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viernes, 19 de abril de 2013

Costumbres irritantes

 El amo del ínclito y nunca bien ponderado gato Gardfield afirma que es como una perla, producido por constante irritación. Pues algo así me ocurre a mí con muchas de los usos más aparentemente cotidianos y, si queremos, tontos. Logran sacarme de quicio hasta el punto de que más de una vez he estado a punto de ocasionar serios conflictos. Claro que como no tengo media bofetá y soy consciente me he mordido la lengua y los he evitado.

-Costumbre irritante nº 1: esas personas, en general mujeres, no por serlo sino por que el uso les permite llevar bolso, que vacían constantemente el bolso mientras te hablan, vuelven a llenarlo y vuelta a empezar.

-Costumbre irritante nº 2: interrumpir constantemente la conversación con un “¿me han llamado”, Es que XXXXX dijo que me llamaría”. Eso unas quince o veinte veces en menos de diez minutos, si antes era irritante imaginad ahora con los putos móviles.

-Costumbre irritante nº 3: la muletilla que emplean algunos/as para rematar sus frases “¿no me comprendes?” o lo que viene a ser lo mismo “¿eres gilipollas?”

-Costumbre irritante nº 4: mirarte sin mirarte. A ver si me explico: estás hablando con alguien y ese alguien parece mirarte y prestarte atención pero, en realidad, está mirando detrás o a través de ti y te sueles dar cuenta cuando si es chica dice: “¡que mono el jersey que lleva esa chica”; si es chico: “joder que peazo motaca” o cosa parecida.

-Costumbre irritante nº 5: pararse justo en los umbrales de las puertas. En general no tendría importancia pero si eso se hace en lugares públicos y transitados resulta que no te dejan pasar y, a poco que te descuides, se monta un tapón. Ni que decir tiene si llevas prisa, entonces te encontrarás todos los umbrales taponados pues la gente tiene la costumbre de pararse justo en cuanto pone un pie en el paso.

-Costumbre irritante nº 6: es una variante de la anterior pero agravada. En el caso anterior la persona simplemente se para. Punto. En esta sexta costumbre irritante no sólo se para una persona sino dos, tres o cuatro e inician una amena tertulia al mismo tiempo que amagan con apartarse, entonces una/o dice: “no, si me voy que …. (rellenar con lo que sea)” pero ni se van ni se apartan. Recientemente he tenido ocasión de ver a tres matrimonios “maduros” (ejem, ejem) trabar una tertulia poniendo de vuelta y media a todos los vecinos del pueblo y contándose pormenorizadamente las obras que estaban haciendo en su casa del pueblo (donde compraron los azulejos, como son, quien se los ha puesto). Lo malo no era eso, ni siquiera de que hablaban como si estuvieran en las eras (eso sí, una era estaba en Logroño y la otra en Huelva, por la voces que daban), ni tampoco lo soez de los insultos que proferían con respecto a los vecinos ausentes sino que estábamos en un hospital y se habían situado exactamente en el cruce de las salidas de tres consultas y la entrada a otro pasillo muy transitado. Más de una hora estuvieron sin mover un pie y teniendo los demás que pasar de lado por los escasos huecos que dejaban. De hecho una camilla tuvo que sortearlos girando en torno suyo. Lo increíble era la cara de desprecio con que nos miraban cuando intentábamos pasar. Lo malo de la educación es que no te permite pegarles cuatro gritos y un par de… bueno, ya sabéis lo que quiero decir.

-Costumbre irritante nº 7. Los geográficos: atención que esta es quizás de las que tienen más capacidad de destrucción y bloqueo en una reunión. Bien, el escenario es el que sigue: varias personas de distinta procedencia, pero hay dos o tres paisanos, nacidos y criados en el mismo pueblo, ciudad o barrio. Alguien menciona una calle de ese lugar. En ese momento lo mejor que se puede hacer si no quieres caer es directamente huir despavorido como alma que lleva el diablo por que jamás, jamás, van a ponerse de acuerdo en que calle es o cuantas entradas tiene la Plaza o donde narices están los jardines de Nosequé. Ni lo van a conseguir ni están dispuestos a dar su brazo a torcer y se pueden pasar horas y horas, tardes enteras discutiéndolo sin atender a nada más ni al hecho de que a quienes no son de allí no les importa lo más mínimo. Nada habrá capaz de hacer descarrilar este tren y ya no habrá más conversación. Curiosamente nunca se les ocurre mirar un plano o consultar en la red, eso les estropearía la juerga.

-Costumbre irritante nº 8: los televisivos. Cuando estás con alguien, estás con alguien pero quienes practican esta subespecie de costumbre nunca apagan el televisor y aunque estén en el grupo más querido no dejará de mirarla aunque mantenga algo parecido a una conversación. En realidad es una variante de la Costumbre irritante nº 4 pero con agravantes pues lo que les distrae es ¡televisión! Y lo peor es que te dicen en cualquier momento “espera,pera,pera” para oír que a MaripuriPerezGomez se le rompió un tacón o gilipollez semejante.

