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jueves, 27 de septiembre de 2018

LA SACRALIZACION DEL TRABAJO O ALGO QUE NADIE QUIERE SABER

Y ya no es sólo el dinero.
 

Hubo un tiempo en que el ser humano existía como tal.
Hubo un tiempo en que el ser humano era.
Hubo un tiempo en que el ser humano formaba parte de algo.
Hubo un tiempo en que había tiempo.
Sí, aunque cueste creerlo, lo hubo. Era el tiempo en que existían las jornadas laborales. Los horarios. Un mundo, en suma, más allá de los muros del washap y/o de la oficina. Algo grave, pero que muy grave, ha tenido que ocurrir para que todo aquello se esfumara, como el sueño de un bebé ingenuo. Bien mirado, no ha sido una sola cosa sino un cúmulo de ellas que han supuesto quitarle los tornillos al mecano de la sociedad, de la humanidad tal y como la entendíamos y algunos todavía la entendemos.
En el principio fue el paro. El paro endémico, con sus altibajos desde que yo acabé la carrera (1983), luego el falso esplendor que no era sino ratonera, esa edad de oro en la que se vareaba la plata pero que nunca llegaba a ancianos, guarderías etc. Finalmente una crisis, una recuperación y ahí es donde yo creo que nos pusieron la soga al cuello. Recuerdo perfectamente una conversación de madres (el marujerío ibérico Pata Negra es mucho más que representativo, es la serie de botones de todas las muestras) hará unos veintipocos años: “pues sí, mi hijo entra a trabajar a las ocho y no sale hasta las diez u once de la noche. No, pagar no le pagan pero le cuenta mucho para el curriculum”. Desde entonces e intentando simplificar mucho el trabajo ha pasado de ser un castigo divino a ser divino en sí mismo. Había gente que trabajaba para vivir y otra que vivía para trabajar, ahora ya no. Ahora el individuo se inmola, con o sin necesidad económica, ante el becerro de oro del trabajo, nada hay prioritario a él. Ni siquiera la propia existencia del individuo. En castellano hay un refrán muy claro que lo dice: “cuanto más te agachas, más se te ve el culo”. Ante esa sacralización del trabajo la Empresa (motor en principio del proceso pero no única responsable) rebaja y rebaja y rebaja la condición humana del trabajador, ya no hablo de salarios que también sino de cosas como que el cliente de un comercio tenga que dar una calificación al dependiente o no hay tikect, léase un trabajador está siendo juzgado por ni se sabe quien y de ese no se sabe quien depende su futuro. Cosas como “sí tienes derecho, pero si lo pides te despido” y mil más ante las que se adopta la actitud de la maruja del principio: le vale para el curriculum, en este caso para la consideración en la empresa, para la jubilación. Así uno a uno individuo a individuo se ha ido sacralizando el trabajo, límite y frontera, horizonte y elevación. No sé si me estoy explicando. El problema no es lo que haga el poder neoliberal (se llame Podemos o PP), eso es lo de menos, es la actitud vital. Hay que tragar pues se traga, así ha sido siempre, el problema repito es que no existe la conciencia de estar tragando. Pero, como las leyes de Murphy afirman, puede empeorar y empeora pues cuando alguien comenta algo es el raro, el vago, el que no sabe lo que dice, el etc. etc. etc.
Pues, muy señores míos, aquellos que no quieren darse cuenta por qué eso les obligaría a pensar (yyuyuuyu), aquellos que se creen mejores por su inmolación al volcán empresarial yo les aseguro que ese volcán les va a coser a puñaladas en cuanto pueda, que no van a encontrar ni un apoyo y que por mucho fondo de pensiones (¡que se hace con bancos y aseguradoras! ¿hay alguna manera más segura de saber que se está tratando con estafadores?) que tengan no acaben debajo de un puente. No concebir la vida sin esta forma de entender el trabajo como Dios Óptimo Máximo es como no concebirla sin móvil. Ah, perdón no me daba cuenta de que es redundante.


2 comentarios:

  1. Vivir para trabajar debe ser la forma de vida mas apabullante que he visto. Nada, que el trabajo debe cumplir con su rol: el de proveer dinero para dejarnos vivir mejor.

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  2. Y lo sagrado en los templos, que para eso son.

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