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lunes, 29 de marzo de 2010

Domingo de Ramos

Después de un invierno infernal la ciudad ha amanecido hoy con un sol apacible velado por lo que llaman nubes altas con un cielo blanquecino. La Semana Santa en Madrid suele ser un remanso en las prisas, menos gente, menos tráfico y un aire de calma general sin que se sepa muy bien por que. Esa es una de las causas por las que nunca salgo de la ciudad en estas fechas, hay bastantes más pero aunque no las hubiera no saldría, me gusta ese insospechado ritmo de mi ciudad. Vivo cerca del más histórico de los Madriles y allí el ritmo lo marcan las procesiones, Domingo de Ramos en San Miguel, Jueves Santo en San Pedro el Viejo, Viernes Santo en Medinaceli, por ejemplo. Las mañanas se rigen por las vallas preparadas para cortar el tráfico para las procesiones y por la gente que, más relajada que el resto del año pasee y recorra esas calles tan peculiares que a veces parecen sucias de puro viejas y a veces parecen viejas de puro sucias, a la sombra de esos tejados que incluso recién remozados parecen al borde de la ruina, entre los sorprendentes árboles florecidos en las aceras. Es ese Madrid que siempre late bajo el otro, el de los trajines y las prisas aunque bien es cierto que el autóctono no sabe hacer nada despacio, siempre vamos pasados de revoluciones, es el Madrid del paseo, de la contemplación de un rincón, de una farola o de una línea de tejados recortada en el cielo. Es la ciudad que sobrevive a pesar de alcaldadas y falsos progresos, a pesar de bombardeos y obras, es la ciudad que saboreaba Don Plácido Estupiñá a través de las páginas de Fortunata y Jacinta, es la ciudad que empieza a ser goyesca aunque no lo será del todo hasta mayo, es la ciudad que hace que sea posible vivir aquí.
Esta mañana me he puesto de tiros largos para pasearla, como si acudiera a una cita con una amante anual, es Domingo de Ramos y a quien no estrena en Domingo de Ramos se le caen las manos así que he ido como un pincel, que uno es un madurito interesante aunque rebozado en una capa de grasita que espero apetitosa. Sólo iba a disfrutar del placer de pasear, el purísimo placer de pasear, a falta de otros menos puros. Tomé mi dosis de cafeína en la Plaza Mayor, donde Madrid tiene un aire a medio camino de todo pero que se podría decir a medio camino entre feria de mercado y auto de fe para luego subir a la Puerta del Sol, tan destartalada como siempre a pesar de todas las obras que se han hecho allí (siempre es un paisaje de Baroja en La Busca) y bajé por Arenal.

Según uno baja esta calle el s. XVII va quedando detrás, sobre todo cuando pasas el callejón de San Ginés con su puesto de libros absolutamente decimonónico, y la Iglesia de San Ginés con su aire de rinconada propicia a emboscadas, realmente una iglesia peculiar que contiene no sólo un Greco sino también un cocodrilo y tiene un aspecto que no desentonaría con los esperpentos de Valle Inclán, sobre todo en días como hoy con sus mendigas ante la escalera y sus familias enlutadas de pies a cabeza vendiendo los ramos, para ser un esperpento total sólo faltaba la lluvia cuya ausencia se agradece en grado sumo. Claro que teniendo en cuenta que se sitúa en la calle en que vive el Ratoncito Pérez, la cosa va cobrando una nueva dimensión.

Bajando Arenal me he ido cruzando con abuelos y papás llevando las palmas y ramos a misa de doce para sus nietos, algunos iban con ellos, muchos en cochecitos de bebé –imagino que cuando crezcan no los meten en la iglesia ni a pescozones-. Entramos poco a poco en el caos de la Plaza de Isabel II que muchos madrileños –el nacido en Madrid de generaciones no conoce el nombre de las calles sino el de las estaciones de Metro- sólo conocen como Ópera, para que no falte el elemento central de esta ciudad Isabel II La Reina Gorda no está por que están de obras, unas obras que como tantas parecen no avanzar. Pasamos por alto el desastre cotidiano y continuamos caminando con cuidado para no precipitarnos por el abismo de la calle Escalinata y llegamos a Felipe V, el teatro Real a la derecha donde un pintor callejero vende paisajes preciosos –unos chopos otoñales me detienen un buen rato ante ellos, me faltan paredes para colgar cosas y tengo que renunciar a estos caprichos.
Un coro se oye lejos, aun inidentificable, rodeo la Plaza de Oriente –curiosamente sita en el extremo occidental de la almendra central de la ciudad- y alcanzo la barandilla que se asoma a los jardines de Sabatini. El coro resuena por toda la plaza con un sistema de megafonía preparado, supongo, para la procesión del Cristo de los Alabarderos del Viernes.

Estalla entonces un instante, un regalo que nace de una peculiar conjunción de elementos: al fondo, la sierra de Guadarrama trayéndonos a Velázquez con sus azules grisaceos, únicos, arriba el cielo se ha hecho un Tiépolo de tenues cendales sobre la fachada norte de Palacio, vuelves la vista y aparece la placa conmemorativa a los héroes del Dos de Mayo en el punto en que se inició la revuelta con lo que Goya aparece potente y arrollador como siempre. El coro suena con una belleza excepcional, viene del XVII, del monasterio de la Encarnación. Sólo por un instante se diluye uno entre tanta belleza y evocación. Literalmente flotas en ellos y te das cuenta hasta qué punto todo está aquí todavía y hasta que punto esta ciudad está inoculada en tus venas, hasta qué punto lates con ella y hasta que punto se esconde en el cascarón de la ciudad enloquecida del resto del año. Dura poco, el coro -¿serían las monjas del monasterio?- calla y comienza a cantar –es un decir- el coro de fieles, la voz cantante no canta, bala como una oveja y hace que sientas el impulso de alejarte de la megafonía lo más deprisa posible. Huyes y te topas de manos a boca con la cola para entrar en misa de doce en la Almudena, maceros, uniformes llenos de entorchados, poca palma y mucho olivo, lo que significa poca familia y mucha persona mayor cuyos nietos ya han pasado la etapa de las palmas: vejez, soledad y tristeza, curioso que sea precisamente en la Almudena, con el Sr. Obispo, ¿querrá decir algo?