-Costumbre irritante nº 9. Escenario: supermercado. Dramatis personae: señora (preferiblemente gorda, bueno, como estamos todos), carrito de la compra, alguien (yo) que quiere pasar por un pasillo y finalmente los efectos especiales consistentes en un brazo extensible. Escena: la señora va mirando las estanterías de la derecha y, repentinamente, le interesa algo de las de la izquierda. Con un giro raudo la señora se planta a la izquierda manteniendo el carro a la derecha sujeto con el brazo que si estuviéramos en la realidad creeríamos efecto merecedor de Oscars varios. El caso es que así con garbo de pisar-morena, corta el paso. Una vez no importaría pero el caso es que en una mañana de compras te puedes encontrar seis o siete ejemplares de este tipo y, personalmente, acabo subiéndome por las paredes.

-Costumbre irritante nº 10: también característicamente femenina. Escenario: una calle cualesquiera. Dramatis personae: la señora, un escaparate de ropa o zapatos y alguien (yo) que camina tranquilamente. Escena: la señora se detiene, mira el escaparate, arranca como para irse, se para, vuelve a la posición original, se aleja (sin mirar) del escaparate marcha atrás, se acerca, arranca como para irse, se vuelve a parar, se acerca más intentando ver si hay piojos en costura, vuelve a dar marcha atrás, recula, vira en diagonal para lograr otro punto de vista del vestido o zapato lo que fuere. A todo esto en ningún momento ha apartado la vista de su oscuro objeto de interés, es decir que si algo o alguien ha estado en su radio de movimientos aleatorios es fácil haya sido atropellado por ella. Más de una de este tipo ha estado a punto de hacerme caer, por eso cuando me las encuentro procuro pasar a una distancia no menor de dos metros.

-Costumbre irritante nº 11: para que no me acusen de machista, esta es propia de machos alfa, o sea de quienes se creen machos alfa. Es esa costumbre de decir “ya sé” a cualquier cosa que dices, poner cara de poker como diciendo “yo estoy en el meollo pero no puedo hablar”, sea el tema que sea desde el cambio de un delantero en el equipo de fútbol del colegio de los niños a los planes nucleares del gobierno de Gilipollistán.

-Costumbre irritante nº 12: el chistoso y/o cantarín y/o poetastro y/o fotógrafo aficionado. Dícese de aquel que en cualquier circunstancia u ocasión aprovecha que los allí reunidos bajan la guardia e inicia la batería de chistes, canciones, poemas o, lo que viene a ser peor, saca las fotos más o menos digitalizadas. Suelen ser gente extremadamente fértil pues nunca bajan de unas 3000 imágenes, chistes, canciones o poemas. Solución para esta costumbre sólo se me ocurre el asesinato o el suicidio.

-Costumbre irritante nº 13: es de las peores y me confieso virtuoso de ella para mi vergüenza aunque según loqueros varios, por lo visto, es sanísima. Consiste este uso, verdadera arma de destrucción masiva de relaciones, en, se hable de lo que se hable y se encuentre en la situación que se encuentre, violentar la conversación hasta llegar al punto que le obsesiona, léase enfermedad, cuñada, muerte del bisabuelo segundo de la concuñada o, en mi caso, el puto infarto.

-Costumbre irritante nº 14: el “tu no sabes lo que es”. A esa muletilla puede seguir desde haber perdido el autobús por tres segundos o un parto de quintillizos en mitad del Everest. Curiosamente esta costumbre irritante da pie a la nº 15

-Costumbre irritante nº 15: la competición de duelos, doloras, quebrantos y penas varias. A menudo surge un tema, el que sea, pongamos uno de los más abundantes en esta sociedad de salud tan precaria: una enfermedad. Entonces otro de los asistentes saca a relucir la suya, que duele más, y luego el tercero que también duele más. Se suele empezar por un uñero y se va ascendiendo hasta partos múltiples, pasando por dentistas, fracturas y otras lindezas en las que se recrean los contendientes. Lo más curioso es que quienes caen en estas conversaciones no suelen ser los más enfermos. Excepción hecha de los incluidos en la costumbre irritante nº 13.

-Costumbre irritante nº 16: los fútboleros. Monotemáticos que no conciben nada a lo que no se le pueda pegar de patadas, que parece les importa más la alineación del equipo de sus entresijos que la salud de sus hijos, generalmente concebidos tras una victoria del susodicho equipo y que suelen combinarse a menudo con los practicantes de la costumbre irritante nº 8 los televisivos.

