El otro día protestaba de la genialidad de Dickens que se había cargado cualquier posibilidad de hacer un cuento medio digno de Navidad, tiré la toalla en lugar de arrojar el guante y prometí una entrada sobre cenas-comidas familiares. Pero soy capricornio y nosotros nunca renunciamos, fracasaremos y lo haremos mal pero no renunciamos así que al final salió algo que puede ser un cuento navideño. Vosotros diréis.
Ella aún duerme desnuda entre los edredones, apenas distingue sus cabellos con alguna cana. El mira por la ventana. Nieva. Nieva con violencia y lleva haciéndolo así toda la noche. Los pinares se ven apenas como un rastro verde entre los copos. Parece que no ha sido tan buena idea pasar el fin de semana en el hotelito rural “en un paisaje idílico”. Tendrá que conducir a través de la nevada para llegar a la cena de Nochebuena. Ha sido un fracaso, íntimo, solitario, pero no por ello menos frustrante. Venía a intentar recuperarla. Sólo queda el divorcio. Esperará a que pasen las fiestas, para ella, que tanto la gustan, está seguro, será un alivio. Acaba de salir de la ducha y de verse en el espejo. No se ha reconocido en ese hombre ligeramente tripudo, en esas bolsas bajo los párpados, con entradas, canas y arrugando los ojos para verse sin gafas. ¿Dónde está él? Desde luego no allí. No es a él a quien ve ella, sino a este otro. Veinte años juntos. Sí, ella tiene los pechos algo caídos pero preciosos, y un poco de culo de más que le sienta muy bien, las patas de gallo resaltan su sonrisa y las canas le dan un aire distinguido. ¿Cuánto hace que ella le pidió hacerlo a oscuras? Al principio gozaban de sus cuerpos a plena luz, pero cuando propuso apagar la luz, él se sintió aliviado, la había visto demasiadas veces fingir un placer que no sentía, que fue un consuelo. Jamás se le negó ni dejó de coquetear con él pero fingía, a pesar de todos sus esfuerzos por mejorar como amante. Ese fue el principio, luego se sintió aliviado por que así ella no podía ver el deterioro de su cuerpo, que empezó a escamotearla. No deja de nevar. Anoche apenas durmieron en una continua orgía en la que todo valía, pero sin verse, él quiso encontrar entre sus brazos, bajo sus labios y sus dedos sinceridad y… ella siguió fingiendo un orgasmo tras otro. Ya apenas hablaban, apenas pasaban horas juntos, ella parecía inventarse tareas para no estar a solas con él. Veinte años dan para conocer a fondo a una persona; ahora no está a gusto con él. Le evita, aunque de vez en cuando le sorprenda con un beso inesperado, o cogiéndole la mano a escondidas. Lo intenta, pero no es como él que necesita tenerla cerca, aunque no le de ese beso ni busque su mano bajo el mantel. Lo intenta con ganas y buena fe, cuando él propuso una escapada navideña, ella sólo puso la condición de cenar con su familia en Nochebuena y comer el día de Navidad con ellos, pero aceptó encantada y hasta eligió el sitio con verdadero entusiasmo. Nada que reprocharle, su abuela pronto cumplirá los cien, a sus sobrinos, ya zánganos, apenas los ve y es el único momento que tiene para disfrutarlos. Además para ella esos días son importantes, siempre lo han sido, y a él le gusta que así sea. Lo intenta tanto como él, pero hay un desapego, un colocarle detrás, del trabajo, de la familia, de los amigos, de todo en suma, que la delata. Se esfuerza incluso en la cama, como demostró anoche. Anoche. Tanto tiempo sintiendo la falsedad de su placer que no hubiera sabido reconocer el verdadero, tanto tiempo sintiendo su piel pegada a él que no hubiera distinguido si era real el deseo o no. Parece que la nevada arrecia. Deberían ponerse en marcha lo antes posible no sea que empeore. En silencio y con todo cuidado recoge las cosas, huele el pañuelo que ayer llevó al cuello, conserva el olor a su perfume, un perfume que él no le regaló. No hay más solución que desaparecer de su vida, quizás así sea menos infeliz, tendrá algo menos de qué preocuparse, podrá velar a la abuela cuando enferma sin tener que llamarle, darle cuentas. El podrá sentarse y contemplar como la promesa que fue se ha ido quedando en mediocridad, fracaso y soledad.
-Cariño. Es hora de que nos vayamos yendo. Hay que llegar a cenar –le susurra cuando ya está vestido y el equipaje hecho.
-Baja y pide el desayuno, enseguida voy –responde demasiado despejada como para no llevar un buen rato despierta. Se hacía la dormida para no verse obligada a hablarle. No la culpa. Nunca ha sido un buen conversador.
Baja las escaleras deprisa y se dirige a recepción para decir que vayan preparando la cuenta y demás, que se van apenas desayunen.
-No lo creo, señor, la nevada nos ha aislado y ya nos han avisado que por lo menos cinco días vamos a estar aislados. Casi siempre ocurre por estas fechas.
Intenta por todos los medios encontrar una manera de que ella llegue a estar con su familia, pero la nevada está siendo implacable y es imposible, a menos que venga un helicóptero etc. pero esas soluciones sólo son válidas para casos de vida o muerte, no para que una mujer madura pase Nochebuena con papá y mamá. Será el disgusto de su vida. La ve bajar la escalera, parsimoniosa y sonriente. Como si lo de anoche… no hubiera sido una farsa. ¿Y si… ?
-Cariño tengo que decirte que
-Que nos vamos a tener que quedar aquí por lo menos una semanita ¿no? A ver, ¿Por qué crees que elegí este sitio? Recuerda que soy meteoróloga, amor mío.
Oh, qué bueno el final. Todo el texto es estupendo, pero ese remate lo borda. Un cuento de navidad "alternativo", realista, íntimo y sin parafernalias. Bravo
ResponderEliminarUn abrazo y....feliz Navidad :-)
¿Cómo no va a ser un cuento de Navidad si tiene nieve y cena familiar? Y no un cuento cualquiera: uno muy bueno. Has estado muy grande.
ResponderEliminarFelices fiestas.
Un abrazo
Querido Joaquinito! Un enorme placer compartir este año contigo, y deleitarme con tus mágicos relatos. Sos un gran tipo, y un gran amigo!
ResponderEliminarMUCHAS FELICIDADES Y QUE TU 2011 SEA TAN BUENO COMO LO ESPERAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
BESOTES GUAPETÓN Y HASTA EL AÑO QUE VIENE!!!!!!!