2018

OCTUBRE

 
Se acabó el almanaque de portadas de Vogue. Con el curso empiezo otro, ya sé que los almanaques se empiezan en enero pero ya sabemos que yo soy muy mío para mis cosas.
Me gustaría comentar algunas cosillas sobre estos almanaques, o más bien sobre sus autores. ¿Cuantos nombres de ilustradores podemos recordar? (Ibáñez no vale), pues aseguraría que, a menos de estar metido en ese mundo, pocos o ninguno. Sin embargo, ellos han sido quienes educaron la vista y el gusto de tres o cuatro generaciones. Cada semana, cada mes, en tapas, libros etc. entraban regularmente en casa. ¿Quién no recuerda las portadas de La Codorniz de Mingote o Serafín? Como alguien casi de la familia. Lo que vengo a querer decir que esas ilustraciones que ni siquiera se mencionan en los libros de arte, no sólo han formado visualmente al lector corriente sino también a los artistas, pintores, aunque luego hayan evolucionado hasta las antípodas estéticas de estas ilustraciones, y, me atrevería a decir, que escritores. El más claro ejemplo es Rockwell pero quizás por su cercanía temporal y por las circunstancias históricas que vivió. Todos, todos, hemos crecido con ilustraciones cerca (calendarios, tebeos, periódicos, incluso colecciones de cromos) y eso es lo que ha educado nuestro ojo para bien o para mal y creo que merecen una mucho mayor atención de la que tienen. Por ejemplo: ¿Qué historiador del arte de las diez o doce últimas hornadas conoce aun de oídas a Rafael de Penagos? y los de las hornadas anteriores sólo quienes se hayan interesado por su cuenta. Por educar, hasta han educado (y algo más que educado) el erotismo de generaciones enteras, las Pin-up de Vargas llegaron regularmente al público hasta los setenta. En cierto sentido fue en este campo erótico festivo donde se les ha conocido y dado más importancia pero este "género" pertenece a lo que podríamos llamar "arte subterráneo" que ha existido siempre y que nadie ha reconocido oficialmente como tal, seguramente alcanzó sus momentos de mayor gloria y difusión durante el periodo psicaliptico que encaja, casi al milímetro, con la primera mitad del XX. Pero el género erótico no es el único en que brilla el ilustrador, ni mucho menos.  Personalmente me fascinan las infantiles y las de las cubiertas de los libros. Yo descubrí a Wilde por que en la edición que encontré Dorian Gray era, en un dibujo precioso, el Caballero que hubiera querido ser.
El autor de las cabeceras de los próximos doce meses es Leo Fontan y casi todas las imágenes son de una revista, "La Vie Parisieen" fundada en 1863 y comenzó como una revista semanal dedicada al, digamos "gran mundo", pero poco a poco se fue decantando hacia algo más subidito de tono, así se la consideró ¡En la Francia de la Belle Epoque! y perdió su prestigio -al menos entre los lectores anteriores- considerándose perniciosa. Seguiremos hablando de esta curiosa revista y de sus intenciones.

jueves, 27 de septiembre de 2018

LA SACRALIZACION DEL TRABAJO O ALGO QUE NADIE QUIERE SABER

Y ya no es sólo el dinero.
 