-Costumbre irritante nº 17: los de “yo la tengo más larga”. Léase: tienen mejor coche, mejor casa, conocen mejores restaurantes, saben más de vinos (aunque haga tres días que han dejado de beber “Vinos Casa” o “Don Simón”) y no reconocen que no saben algo del tema que sea. Es ese tipo de machos, por lo general, que es capaz de llegar a las manos sosteniendo que la capital de Francia es Lyon, pongo por caso. Como solución propongo la silla eléctrica de baja intensidad, a cada fantasmada, descarga.

-Costumbre irritante nº 18: los de la lista de bajas. Hay dos categorías en esta siniestra costumbre: la de aquellos que empiezan la conversación con “¿sabes quien se ha muerto?”, si caes y dices “no”, te puedes encontrar (a Dios pongo por testigo que me ocurrió: me llamaron con la jodida pregunta y caí, claro, piensas que es alguien cercano, resultó ser la compañera de hospital de una tía mía que estuvo compartiendo habitación quince días veinte años atrás) con respuestas como esta pero también con “el cabrón aquel del jefe que tuvimos en el 53” o “la tía Reperiana, sí, hombre la del Monte Pelao, la hija del Jibao, que se casó con el hijo del Preñao”, naturalmente no conoces ni a Reperiana, ni el Monte Pelao ni, por supuesto al Preñao (que sería interesante, por cierto)

La segunda categoría son “los censos familiares hasta en quinto grado”. Suelen ser personas mayores que aprovechan cualquier reunión festiva familiar, bodas, bautizos, comuniones, supongo que entierros de tías ricas y solteronas, para recordarte cuantos años hace que se murió cada uno de tus parientes hasta que entroncas con la dinastía Manchú. Muy alegre que en la comunión de tu niña, hecha una princesita, cuando se te está cayendo la baba y hasta has olvidado el pico que te dejas en todo el jolgorio, te recuerden que hace diez años, once meses y catorce días que se murió tu madre y que qué feliz hubiera sido hoy.

En fin que o uno acaba siendo una perla producida por constante irritación o un asesino en serie.

8 comentarios:

  1. Chin yo hago muchas cosas de esas, soy muy despistado y me distraigo con gran facilidad, me embobo viendo algo. jujuju.

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    1. Yo también soy muy distraido pero no siempre y cuando me ocurre, me disculpo y procuro centrarme. No es esa la actitud molesta. Lo molesto es que actúan demostrando que, en realidad, les traes sin cuidado.
      Un abrazo

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  2. Menudo estudio sociológico, y me hace también sentirme como perla frente a cada una de estas costumbres, jeje. Lo de que te corten el paso en cualquier circunstancia es terrible, destroza los nervios a cualquiera; y lo de la lista de bajas a veces puede rozar el surrealismo cuando se mezcla con la de los geográficos ("-¿Sabes que murió fulano, que vivía en tal sitio?"...,"- Sí, pero él era de otro sitio"... y de ahí se prende la mecha). Yo tampoco soporto a los niños, no digo bebés, sino de 8 añitos o así, que parece que jamás han recibido educación, y sus padres se los llevan a las salas de espera o a guardar cola, y allí montan el número ante la completa indiferencia de sus progenitores. Hace poco tiempo me encontré en el autobús con una antigua compañera de instituto, que hacía una eternidad que no veía. Era muy de mañana, y todo el mundo iba en silencio y medio dormido. Fue ella realmente la que me encontró a mí, me llamó de lejos, se vino a sentar a mi lado, y venga a hacer preguntas. Y en todo momento dando gritos y "¿por qué hablas tan bajo?". Sé que tiene un oído perfecto, así que no entiendo cómo se aguanta a sí misma. En circunstancias así creo que nos convertimos en perlas negras (por aguantar la ira, jajaja). Saludos y un fuerte abrazo.

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    1. Completamente de acuerdo con lo del añadido a la lista de bajas. Lo de los niños es otro cantar: a quien no soporto es a los padres. Con uno o varios niños solos te puedes hacer pero con padres es imposible.
      En cuanto a lo de hablar a voces, también te doy la razón, lo que ocurre es que quizás esté más acostumbrado en mi familia en cuanto somos más de dos ya parecemos un regimiento en desbandada de las voces que damos.
      Un abrazo

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  3. Son tantas que es dificil no reconocerse en ninguna de ellas.... Pues yo soy de esos que no reconocen sus defectos. ¿No me digas que no te irritan?
    Un abrazo

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    1. Hombre, lo tremendo de quienes no reconocen sus defectos es que... somos todos en mayor o menor medida pero lo peor es que si no los reconocemos ni siquiera podemos plantearnos corregirlos. La verdad es que como lo doy por asumido, no me irritan tanto.
      Un abrazo

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  4. Te has olvidado de aquellos que empiezan con el "Bueno", es insufrible.

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    1. Sí, casi cualquier muletilla en exceso debería ser atenuante en caso de asesinato. "Bajo mi punto de vista", "a nivel de", etc. Lo justifican todo jejeje.
      Un abrazo

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