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sábado, 3 de abril de 2010

Torrijas (de vino)


Lo primero es que el pan esté revenío del día anterior, el pan de torrijas es algo más denso que el normal, lo aclaro para quienes no conozcan este manjar que convierte la penitencia pascual el orgía pecaminosa y apoteosis de la gula, luego se corta la barra de manera que la rebanada quede muy inclinada. Ahí entraba yo de crío, mi madre y yo haciendo las torrijas la tarde de Jueves Santo, la televisión en el salón y mi padre viéndola –los tres no cabíamos en la cocina-: mi primera misión era disolver el azúcar en la leche, pacientemente, dando vueltas a la cuchara primero en el sentido de las agujas del reloj, luego, como me aburría, en el sentido contrario. Mi madre calentaba el aceite y cascaba los huevos –acción que me revolvía las tripas-, luego me tocaba mezclar el azúcar con la canela para echar la mezcla por encima.
Mientras ella iba friendo las primeras torrijas que salían doradas, casi de oro, yo iba empapando la siguiente tanda, era toda una técnica: las empujaba y esperaba hasta que la leche salía por la superficie seca, si el pan estaba suficientemente revenío quedaban estupendas pero rara vez lo estaba. El olor al dulce de sartén se iba extendiendo por la casa y la bandeja se iba llenando con tres capas superpuestas, había que cambiar el aceite para que no salieran casi negras lo que daba pausas al oficio de empapar. La tarde caía, casi noche. Por fin la bandeja de torrijas de leche estaba completa, con la mezcla de azúcar y canela por encima, con unos buenos chorreones de almíbar empapándolas. La primera parte había concluido y se iniciaba mi favorita.
La torrija de vino tiene trampa: no es de vino, por lo menos tal y como las hacía con mi madre, es de agua con bastante vino, blanco por supuesto –una tía mía de la que volveré a hablar las hacía de vino tinto y es lo más parecido a un filete crudo que quepa imaginar, sobre todo teniendo en cuenta la vigilia-. La mezcla quedaba a mi cargo, agua, vino y azúcar. Me gustan cargaditas de vino pero sin que sea un vaso de vino en pan. De nuevo la mecánica de empapar, pasar por el huevo, la sartén, a la bandeja, la canela con el azúcar, el almíbar. Entre tanto yo empapaba los restos del pan en el vino aguado y me los comía con delectación delincuente. Finalmente salían las dos bandejas gloriosas como una muestra de colores dorados más o menos oscuros, como un canto a la caloría y como un manjar excepcional en un universo gastronómico compuesto de carnes a la plancha y berzas hervidas, todo muy sano y… adelgazante. Pero eran más. Eran signo de equilibrio, de calma de tarde vacía, de serenidad y de que el ciclo anual se había cerrado una vez más. Cuando esa tarde el olor no ha llenado mi casa ha significado que un desastre familiar ha ocurrido o estaba ocurriendo en ese instante. Fue un Jueves Santo sin torrijas cuando lo que había sido mi juventud, mi alegría y mis expectativas vitales, cuando los pilares de mi vida, cuando todo lo que yo había creído soporte de mi vida se resquebrajaron de golpe, sin sentido, sin fin y sin arreglo. Por eso el aroma a torrijas la tarde de Jueves Santo es para mí un puntal de serenidad. Eso sí, tienen que ser de vino.

7 comentarios:

  1. jaja pues yo los siento, cari, pero hoy las he tomado yo de postre, pero eran de leche, de las otras... y hechas sin tanto ritual, la verdad. Eso si, a mi tu manera tan familiar de vivir la fabricación (aunque esto suene poco artesano y familiar, jaaj) de las torrijas me recordó como mi abuela hace en carnavales las "orejas" con el mismo cariño y delectación, y como las va poniendo en una cesta de mimbre con un paño blando debajo de las orejas.. que ricas! jaja

    En Galicia se dice del pan del día anterior que está "reseso". Curiosa palabra que en Madrid no se conoce ni se dice. Aqui no hay una palabra tan clara para hablar del pan pasado de fecha...

