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jueves, 22 de diciembre de 2011

Queda inaugurada esta Navidad.

Lo cierto y verdad es que nos guste o no la Navidad está aquí y que las repiqueteantes voces de los niños de San Ildefonso, santo tan manchego por otra parte, nos traen la decepción de que TAMPOCO este año nos toca nada y el anuncio de que ya han empezado las fiestas.
He querido compartir aquí una vieja felicitación, de esas que me van apareciendo por los rincones de los armarios, es de los años noventa y de un anciano fraile que respondía siempre a mi felicitación; cierto que no sé por que le felicitaba pues, ahora si lo miro bien, en su úlcera de estómago tenía una excusa perfecta para un notable mal carácter y una manera de tratar a los demás con la misma delicadeza de un rinoceronte en celo. Ya no está entre los vivos, murió con cerca de cien años, no sé si ésta fue su última tarjeta, pero poco debió faltarle. En cualquier caso la conservo y la uso para decorar mi casa. Algo debió dejar el hermano en mí para que no la haya hecho desaparecer después de escanearla.
En fin, que os deseo a todos una muy Feliz Navidad.

2 comentarios:

  1. Feliz Navidad para ti también, cielo. Me encantan estas tarjetas navideñas antiguas, con esos niños cabezones, y tan llenas de candor. Creo que, a pesar de todo, eso que se llama el "espíritu navideño" no se debería perder (en realidad debería permanecer todo el año), no sólo como referente cultural, sino también moral. Pues eso, gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz, aunque sea contra corriente. Besos, y un fuerte y cálido abrazo, amigo.

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  2. Feliz Navidad. Aquellas postales, crismas (escrito a la castiza) que les llamábamos entonces, eran y son sencillamente adorables. Está claro que como referente cultural de una forma de ver estas fiestas más relgiosa y menos "politicamente correcta" y menos anglosajonizante. En cuanto a referente moral creo que nadie quiere -y no me refiero a los grandes creadores de tendecias y de opinión, sino al individuo de a pie- tener nada que ver con la moral y menos aún con la ética.
    Un abrazo bajo el muérdago.

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