Hubo un tiempo en que el ser humano existía como tal.
Hubo un tiempo en que el ser humano era.
Hubo un tiempo en que el ser humano formaba parte de algo.
Hubo un tiempo en que había tiempo.
Sí, aunque cueste creerlo, lo hubo. Era el tiempo en que existían las jornadas laborales. Los horarios. Un mundo, en suma, más allá de los muros del washap y/o de la oficina. Algo grave, pero que muy grave, ha tenido que ocurrir para que todo aquello se esfumara, como el sueño de un bebé ingenuo. Bien mirado, no ha sido una sola cosa sino un cúmulo de ellas que han supuesto quitarle los tornillos al mecano de la sociedad, de la humanidad tal y como la entendíamos y algunos todavía la entendemos.
En el principio fue el paro. El paro endémico, con sus altibajos desde que yo acabé la carrera (1983), luego el falso esplendor que no era sino ratonera, esa edad de oro en la que se vareaba la plata pero que nunca llegaba a ancianos, guarderías etc. Finalmente una crisis, una recuperación y ahí es donde yo creo que nos pusieron la soga al cuello. Recuerdo perfectamente una conversación de madres (el marujerío ibérico Pata Negra es mucho más que representativo, es la serie de botones de todas las muestras) hará unos veintipocos años: “pues sí, mi hijo entra a trabajar a las ocho y no sale hasta las diez u once de la noche. No, pagar no le pagan pero le cuenta mucho para el curriculum”. Desde entonces e intentando simplificar mucho el trabajo ha pasado de ser un castigo divino a ser divino en sí mismo. Había gente que trabajaba para vivir y otra que vivía para trabajar, ahora ya no. Ahora el individuo se inmola, con o sin necesidad económica, ante el becerro de oro del trabajo, nada hay prioritario a él. Ni siquiera la propia existencia del individuo. En castellano hay un refrán muy claro que lo dice: “cuanto más te agachas, más se te ve el culo”. Ante esa sacralización del trabajo la Empresa (motor en principio del proceso pero no única responsable) rebaja y rebaja y rebaja la condición humana del trabajador, ya no hablo de salarios que también sino de cosas como que el cliente de un comercio tenga que dar una calificación al dependiente o no hay tikect, léase un trabajador está siendo juzgado por ni se sabe quien y de ese no se sabe quien depende su futuro. Cosas como “sí tienes derecho, pero si lo pides te despido” y mil más ante las que se adopta la actitud de la maruja del principio: le vale para el curriculum, en este caso para la consideración en la empresa, para la jubilación. Así uno a uno individuo a individuo se ha ido sacralizando el trabajo, límite y frontera, horizonte y elevación. No sé si me estoy explicando. El problema no es lo que haga el poder neoliberal (se llame Podemos o PP), eso es lo de menos, es la actitud vital. Hay que tragar pues se traga, así ha sido siempre, el problema repito es que no existe la conciencia de estar tragando. Pero, como las leyes de Murphy afirman, puede empeorar y empeora pues cuando alguien comenta algo es el raro, el vago, el que no sabe lo que dice, el etc. etc. etc.
Pues, muy señores míos, aquellos que no quieren darse cuenta por qué eso les obligaría a pensar (yyuyuuyu), aquellos que se creen mejores por su inmolación al volcán empresarial yo les aseguro que ese volcán les va a coser a puñaladas en cuanto pueda, que no van a encontrar ni un apoyo y que por mucho fondo de pensiones (¡que se hace con bancos y aseguradoras! ¿hay alguna manera más segura de saber que se está tratando con estafadores?) que tengan no acaben debajo de un puente. No concebir la vida sin esta forma de entender el trabajo como Dios Óptimo Máximo es como no concebirla sin móvil. Ah, perdón no me daba cuenta de que es redundante.


viernes, 21 de septiembre de 2018

POLI(TICOS) DE GUARDERÍA

He aquí la única guardería pública para la que nunca faltan fondos

-Seño, seño, que la Cristinita ha copiado su redacción.
-Seño, seño, pues, pues, pues el la Carmencita no vino a clase el viernes
-Seño, seño, es que, es que, es que Pedrito ha cogido unas cuartillas que no son suyas.
-Seño, seño, que el Pablito dice que no le enseña la redacción sino se lo manda el director.
-Seño, seño,  (y así sucesivamente)
La dura vida del maestroescuela de toda la vida (el de las Primeras Letras, que sufren las desidias paternas más horas que nadie, y que hasta hace bien poco hasta pasaban hambre, esos de quienes decía el refrán “Al maestro, puñalada”) es un paraíso si se compara con la de la hipotética Seño de la Guardería de La Carrera de San Jerónimo. Lo único que podría hacer para arreglarlo (está prohibido, y no me refiero a correrlos a guantazos), sería la expulsión generalizada, con estancia en correccional y escuela de modales y, eso lo primero, con la prohibición expresa de pisar un centro docente y menos aún los decentes. Preventivamente se aplicaría a todos los alumnos de la guardería la misma sanción para controlar el contagio.
Y a todo esto, los directores se ocupan de todo esto menos de dirigir el centro. Por cierto que a los que pagan la matricula lo que quieren es que les eduquen a sus hijos, no si uno u otro tiene tal o cual caligrafía delictiva.
Si es que el sistema educativo desde los treinta va de mal en peor.

