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domingo, 22 de enero de 2012

Diecisiete de enero del 2012

Salgo como todos los días y en lugar de cruzar directamente me desvío al contenedor. Paso por delante de un colegio, por delante de la puerta donde un grupo de adolescentes se supone que están disfrutando de lo que en mí época llamábamos “recreo”. En realidad, creo que he descubierto hoy que no es que me esté haciendo viejo, no, que va, es que ya soy una reliquia del pleistoceno, como un PC de hace cinco años. En fin, cuento y opináis.
Todos aquellos adolescentes y dos adolescentas, que eran excepción, se dedicaban con verdadera fruición a liarse porros y pasárselos, todos menos uno que no le daba una calada ni al mismísimo Elvis que resucitara. Ni siquiera apartaba los labios de él, los ojos fijos en su punta, encapuchado y pequeño. Ellas no, ellas debían ser las feas de clase y estaban ahí al olor a macho con hormonas revueltas según se desprendía de sus actitudes. Claro que eran ignoradas soberanamente por los veintitantos tíos demasiado ocupados en sus canutos. El encapuchado bajito consumió por completo el suyo y se unió a un corro para seguir hasta que se acabó la hora del “recreo”.
Bien, hasta ahí lo concreto, ahora veamos. Esos chavales volvían a clase, habían estado fumando como chinos en el Shangai del XIX y, aunque no sé mucho de estas cosas, no creo que estuvieran en condiciones de asimilar nada. ¿Cómo se espera que un profesor se haga con ellos y logre algo mínimamente útil? Segunda pregunta y perdonadme mi ignorancia: ¿esos criajos no son la generación mejor informada de la historia del reino? ¿vale de algo el esfuerzo de divulgación sobre la droga? Tercera, e insisto en que creo que me he hecho viejo de golpe: ¿es coherente con una sociedad que pretende estar entre los veinte o treinta países prepotentes la indiferencia social, política e incluso policial ante el hecho de que un grupo de gente delante de un colegio en horas lectivas mantenga continuadamente esa actividad?
La aceptación de determinadas drogas por la sociedad es ya preocupante per se (incluyo el alcohol y el tabaco), se ha perdido la percepción de peligro de éstas, pero incluso desde esa perspectiva no es asumible que se pase delante de ese espectáculo con tal indolencia, no sólo por parte del ciudadano de a pie, sino de las autoridades. La presencia policial en mi barrio es constante por razones que no vienen al caso, pero se ve que, al pasar por delante del colegio o como coño lo llamen ahora, ya que abarca todas las edades y, para resultar más insultante, luce ondeante y desafiadora la bandera vaticana, o sea, concertado y pagado con dinero público, deciden, bien no aparecer a las horas de “recreo” o bien mirar hacia otro lado.
Cultura del esfuerzo dicen los peperos de turno, del esfuerzo ¿de quien? No será de un sistema que obvia aspectos como este. No será de unas instituciones al servicio de los poderes más conservadores que, en esencia, son contrarios a cualquier forma de extensión de la cultura entre “las masas” que cuanto más ignorantes y aborregadas mejor. No será de las familias a las que la mecánica de la sociedad ha convertido en peonaje gratuito, o sea: esclavos, dedicados a alimentar a los bancos mediante hipotecas que son un puro atraco; familias de niños con la llave al cuello con seis años, de niños inaparcables cuando no hay colegio si no hay abuelos o no están en condiciones de cuidarles. No será de unos profesores en general mal pagados y maltratados, cuestionados (puta envidia de las vacaciones) y, seamos justos, mal formados y peor dotados, la mayoría rebotados de carreras cuyo fin no es la docencia y que nunca han querido dedicarse a ella. No será de los chicos que, a partir de los 11 años, creo, quedan como oveja sin pastor, tiempo libre, internet que hace los trabajos, las hormonas descontroladas, la normal rebeldía contra la autoridad familiar sin tener a quien dirigirla por que no hay familia organizada sino un par de extraños que aparecen a la hora de cenar, asustados por miedo al paro, pensando en como pagar el diezmo y las primicias al banco de turno, cansados, hostiles, en guerra o competición con el compañero, con la empresa, y, en la mayoría de los casos, entre ellos, que cenan, ven a Belén Esteban, Gran Hermano o el fútbol de turno y se meten en la cama.
Por si todo ello fuera poco ven que es la primera generación de la historia a la que sus padres no pueden enseñarles casi nada pues la tecnología les ha arrinconado, que los pocos o muchos estudios de sus padres no les han servido y que, para ellos, las cosas pintan incluso peor. ¿Cultura del esfuerzo? JA
Será una tontería lo que voy a decir pero erradicar y combatir el espectáculo que vi el 17 de este mes debería ser el primer esfuerzo para conseguir mejorar por que, en el fondo el hombre, necesita sentirse arropado por la tribu y la indiferencia es la demostración de que esa generación a la que se le pide la “cultura del esfuerzo” no le importa a nadie, sencillamente a nadie.

3 comentarios:

  1. ¡Cuánta razón llevas! La educación en España está degenerada por un sistema de leyes que nos han llevado al desastre.
    Un gran maestro mío lo decía: "vosotros sois tontos, pero no preocuparos, no se preocupen, que los que vienen detrás de ustedes no les van a quitar el puesto". Sinceramente es así.. penoso.
    Penoso el sistema educativo y el sistema que nos han inoculado: el mundo de la facilidad y de la comodidad inyectado en vena. La idea del poco esfuerzo, del todo vale, de la vida fácil, del consumismo pleno.
    Verdaderamente el único principio de nuestra democracia es: tú ten el bolsillo lleno de dinero y mira hacia otro sitio.
    Simplemente penoso.
    Un abrazo, guapetón!

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  2. Tienes razón. Lo mejor que se me ocurre decir de todo esto es que creo que, afortunadamente, este es un problema que se da de forma tan generalizada solo en España.
    (¿No serás tu la causa de la presencia policial en tu barrio?)

    Un abrazo

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  3. Y quién es el guapo que osa decirles algo, desde luego yo no; y aunque se carguen las tintas contra los educadores, hemos de pensar que la educación empieza en casa. Así que lo triste es que esos jóvenes no les interesan ni tan siquiera a sus padres.

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