"Rencor, mi viejo rencor,
rencor tengo miedo
de que seas amor"
Tango
Querida B.:
Hace poco en un blog amigo leí una hermosa entrada sobre los sueños que me hizo pensar en qué sueño. Hablo, naturalmente, de los sueños-sueños, de los de almohada, no de los de los ojos abiertos. Como todos, creo, tengo a lo largo de los años unos cuatro o cinco sueños recurrentes que reaparecen aleatoriamente. De ellos sólo hay uno que no es una pesadilla, tú.
¿Cuánto hace que no nos vemos? Sin duda más de veinte años, yo bajaba Arenal por la acera de San Ginés, tú la subías. Me viste –sé que me viste, yo no paso desapercibido, abulto demasiado y, además, te ví mirarme-, atravesaste la calle sin mirar el tráfico para no cruzarte conmigo y no tener que saludarme. Si te dijera que ni me afectó, te mentiría. Me hiciste mucho daño. Deliberadamente. Aun no teníamos los treínta, ahora, en octubre, has cumplido cincuenta y uno; yo en enero cumpliré cincuenta y tres, he tardado todo este tiempo en comprender el infinito asco que debía producirte para hacer eso. No era necesario, ibas a tu trabajo –sabía donde trabajabas entonces, me lo habías dicho-, un “Hola, perdona pero voy tarde, ya te llamo” hubiera bastado. Algo muy visceral debías sentir hacia mi persona cuando tú, una chica tan bien educada, toda moderación y mesura, hiciste aquello, una repugnancia fuera de control. Espero que los cinco años de facultad sentada a mi lado no te supusieran eso hacia mí, pues lo habrías pasado realmente mal.
Pero volviendo al tema de los sueños. Si te conocí un veinticuatro de octubre de 1977, a las tres y media pasadas y te perdí de vista en 1988, hace pues veintitrés, veinticuatro años ya, algo debe andar muy mal en mi cabeza cuando desde el mes de agosto de 1978 se me viene repitiendo el mismo sueño: estamos en un bar sin rasgos, sólo la mesa y una pared, y tú me dices que me amas. Con estas palabras. Por unos segundos soy el la criatura más feliz entre los nacidos, los segundos que tardo en despertar. Demasiados años para seguir viéndote con las uñas comidas, el pelo negro, esa mirada entre soñadora y perdida y esas camisas enormes de tu hermano que llevabas a clase. Demasiados años para encarar la desolación del despertar; y también para no afrontar lo que ya no puedo por menos que asumir: que fuiste y, a pesar mío, sigues siendo el amor de mi vida.
Pero esto no es una declaración de amor. A estas alturas sería –incluso para mí- demasiado absurdo, tanto como que me creyera que tú no lo sabías esos cinco años compartiendo banco y que esos distanciamientos autistas y repentinos no eran una forma de evitar que pudiera decírtelo-. No, no es una declaración de amor, espero que sea un exorcismo, pero lo dudo. Por desgracia, en mis genes va el ser hombre de una sola mujer y he tenido la mala suerte de que esa seas tú, así que no espero librarme de ese sueño demoledor, afortunadamente no muy frecuente, ni de tu recuerdo.
Es, por otra parte, curioso como desde que acabamos la carrera, tú un año antes que yo pues tuve enormes problemas personales de los que ni eras tú el menor ni quisiste saber nada de ellos por evidentes que iban siendo. Desde entonces, decía, sin vernos y, por supuesto, sin buscarnos, mejor dicho “sin verte y, por supuesto, sin buscarte” nuestros caminos se iban entrecruzando más o menos ocasionalmente: una librería a la que nunca iba tenía justamente el texto que necesitaba y trabajabas ahí; compraba el poster de Aristide Bruant en una exposición y tu me lo cobrabas. Luego fui sabiendo de ti por caminos azarosos por que, a pesar de los cinco años de carrera juntos, nunca tuvimos amigos comunes. Unas reseña de un libro firmada por ti, un comentario en un museo; pequeñas cosas que me informaron de una boda, de un traslado –no volvería a cruzarme contigo; pequeñas cosas que te hacían aun más lejana y ajena. El hecho de que llegara a odiarte demuestra hasta que punto te amaba pero ¿te he comentado que esto no es una declaración de amor?
No, no es una declaración de amor, ahora que lo pienso bien, es más bien una reflexión sobre mi amo, demasiado “amor” para un solo párrafo, por que si es cierto eso que dicen de los enamorados no ven defectos en el objeto de su pasión, yo no te he amado nunca. Incluso en algo indiscutible y evidente como que eras la tercera belleza de las doscientas del grupo tras Vicenta y Ana, yo nunca dejé de ver tus dedos cortos, las caderas altas, los andares incalificables; pero, sobre todo y por encima de todo, esa distancia, ni de mí, sino de aquello a lo que estabas dedicando cinco años de tu vida, tu falta de entusiasmo, para mí incomprensible, ante el hecho artístico cuya única disculpa como dijo Wilde es “amarlo intensamente”. Tu mirada ante cualquier obra, de cualquier estilo, era la de una esfinge indolente. Incluso cuando nos jugamos la materia con aquel trabajo conjunto tu interés no sé si ni siquiera llegó a ser relativo. No sonreías al aprobar ni te enfadabas al suspender, ni te extasiabas ante un cuadro o una música. Por supuesto, nunca pude compartir nada contigo, ni arrastrarte en mis arrebatos entusiastas. Yo iba del destello a las tinieblas, tú permanecías en un gris opaco y polvoriento.
Cuando el otro día al leer la entrada sobre los sueños que te comentaba al principio y recordar que no hace mucho se repitió el madito sueño tuve la ocurrencia de teclear de nuevo tu nombre en google. Apareciste, claro. Resulta que ahora tú, la esfinge opaca, mi amada y odiada, eres un alto cargo en un importante museo, precisamente especializada en lo que yo llamaría mi verdadera pasión dentro del arte. En la reseña no aparece tu doctorado, ya sabemos que a veces se saltan datos, pero me hubiera gustado saber qué tema te hizo involucrarte tanto como para sacarte de tu mayestática mirada pero ¡Tú conservadora de un importante museo!¡Tú!
Yo soy un fracasado laboral y personalmente pero, muy de vez en cuando, todavía lanzo un destello aunque no me valga para nada ni a mí ni a nadie, así que debería callarme pero ¡me sorprendí tanto! Y no debería por que pensándolo bien eres perfecta para el ámbito cultural del país, diseñada para él. Por fin he logrado entender algunas cosas y es que estás creada para la base pútrida y vacua de la cultura oficial ¡Eres tan mediocre!
Un abrazo
Joaquinitopez
Pd: nos vemos en mi sueño.