domingo, 16 de septiembre de 2018

DE FOTOS Y TRAGEDIAS


Hace casi un año he sufrido una pérdida de esas que sabes que te van a cambiar la vida y no por sabidas y esperadas menos espantosas. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” dijo Serrat. Nada más cierto. Casi podría hacer esta entrada con frases de sus canciones, desde “A quien corresponda” a “Pequeñas cosas”, pero no voy a ser tan obvio, creo. La casa. Hay que organizar la casa para uno solo y arrancar de las paredes la pena acumulada, adherida como un liquen y venenosa como la hiedra. Sí, sé que en este tiempo tan racionalista decir que el dolor se incrusta en objetos materiales, una pared, un mueble, está mal visto. Hay que vivir desde la racionalidad más absoluta, como si cuanto nos rodea lo fuera, y no hay nada más desquiciado y falso que la supuesta realidad en que vivimos. Además, quien no lo haya sentido, ya lo sentirá o habrá logrado que su razón mate algo de sí mismo. Y no hablo de oídas.
Vaciar armarios y cajones, repasar una y mil veces los documentos para no deshacerse de algo importante, intentar, en vano en mi caso, ordenarlos.  Ya sé que quien haya pasado por algo semejante sabe de qué hablo y quien no, desgraciadamente, lo pasará. No es nada que no sea universal precisamente por ser radicalmente subjetivo. Se quiera o no se quiera no hay más que dos opciones o te quitas de en medio o se inicia una nueva etapa de tu vida. Un tiempo que necesita su espacio propio o ese liquen que comentaba seguirá ahí, aferrado y pegajoso, casi maloliente. Si decide uno quedarse hay que abrir ventanas, ventilar espacios, despejar huecos y hasta crear vacíos no tanto para que entre lo nuevo como para alejarnos de los viejos dolores, a menudo ajenos, que llevamos dentro como líquenes del alma. Los recuerdos se amontonan y te encuentras guardando una receta de un jarabe de hace veinte años o un billete de metro, y te van ahogando si no te defiendes como si fueras un desalmado, un Atila de los sentimientos, esto hace que algo que permanecía entreverado entre lo demás surja levemente: la culpa. ¿De qué? No importa, siempre hay algo de qué culparse, de no haber hecho esto o aquello, o de haberlo hecho, no importa. Y aun estamos en la fase de grosso modo, todavía no han entrado en juego las pequeñas cosas. Llega un momento en que entran en tromba, el de abrir cajas, joyeros y demás, te arrollan y casi sientes que te matan.
Siempre hay algo peor. In finitamente peor. Por Dios os lo advierto, si llegáis a vivir algo parecido no leáis jamás, jamás, los diarios, las anotaciones en las agendas ni siquiera los papeles sueltos que queden pegados al fondo de los cajones. No leáis nada, nunca pues es demasiado fácil que encontréis ahí lo que no se quisiera saber nunca sobre nosotros mismos, o lo que no creimos nunca que quien los escribió pensara de nosotros. O todavía peor, descubrir sus sufrimientos inútiles por un pasado como una losa que no viste. No los leáis nunca, por que al hacerlo, los dolores personales del ausente sus cargas van a caer sobre vuestras espaldas.
A veces hay notas, cartas o sobres expresamente dirigidos a uno, no queda más que echarle valor y leer pero no lo hagáis solos. Que haya alguien en casa, aunque no esté a vuestro lado en ese momento. Aunque sean para nosotros pueden esconder otros dolores que mejor es almohadillar en hombro ajeno.
Aun así: el coctel más peligroso ya está servido sin necesidad de leer nada: evocación y culpa a partes iguales con un aroma de hiel y un toque de sal de lágrimas, se sirve caliente y en vaso largo, tan largo que nunca se va a vaciar. Además es adictivo, muy adictivo. La corbata marrón que llevó en tu comunión –horrible moda la de los sesenta-, los zapatos de tacón que se puso para da igual qué boda, todo, cada cosa desde eso, una corbata a un botón, evocan algo. Hay que aguantar el tirón como que podemos hacerlo aunque sepamos que no, que no podemos.
Ayer, anteayer o el día anterior, no recuerdo, me llega un correo de la gestoría sobre el interminable tema de la testamentaría comunicándome que el notario pide, atémonos los machos, el original del DNI de mi madre muerta hace 32 años, que se dice pronto. Tuve que lanzarme a la busca y captura del famoso DNI. Supongo que como todo el mundo tengo un par de centros neurálgicos de los recuerdos y las nostalgias geográficamente localizados en las profundidades de los armarios. No conviene tenerlos demasiado a mano o no escaparemos nunca de sus telarañas y tampoco demasiado inaccesibles pues allí, y sólo allí, está lo que somos. Aunque no queramos.