    En fin, sabores de la Semana santa, muy curioso, como dices tú, gula perdonada de ante mano, jaaj Bezos.

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  2. Una vez más te felicito (aparte de que se me ha hecho la boca agua y las tripas me han rugido en Sensurround), sabes hilar estas entradas de regusto costumbrista y fondo doliente con una habilidad estupenda. Divertido, nostálgico y amargo sin perder la ironía. Y tierno, muy tierno, como una buena torrija. Por cierto que por aquí las de vino no se hacen, o no se estilan mucho, porque no había oido hablar de ellas hasta hace relativamente poco, y el año pasado por fín probé una, ahí "en MadriZ", y vaya vaya con la torrijita, todavía la recuerdo y me relamo.

    Este año he mirado en todas las pastelerías malagueñas que me encontraba, pero siguen sin hacerlas. Mecachis. Aunque, bueno, en el proceso de investigación me he comido una buena ristra de "las de toda la vida", jeje.

    Thiago, la palabra habitual para ese pan es "asentado", aunque suena un poco redicha. Revenío mola más.

    Un besote bien goloso.

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  3. Como ya es habitual tu redacción es impecable y
    has plasmado la idea que nos querías transmitir
    a la perfección...mi interés iba en aumento y me
    ha llegado tu mensaje, ahora siento nostalgia y
    sentimiento...Y yo no me había acordado este año de ellas.

    Un cordial abrazo.

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  4. olass, bueno, con respecto a lo que dice Theodore de pan "asentado" por el pan del día siguiente que en Galicia se llama "reseso" diré que yo no lo he oído nunca... la verdad.

    Tampoco estoy seguro que revenido sea un pan del día anterior, sino más bien, algo que ha salido mal, como algo que ha salido mal como una bechamel o una mayonesa o, incluso, una salsa que ha salido muy fuerte, jaaj Pero claro, yo hablo de ambientes galaico-madrileños, no madrileños puros, jaja

    En fin, curiosa entrada en que acabamos hablando del pan duro, jaaj

    Bezos.

    Bezos.

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  5. La segunda receta la desconocía, la primera por supuesto que no, de hecho este viernes pasado me dediqué a hacer torrijas, aquí el jueves es laborable, y mal me está decirlo pero me quedaron de P.M. puedes rellenar lo que falta sin demasiada imaginación, jejejejejejejeje, hay cosas en las que soy muy tradicional

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  6. Thiago: por mi familia galleguiña conozco la palabra reseso, pero dada la humedad del ambiente no es exactamente lo mismo. En aquellos lares el pan coge una cualidad elástica que en Madrid se convierte en pedrusco. Revenío es palabro de la calle y es justo el punto intermedio entre el blando y el pedrusco al que en zonas húmedas no se llega nunca. Que se ha empezado a estropear o deformar, no el de un día para otro.
    Theodore: asentado es palabra bellísima para describirlo, suena a califal, a abolengo y señorío. El caso es que en Madrid lo que impera es un lenguaje menos majestuoso y más zarzuelero. Me comentan las lenguas de doble filo que han probado torrijas malagueñas hechas con vino de la tierra, esa joya de vino dulce. Así que deberías seguir buscando.
    Calamanda: imperdonable que no te hubieras acordado de ellas en estos días.
    Pe-jota: yo en las cosas de comer también.
    A todos gracias por vuestros elogios.

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  7. Me gusta mucho esa descripción del trabajo en la cocina con tu madre: me es tan familiar. Me gusta tu forma de escribir. Casi tanto como las torrijas de vino. En Madrid (a falta de la provisión casera familiar que ha desaparecido de mi vida)ya no se encuentran casi. El año pasado las tomé en Riofrío de Colón.
    En Málaga, donde he pasado la semana santa me las han ofrecido de miel o de azucar pero de vino no he visto. Así como las de Sevilla, donde estuve días antes, no parecen torrijas ni na (pan de molde) las de Málaga están buenas. Pero no son las de Madrid, claro. Yo no digo que sean peores, ¿eh? Pero, como las de Madrid, no son. Que va, que va.
    Un saludo

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