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sábado, 3 de mayo de 2014

Día de la Madre

Yo soy muy de "dias de" y muy regalón; me encanta el acto de regalar y toda su ceremonia, ah, y también el acto de celebrar, no los grandes eventos, pero sí sentarse unos amigos a tomar un café con un pastel o incluso diciendo "lástima que no se nos ocurriera comprar unos pasteles". Celebrar un santo, un cumpleaños, un "día de" es poner un punto de color en el gris fugaz, cáduco, e irremediable de los días que son nuestro tiempo. Creo que ya he hablado alguna vez de este tema y de como hoy tendemos y hasta buscamos deliberadamente que nuestros días sean de un gris más oscuro, unitario y fugaz; pero hoy quiero hablar del único "día de" que no soporto: "El día de la madre".
Obviemos el asunto de la comercialización corteinglesera de tan aberrante celebración e igualmente pasemos por alto los lamentos que, por lo visto, conlleva la condición maternal, vamos incluso a... perdón, creo que no era exactamente esto lo que quería escribir. Retomo. Esta mañana en la radio -ya sabéis que soy muy radiofónico aunque suela desconectarme de lo que dice demasiado a menudo- pedían a los oyentes frases o dichos de sus madres. Resultó divertido y hasta tierno pero de esas cosas que le hacen a uno pensar. 
Mi madre murió a los cincuenta y cuatro  del infarto familiar ya tan comentado, o sea que ya soy mayor que ella al morir y se supone que debería haber depurado los recuerdos y haber eliminado lo desagradable, sin embargo, esta mañana cuando quise recordar me vinieron dos frases que repetía a menudo y a las que me acostumbré desde niño, desde muy niño, como se acostumbra uno a todo, sin medir su alcance real. La primera era casi poesía: "Anoche hacía una noche tan bonita que me dieron ganas de tirarme por el balcón". La otra era de uso diario y se introdujo tanto su uso que hasta que me dio el infarto creo que no había día que no la repitiese. Una frase que nunca debería pronunciarse y que nunca, bajo ningún concepto, debería oír un niño: "Menos mal que se muere uno". Ambas son como dos heridas hechas de compasiñon, dolor y culpa. Indelebles como el miedo infantil a que una noche de verano fuera demasiado bonita. En fin, cosas del Dïa de la Madre.

5 comentarios:

  1. Me pasa lo contrario que a ti. Odio "los dias de todo y todos", especialmente el de mi cumple, pero si hay un día que por tradición me parece que tiene derecho a existir es el de la madre. El único que recuerdo con ilusión en la infancia. Aquel en que demostraba mis habilidades en preciosísimas tarjetas de felicitación que mi madre celebraba mas que la Navidad. Mi madre también murió joven.

    Un abrazo

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  2. No soy muy de días, sólo de algunos en especial y este no, pero eso son asuntos muy privados. La vida no es como nos la venden.

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    Respuestas
    1. Me has hecho pensar con tu comentario, el caso es que me cuesta a menudo discernir el espacio privado de lo "público". Sé que no era tu intención pero me has puesto ante la realidad de que concretamente esta entrada ha sobrepasado los límites y, aunque a mi pueda importarme más o menos haber patinado, sí que puede ser un tanto embarazosa para quien la lea.
      La disyuntiva ahora es si la dejo después de este montón de días o la edito. Seguro de equivocarme he decidido dejarla. Como muestra de un error y, quizás, como señal de peligro.
      Muchas gracias por tu mirada siempre acertada y deliciosamente discreta.

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    2. Cada uno tenemos una mirada, entendemos las cosas de una manera y todos nos equivocamos, lo importante es estar de acuerdo con uno mismo, incluso con aquello que, en un momento determinado podemos considerar una equivocación, aunque en realidad no lo sea.

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  3. Lo de los cumple si que debería ser una celebración, coño, hemos sobrevivido un año más.
    Yo nunca tuve mano para hacer esos regalitos tan simpáticos.

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