No me quedó más remedio que vaciar prácticamente un armario y afrontar los desafíos de las cajas de madera con las postales antiguas, las de cartón con el libro de la comunión y una pitillera de piel que nunca llegué a usar y, por fin, las de lata. Las cajas de bombones de lata son, casi por destino, el receptáculo (cursi palabreja) de las temidas fotografías. Sí, temidas por que a las fotografías hay que temerlas pues, como el retrato de Dorian Gray, nos devuelven no lo que fuimos ni con quien lo fuimos sino todos aquellos sueños y proyectos que tuvimos, teníamos y que, nunca se sabe cómo se han ido diluyendo. Como buenos masoquistas que somos –lo reconozcamos o no- nos gusta conservarlas y volver a ver las caras de quienes se fueron, y hasta las nuestras cuando teníamos la tira de años menos. Generalmente el envejecimiento que se ve en ellas suele deprimir, afortunadamente no es mi caso: de joven era gordo, granujiento, de cabellos negros, ensortijados y grasos como un barril de aceite, las gafas de culo de vaso y una barbilla afilada saliendo de una muy desarrollada papada completaban el cuadro. Así que cuando las veo y me comparo me doy cuenta de lo mucho que he ganado con los años en aspecto. Dejemos la parte narcisista y volvamos a la caja de Freixenet edición especial que contiene los sobres donde está, más o menos ordenada, la mayoría de las fotografías.
Uno, el primero resulta especialmente ofensivo por motivos que no vienen a qué pero lo bastante intensos como para tener que alejarlo o romper a llorar a moco y baba, que, por lo visto es saníiiiisimo pero que yo nunca he visto que solucione nada. Luego vienen los demás; uno a uno te van echando encima las tragedias de todos. Cada una de ellas contiene al menos una tragedia, muy a menudo, varias. Si se ven con alguien siempre se acaba uno riendo de las modas; yo no, pues no me he sino con lo que me ha cabido, y eran los tiempos de la camisas ceñidas, recuerdo una de color verdemar (o verde nilo que dice Adamo) hombreras anchas y cintura de avispón, ya que hablamos de hombres, con unas solapas cuyos picos daban en las hombreras que me frustraba enormemente pues ni el más egregio de los modistos me podía colocar algo así con mis pintas. También eran los tiempos, y esto ofende aun, de los pantalones que se encajaban en la cadera y se pegaban ciñendo los muslos (y lo demás, claro) para abrirse con más o menos vuelo, según lo fashion`s victime que fueras,  ni mis dos muslos juntos daban para rellenar el más fino de los pantalones de ese tipo, así que llevaba pantalones de abuelo. Eso te acaba haciendo reír si estás con alguien pero yo estaba solo e iba viendo las caras más o menos amadas que evocaban sus historias (abandonos, palizas, cuernos, cirrosis, cáncer, infartos, matrimonios desgraciados, horfandades, hambres) me iban cayendo encima, como losas. En los más cercanos a mí, podía, puedo ver en los ojos –blanco y negro, papel de rebordes irregularmente ondulados- como esa tragedia del abandono del primer amor, del primer muerto, del primer luto, del primer fracaso iba creciendo y no sólo en sus miradas. Casi imperceptiblemente la expresión, el rictus va cambiando. De pronto oyes la risa de tu madre, que inundaba la casa como una cascada de alegría bidestilada y miras las últimas fotos, cuando ya hacía mucho tiempo que no reía y le preguntas ¿dónde te fuiste sin irte? Oyes los gruñidos de tu tío, cincuenta años y ya acabado, y le preguntas ¿Por qué nunca la olvidaste y dejaste que te envenenara con alcohol hasta la cirrosis? Miras la cara agria del abuelo el menos borracho y le preguntas ¿cómo pudiste ser tan … para pegar a tu mujer delante de tus hijos?
Casi desesperado bscas sonrisas, algo que no traiga más sordidez a tu mente y, aunque pocas, las encuentras. Un padre con su bebé en brazos, una pareja en la verbena, y poco más. No puedes llorar, no está en tu naturaleza, pero hay lágrimas hacia dentro por tanto dolor acumulado en los tuyos y que, inevitablemente, ha caído en tus hombros a poco sensible que seas. Sólo entonces descubres hasta qué punto has querido o no a esa persona. Cuando cerré la caja de Freixenet edición especial, llevaba todo el agobio del mundo y el DNI de mi madre en la mano. Han pasado tres días y aun me dura la resaca emotiva. Eso sí, tengo localizado el documento. Algo es algo.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