7 comentarios:

  1. Ah, que bello paseo por la ciudad, qué envidia poder recorrer esas calles y esos rincones que tanto me gustan y tan lejos me quedan. Estupenda entrada y ácido final digno del mejor Galdós :-)

    Un abrazo.

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  2. Jo, el final de tu comentario es que me deja abrumado. No podías haber nombrado a nadie mejor.
    Muchas gracias.

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  3. Un buen paseo, sí señor, una buena forma para abrir boca, ver cómo se desenvuelven nuestros conciudadanos, observar los desbarres de nuestros alcaldes, siempre dispuestos a hacernos la vida algo más incómoda.
    Pero unas torrijas de postre supongo que lograrían endulzar las cosa.

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  4. Bueno, pues si Theo nombra a Galdos, qué me queda a mí? Baroja, pues pasaste cerca de La Mallorquina que trae olores de la panadería que regentaba en la cercana y literaria calle del Maestro Victoria o Valle-Inclán pues pasaste cerca de los espejos deformates de su callejón del gato.

    Plaza Mayor, Sol, Arenal, Isabel II, un recorrido que adoro. Sin contar que tb. está ahí el Joy Eslava, ajaja donde he asistido a algunos buenos conciertos. La calle Arenal ha quedado genial peatonal, como te digo una cosa te digo otra, es uno de los aciertos del alcalde.. Una calle que era gris y que vivía de la proximidad de la Calle Mayor, más famosa y noble, ha ganado en prestanci y se ha convertido en una de las mas animadas de Madrid. Tb. la chocolatería de San Ginés me trae recuerdos ya de algún fín de año espectacular, gay en smoking con la pajarita extraviada en la entrepierna de algún pantalón ajeno.

    Preciosa la iglesia de San Ginés, recien restaurada, y que cuenta entre sus dias mas històricos: un bautizo, una boda y un entierro, aunque ahora, no soy capaz de recordar de quién fue cada uno, aunque Calderón y Lope no andaban lejos, jaajaj.

    Lo que si tengo que decirte es que tu post incluye un pequeño engaño que te perdonaré. Pues por mucho que te asomes a los balcones del Palacio Real no encuentras una vista tan nítida, limpia y despoblada de la sierra, creo yo, jaajaj

    En fin, hoy desde la lejana A coruña te agredezco este beso virtual, de mi ya igualmente querido MADRID, en que para mi se ha convertido tu paseo.

    bEZOS.

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  5. Hola Joaquinito...

    Un bello paseo por un Madrid que esta cambiando dependiendo del Alcalde del momento. La Puerta del Sol, ya no es ni por soñación lo que fue en su día, y así entre obras y cambios, los que nacimos en Madrid, no la conocemos.

    Un abrazo y ten cuidado con las obras madrileñas. jjeje

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  6. Theodore: gracias de nuevo no sólo por tus elogios al texto sino por apreciar esta ciudad que no es fácil para el recién llegado, todo lo contrario.
    Pe-jota: lo que tiene esta ciudad es que igual que sobrevivió indemne a los bombardeos (indemne en lo esencial, no en lo supeficial evidentemente) es capaz de sobrevivir en lo esencial a algo mucho más destructivo que las bombas: los alcaldes. Ah, las torrijas. Eso es otro tema
    Thiago: eres uno de los escasos y valiosisimos ejemplares de galleguiño amadrileñado que quizás aprecia más muchas cosas de la ciudad que nosotros los nacidos o casi (yo no nací aquí sino en Cádiz) tendemos a pasar por alto. A ver, me has pillao en lo de la vista de la sierra, diré en mi descargo que lo que quería poner era un detalle de Velázquez pero no lo encontré y esta imagen era lo más parecido a lo que quería.
    Balovega: Lo cierto es que la Puerta del SOl ha dejado de preocuparme por que para lo que va a durar en su forma actual no vale la pena. En los últimos 23 años ha tenido tres o cuatro formatos, así que su estado natural son las obras entre cortos periodos sin ellas. Si he sobrevivido a las obras infames de la M-30 que estaban literalmente a un metro de mi portal creo que sobreviré a todas las obras de esta ciudad y sus alcaldes enloquecidos y magalómanos
    Un abrazo y muchas gracias a todos

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  7. Cari, es que esa vista se parece mucho a una de mis fotos del otro día del pantano de Valmayor por donde pasé en bici recientemente, y es imposible que se viera desde el Palacio de Oriente, que sin embargo, ofrece una bonita vista de la carretera de Extremadura y de la Casa de Campo y de los montes mas bien de Avila, creo yo, de Maqueda y por ahí, jaaj

    Bueno, ya en Madrid otra vez, ayer llovió y me daba miedo que la lluvia me siguiera de mi Galicia natal, pero hoy ya ha sido uno de esos días tan madrileños y agradecidos...

    Bezos.

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