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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Ah, la familia

Como dijo no recuerdo que rey francés mientras su cuñado le degollaba “Ah, la familia” (no sé si era el cuñado, el primo o el hermano, tanto me da, la familia cristiana nace de un modelo que dio como primer y más granado resultado aquel asuntillo de Caín con Abel). “Ah, la familia”, creo que también decía Don Vito Corleone (no soporto esa serie de películas, demasiado realistas). Nada como la familia ¿Qué duda cabe? Una familia como Dios manda (undécimo mandamiento, creo, no, ese es “no estorbarás”) con un papá una mamá y un hijo al año hasta que la madre reviente en un parto o el padre en un pluriempleo. Los abuelos en los asilos regidos por dulces monjitas que se embolsan la pensión y los inmuebles. Como debe ser. Las cosas en su sitio y de fondo esas frases que suelen ser el hilo musical de las familias tradicionales que todos hemos oído (doy fe de haber escuchado todas estas frases en familias cristianas): “eres tan inútil como tu padre”, “si lo llego a saber, a buenas horas me caso”, “en que horita me dejé preñar”, “si no fuera por esta yo hubiera llegado lejos”, “las mujeres es que no saben obedecer órdenes”, “éste, que es idiota”, “¿qué sabrá ésta?”, “se va a quedar la pensión por haberme planchado cuatro camisas en su vida”, “con Pepe (póngase aquí el nombre que convenga) me tenía que haber casado”, “la mujer te quita libertad” y un largo etcétera que lo queramos o no reconocer todos hemos escuchado mil veces si nos hemos tomado la molestia de escuchar, claro. Ese modelo de familia cristiana, que quieran o no, impera en nuestro país ha producido, según unos cálculos que escuché hace poco en la radio, que el diez por ciento de los hijos nacidos dentro del matrimonio no sean precisamente del matrimonio, bueno sí, del matrimonio de su madre y del matrimonio de su padre que, lamentablemente no son el mismo matrimonio, por que para que haya un hijo hace falta cierta colaboración entre ambos sexos. Ese modelo de familia cristiana ha producido un enorme índice de madres adolescentes por que, claro, como se va a educar en la sexualidad si no es reproductiva, y de bebés en contenedores si hay suerte vivos, muchas veces no la hay. Ese modelo de familia cristiana ha producido tragedias cuando una jovencita se descuidaba y engendraba –todo antes que un anticonceptivo- con las secuelas de expulsión de casa paterna, vergüenza familiar –deshonor, en palabra fina-, imposibilidad de encontrar trabajo, como le dijeron a alguien que conocí “ya sabes ahora o puta o monja en casa de papá”. Cierto que ese aspecto ha sido superado pero sólo en la medida en que la sociedad se ha alejado de ese modelo de familia cristiana. Ese modelo de familia cristiana ha condenado a mujeres de por vida a estar encadenadas a borrachos, maltratadores, delincuentes y violadores, a hombres a vivir encadenados a fieras enloquecidas y castradoras.
¿En serio puede creer alguien que unos niños van a ser mejores por vivir en una casa de sesenta metros con nueve hermanos, o sea, un campo de concentración? ¿por percibir las constantes tensiones de unos padres que ya no quieren estar juntos, que quizás nunca quisieron?, ¿en serio cree alguien que se puede dar cariño y atención a diez críos cuando se trabajan dieciséis horas?, ¿en serio creemos que los niños no se dan cuenta de la resistencia a las muestras de amor de su madre por que ya su cuerpo no soporta otro embarazo?, ¿en serio creemos que es preferible para un niño asistir a las palizas de un padre borracho a un divorcio? ¿en serio creemos que es peor un divorcio que unos abusos paternos o maternos? Nadie quiere que eso ocurra, pero, señores, ocurre y el modelo de familia cristiana con su NO a todo (divorcio, anticonceptivos, aborto, educación sexual) cierra una trampa sobre el individuo y le obliga a elegir entre sus creencias y las vidas suya y de sus hijos. Creencias, por cierto, dictadas un tanto al margen de las fuentes pero como decía aquel personaje “Esa es otra historia”
Todos queremos que un matrimonio funcione y dure toda la vida, que Pepe encuentre a Pepa y Manolita a Manolito, pero ¿que pasa si Pepe encuentra a Manolito y Pepa a Manolita? Si, siguiendo sus propias enseñanzas, la familia se basa en el amor que hay entre sus miembros es evidente que cualquier pareja o grupo de cualquier tipo o número unido por ese vínculo es más familia que las parejas destrozadas, los hijos maltratados o abusados, las familias recocidas en un odio vengativo fruto de convivencias forzadas o las familias sin más vínculo que la dependencia económica o social. Desgraciadamente el mosaico que presenta la vida no es idílico y está lleno de conflictos ¿alguien me puede decir por que añadirle más en lugar de facilitar que los pobres seres humanos sean mínimamente felices? Un niño será siempre más feliz y mejor persona si recibe cariño, cuanto más mejor, hombre o mujer, joven o mayor, casado de primeras o cuartas nupcias; y será tanto más desgraciado y resentido cuanto más rencor perciba, cuanto más desamor haya a su alrededor.
Quizás alguien debería pensar en lo que de verdad necesita el ser humano, no lo que necesitan ciertas elites.

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