BURT REYNOLDS: INTIMIDADES DESNUDOS

 
Hace tiempo que dejé de hacer entradas de despedida pues con cada una se iba, se va, una parte de nuestras vidas, y ya la vida nos hace sentirnos en un tiro al blanco sin necesidad de necrológicas. Sin embargo, ayer, cuando supe de la muerte de Burt supe también que tenía que hablar de él.
Seamos sinceros, en su momento de gloria simplemente le odiaba a muerte. Es lo que me pasa siempre con cualquiera que sea más alto, más delgado y más guapo que yo, lo que viene a ser todo el mundo. Además tenía un aire de arrogante megamacho muy western que me ponía de los nervios. Reconozco que, sin ser un espejo de actores, sus interpretaciones eran correctas y hasta creíbles, por lo menos durante aquellos primeros años. He de decir que loa trabajos de su madurez que le valieron el oscar no los he visto pero por los resultados, como a tantos otros guapos del cine, los años le trajeron sabiduría o quizás la oportunidad de no “ir de guapos” en sus películas, o dicho de otra manera que sus imponentes físicos no limitaran los papeles que se les ofrecían.  Son los casos evidentes de Burt Lancaster, Sean Connery, Rock Hudson o ya más reciente, Richard Gere, quizás el más sabio al hacer la transición de joven sexualmente irresistible a galán maduro con bastantes más registros de los que le suponíamos.
Sin embargo, no esta en esta entrada Burt Reynolds por sus trabajos, sino por algo más íntimo y personal que imagino compartiremos más de uno. Ocurrió cuando yo apenas era un adolescente y en los primeros setenta, en el 72 concretamente. Ya sabéis por experiencia propia lo liado que está uno atendiendo a sus hormonas un tanto confusas a esas edades. Por si fuera poco estábamos en este país con la célebre “ola de erotismo que nos invade” (frase repetida hasta la nausea) que no era sino una cierta y moderada alegría carnal que, eso sí, llegaba por todas partes. Faltaban años para L’orgia con Juanjo Puigcorbé 1978 luciendo todo lo que Dios le dio, o para El libro del Buen Amor con Patxi Andión 1975 pero solo trasero. Menos faltaba, creo, para Juan Ribó en Equus en teatro 1975.  Desde luego estábamos a años luz del despelote generalizado de los últimos setenta y primeros ochenta cuando se desnudó hasta el gato (incluso gente que hubiera ganado mucho no haciéndolo) Era justo el momento menos oportuno para el desbarajuste  hormonal que toca. Pues ahí me tocó a mí. Pertenezco a esa generación extraña y absurda que vivió todas las transiciones, no solo La Transición sino muchas transiciones menores. Un par de ejemplos: fui del último curso de bachillerato antes de que la enseñanza entrara en picado con la EGB que entonces parecía un fiasco y hoy parece un Parnaso; fui del primer curso de doctorados por créditos cuando ni siquiera los responsables sabían cómo manejarlos y en la carrera (Historia) los profesores hacían filigranas para evitar por todos los medios evitar el s. XX pues no se sabía por dónde iba a respirar la movida política. Digamos que soy hijo de las transiciones con minúsculas, lo que equivale a decir hijo del “no sé por dónde me ando”.
Para agravar la cosa yo era un tanto pánfilo, inocente si queréis más elegancia, y, en algunas cosas mi cerebro tenia compartimentos estanco. Una de ellas era el cine. Las películas y sus actores eran un universo paralelo que nada tenía que ver con lo cotidiano, sórdido, frío y sucio, incluso cuando reflejaban otros mundos peores. Hubo un elemento que, como un eslabón perdido, me hizo relacionar uno con otro. De un modo tonto, sí, lo reconozco, muy tonto pero que me perturbó profundamente. Naturalmente fue en una película (Dios bendiga a los hermanos Lumiere), concretamente en Desayuno con diamantes que supuso un terremoto erótico en mi manera de mirar