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martes, 8 de febrero de 2011

Maria Antonia Eme Punto. (Segunda entrega)

Maria Antonia M. comenzó así un largo rosario de operaciones, recuperaciones, más operaciones que, dado lo sensible de la zona, fueron deformando su cuerpo. Así entre el vecindario, gente de esa pasta espesa de la medianía madrileña del quiero y no puedo pero clavo el puñal donde duele, pasó de ser La Mari a ser La Patizamba. Corsés, calzados ortopédicos y demás instrumentos de tortura pseudomédica acabaron deformando por completo su cuerpo. Pequeña, de senos grandes, resaltados por el wonderbrá involuntario del corsé, caminando con las piernas levemente deformadas gracias a los zapatitos pero con cierta gracia que siempre conservó, La Mari dejó de ser una jovencita, una joven y se hizo mujer.
Maria Antonia M. era lenguaraz, procaz y mordaz. Carita redonda y la risa en los labios y en los ojos, picarona como pocas, y con las manos más bellas, cuidadas y hábiles que yo haya visto jamás. Pequeñas manos de dedos afinados y uñas diminutas, poco más que las de un bebé. Preciosas manos que lo mismo bordaban que te atizaban dos guantás bien calzadas que otra cosa no tendría Maria Antonia M. pero genio y mala uva cuantas queráis imaginar.
Maria Antonia M. vio casarse a sus amigas, vio casarse a sus hermanas, como la copla, y ella, bajo la mirada de halcón sobreprotectora de la Santa y Asustada Madre, ni siquiera estaba compuesta y sin novio asomada a la ventana. Dejaba ir su vida de visita en visita, de bordado en bordado, de “Cesta y puntos” en “Cesta y puntos”. Su cuñada era odiada a coro por toda la familia, sospecho que incluso por su marido, su cuñado se hizo de una secta ultraprotestante y se puso por nombre Abigail con lo que se distanciaron bastante de la familia. Vinieron los sobrinos, bellos ejemplares humanos, dignos de su estirpe y ella pegada a la radio intentando averiguar la letra de ciertas canciones que no se entendían bien, cambiando el agua al canario y ayudando en la casa.
Maria Antonia M. vio, como todos, que los buenos tiempos se iban cuando la Santa Asustada y Megaprotectora Madre enfermó y finalmente, un par de años después murió. Con un par se puso al frente de la casa, de su padre y de su vida en pocos meses. Con sus zapatos de coja, con sus andares, con sus caderas retrepadas y con esa lengua que Dios le dio era cosa de verla por el barrio haciendo la compra y en su casa manteniendo todo como debe ser –como se consideraba que debía ser entonces- sacó La Mari toda su energía concentrada. Retírose el bueno de D. Luis y diole la jubilación no sólo una muy buena pensión sino la muy loable meta de leerse el Espasa completo, yo a eso lo llamo optimismo.
Maria Antonia M. era reina y señora de aquella casa oscura con canarios en los balcones, con geranios bajo ellos y figuritas de damas y caballeros del XVIII, teteras con chinos pintados, luz entrando a raudales por la cocina donde más canarios cantaban hasta ensordecerla y siempre con alguien visitándola excepto, naturalmente, su cuñado Abigail. Era toda una mujer con energías para poner las peras al cuarto en el mercado a quien la llamaba coja, y casi para dejarla peor que ella si la otra se descuidaba un pelín. Era mucha Mari la Mari con su risa contagiosa, su humor subidito de tono y sus manos tan expresivas como sus ojos o un poquito menos.
Maria Antonia M., en cambio, nunca en los años que la conocí que fueron muchos, dejó traslucir en sus ojos, ni en sus manos ni en sus chistes, ni en sus risas, sus dolores. Los huesos de los pies se la iban retorciendo en aquellas botas malayas, la espalda se debilitaba en el corsé y los años iban pasando.
Maria Antonia M. tenía, ya lo he dicho unas manos preciosas, pequeñas y delicadas, aptas como mucho para la aguja y el bordado de ajuares ajenos. Esas manos agarraron las riendas de su vida y de la de su padre pero también el toro por los cuernos y eso fue más grave.

5 comentarios:

  1. Cari, qué ha pasado... estoy un poco desconcertado.. veo dos post casi iguales de la segunda entrega... pero es el mismo, que te ha salido repetido aunque con las fotos distintas, no?

    bueno, parece que la historia de la Mari va a seguir, no? Pobre cojita, de esas que llevan una bota ortopédica así con mucho tacón, no? me ha gustado que sea locuaz, lenguaraz y mordaz... ajaja A ver que es eso de coger los toros por los cuernos, pero me parece que fue una especie de Tia Tula que gobernó con mano (pequeña eso si) a toda la familia, no?.

    Bezos.

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  2. Thiago: ha sido un lio con las imágenes pero vete olvidando de la tia Tula. No era una bota ortopédica, eran dos. Y no era tan bicho como la Tula.
    Me alegro de que te preguntes sobre lo del toro.
    Un abrazo

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  3. Me has hecho recordar a otra coja, también famosa, de un poco mas arriba, de Cuatroca, de la que ya te hablaré en otra ocasión para no liar esto que va tan bien.¿Verdad que en aquellos tiempos había mucho cojo?
    Abigail me inquieta.

    Un abrazo

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  4. ja veo que ya lo has arreglado. bueno, espero nuevas entregas, jaaj Bezos.

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  5. Uno: Gracias por lo de que va bien, espero que atraque en buen puerto.
    Sí, entonces abundaban más los cojos pero piénsatelo: la guerra y sus consecuencias, aun sangrantes, las muchas luxaciones de cadera sin tratar, la polio sin vacuna y sin tratamiento que se pueda llamar tal, la todavía mayor a la actual torpeza de los traumatologos si cabe.
    Si, Abigail siempre me inquietó muchisimo a mí también.
    Thiago: es que esta manera nueva de poner fotos me trae a mal traer, me lié de mala manera pero bueno, al final quedó digno.
    Gracias por leerme

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