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lunes, 10 de junio de 2013

Feria del Libro 1

 Supongo que cada uno tendrá una idea del Paraíso diferente, para mí es muy simple, mi Paraíso es la Feria del Libro de Madrid –no conozco otra- en el Retiro. Una eternidad para leer en un banco en el fresco parque con todos los títulos –y las novedades- y comida que no engorde. Es así de simple mi Paraíso, tanto que tengo el privilegio de vivirlo casi por unas pocas horas al año. Este año ha tocado hoy, casi no llego. Jamás pero lo que se dice jamás dejaré de sorprenderme de la cantidad de cosas que puede uno ver, oír, percibir de alguna manera cuando consigue abrirse y salir un poco de sí mismo. Habitualmente nos pasamos la vida demasiado atareados con nuestros propios pensamientos, sólo a veces podemos, puedo, mantenerme un rato largo en ese estado de percepción simultánea de los estímulos exteriores. Ha quedado entre científico y como de manual de autoayuda, pero seguro que me entendéis.

Acabo de llegar, aun las casetas se están abriendo perezosamente, el Paseo de Coches huele a frescor, la cascada de la Montaña de los gatos está seca y el estanque que rodea un pabelloncito pompeyano que es, o era, punto de información, también está medio seco. Habrá que ahorrar agua o quizás esté en una de esas interminables obras que tanto nos caracteriza a los madrileños. Los libros están ahí, esperándome, tras las persianas blancas, una excursión de chavales de unos doce trece años se arremolina en la entrada. Horror. Decido dejar que se alejen para no estar metido en todo el mogollón de adolescentes desinteresados o demasiado interesados por los héroes de “Crepúsculo”. Inicio mi deambular cuando veo una cierta continuidad de casetas abiertas. Primera parada, si me compro lo que realmente me interesa ya me tendría que dar la vuelta. Tomo nota mental, que se me olvidará, y sigo adelante.

Una dama alta, traje negro, bellísima cabellera blanca, camina delante de mí apoyándose en un bastón. Va acompañada de un joven, bueno, lo que ahora consideramos joven, alrededor de treinta, cabeza rapada, camiseta rosa, vaquero ajustado, musculoso y extremadamente amanerado que, a todas luces, es su cuidador. Cada año en la Feria hay más casetas dedicadas a la literatura infantil. La dama se para en una de ellas pero a quien oigo es al joven pidiendo un libro, no lo tienen.

-Que pena, lo leí hace muchos años y me gustó mucho, es el único libro que he leído pero me gustó mucho.

El único libro que ha leído. Bendita virginidad mental y, por otra parte, que lugar más inadecuado para escuchar semejante frase pronunciada con alegría y despreocupación. No sé si envidiarle por su ignorancia o abrirme las venas por que queden personas en ese nivel en este país. Claro, hay que matizar, a veces los matices nos dan la belleza, a veces los matices, la infinita gama de matices, convierten la realidad en lo que era aquel cuadro, creo recordar que “La obra maestra desconocida”, en el que cada pincelada era tan pluscuamperfecto que la imagen se perdía en una amalgama de perfecciones. El joven está buscando ese libro para el nieto de la dama a quien no pierde de vista. Ella, por su parte, ha trabado conversación en una caseta comenta como para ella la lectura es abrirse al mundo y darse cuenta de que no somos tan importantes como creemos conociendo otras vidas y otros paisajes. Él la acompaña con alegría, sin alejarse pero sin invadir su intimidad, con una sonrisa que parece permanente. Ella, comenta que no comprende como pueden ser felices quienes no leen pero que seguro que tienen otra forma de serlo. Luego se alejan y yo me quedo comprando la primera japonería del día.

Es lunes y hay relativamente poca gente, ningún autor firmando, o por lo menos no dan la información por megafonía.

Y de repente todo se vuelve Aquiles. Sí, fue de golpe, como una súbita revelación. En una caseta se desparrama toda la antigüedad clásica. Una soberbia edición de la Odisea con un Ulises mirándonos desafiante. Y Aquiles. Comics del héroe, imágenes en portadas varias, Troya y la mitología al completo desbordándose desde las estanterías. Una caricia para el alma habituada desde la infancia a navegar en las procelosas aguas del mito, de los dioses y Troya. Como sumergirse en un baño caliente, volver a mis orígenes de ser pensante. Volver a Troya y a Ítaca, al Monte Olimpo y a todos los viejos nombres que poblaron y rellenaron mi infancia y adolescencia. Nombres sonoros que aun hoy en el resonar del griego moderno me hacen vibrar. Baño caliente para el alma y consuelo para el intelecto pues esos comics, esas múltiples ediciones de todo lleno de Aquiles garantizan que alguien, unos poquísimos quizás, van a seguir disfrutando de todo aquello. Que Aquiles, desde tres mil años atrás, seguirá perturbando con su arrogancia y su tragedia a más generaciones, por lo menos una más. Quizás sea la piedra de toque del resurgir de lo que fue o quizás sea el canto del cisne de todo lo que ha supuesto Grecia, su mitología y Troya. Y todo se vuelve Aquiles, delante del monumento A Cuba. Dos desastres separados por miles de años y unos cuantos paneles de madera.

6 comentarios:

  1. Un precioso texto para homenajear a la feria.
    Un abrazo.

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  2. Excelente texto sobre esta feria que por ser madrileño y vecino del Parque del Retiro disfruto casi a diario durante el tiempo que permanece abierta.
    Suelo levantarme pronto (estoy jubilado) a eso de las ocho y media o nueve de la mañana y después de tomar un café mientras leo el periódico y me entero de lo fatal que va el país, me encamino hacia "el reti" donde suelo emplear unas pocas horas a la pausada lectura de algún libro de esos que parece derretirse entre mis manos. Unas veces papel, otras e-book dependiendo.
    Un lugar sombrío a estas alturas de temporada y a dejarse llevar por las historias que tanga entre las manos.
    Una vez pasado este tiempo de apoyo a la lectura me encamino hacía la feria y allí me dejo ir tranquilamente de caseta en caseta sin buscar nada en concreto pero bien atento a lo que pueda resultrrme interesante.
    Y así transcurren las mañanas, los días y el tiempo, sin apenas vértices, sin esquinas extrañas. Todo como un susurro.
    Un abrazo buen amigo del Parque del Retiro

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    1. Lo único que falta para que ese sea mi Paraíso es que la comida no engorde y siempre siente bien.
      Desgraciadamente vivo demasiado lejos y lo frecuento demasiado poco para ser todo lo íntimo con el Retiro como yo quisiera.
      Un abrazo y es una alegría leerte aquí

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  3. Al fin de cuentas había leído uno, un libro, hay muchos que nunca han leído y se jactan de ello, así que menos da una piedra.

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