el mundo y las películas, o de integrar ambos. La escena es aquella en que la divina Audrey escapando del borracho de turno se refugia en el apartamiento (dice el doblaje en castellano) de George Peppard, recién usadito por la impar Patricia Neal y cubierto por una casta y densa sábana. Hasta ahí todo normal, pero hay un momento en que el gigoló sin vocación se gira para ir a servirle un whisky a Audrey, está enfocado justo desde el ángulo contrario a este de la imagen y con todo el puritanismo de la época se entrevé la cadera desnuda del hombre. Seguramente no rodara desnudo la escena pero sí con esa zona descubierta, casi milimétricamente medida para llegar al límite. En alguna parte de libido o de mi cerebro o de no sé donde apareció un eslabón nuevo, que no había echado de menos nunca, léase: los actores/trices no sólo eran humanos (tan tonto no era como para no saberlo) sino que tenían ese aspecto carnal no sólo fingiendo. Quizás George Peppard no estuviera desnudo bajo la sábana pero podría estarlo. Me gustaría decirlo de una forma más clara pero sólo puedo decir que el cuerpo de las estrellas se hizo tangible. Morbosamente tangible a mi edad. En medio de todo aquel pseudo destape después de la mojigatería previa que perduraba en las mentes asustadas de generaciones anteriores, cualquier cosa por inofensiva que fuera era algo morboso, insano, pecaminoso y por tanto escandalosamente atractivo. El mejor saborizante no es sino el sabor a pecado y a culpa, digan lo que digan.
Por eso fue importante Burt Reynolds. En el año 72 fue el primer hombre en posar desnudo para una publicación no pornográfica, Cosmopolitan concretamente. Es cierto que se habían publicado desnudos integrales masculinos pero en publicaciones de corte claramente homoerótico y sólo desde muy poco tiempo antes era integrales. Digamos pues que eran publicaciones dedicadas a un público minoritario. Burt no sólo se lanzó a ello sino que de un plumazo con su cara divertida y esa sonrisa tan característica es cargo el morbo enfermizo del desnudo masculino, dejando sólo el morbo que cada uno quiera poner. Digamos que, es una opinión, claro, nos descubrió la alegría del desnudo. Por eso fue importante para mí y, supongo, que para mi generación. Luego, enseguida vinieron imitaciones y más tarde manipulaciones fotográficas, pero la sana desvergüenza de Burt no fue eclipsada, aunque sí, ante la avalancha de desnudamientos varios que vino inmediatamente después, un tanto olvidada.
Hemos pasado la imagen y yo ratos de profunda intimidad pero no por donde todos pensamos (ejem, ejem), no, sino por que he intentado dibujarla mil veces sin lograrlo y nada, salvo meterse en cama con alguien, supone una relación más profunda que pintar a alguien en serio, en mi caso intentarlo. Ante el hecho de pasar de un modelo a un papel propio (no necesariamente los modelos han de ser de carne y hueso) se acaba todo erotismo, toda sexualidad y todo morbo y se entra en un grado de intimidad único y con algo de mágico, de eso habrá que hablar en otro momento, hoy recuerdo la alegría del desnudo de Burt y la intimidad con su imagen que siempre me fue inaprehensible lápiz en mano.
 
 
 En estas imágenes se juega con un aspecto lúdico del cuerpo, poco corriente por entonces e incluso ahora. No sé donde ni cuando se publicarían pero sí que la icónica, la que todos tenemos en la cabeza es la primera, echado y sonriente.
Este desnudo de Burt lo pondría yo entrecomillado. Creo que es más bien una manipulación fotográfica, si no lo es, desde luego no se publicó. Si la puritana y primera productora de pornografía del mundo Yankylandia todavía hoy, cuarenta años después, tiene problemas con los frontales masculinos, léase genitales, entonces era impensable algo como esta imagen.