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sábado, 25 de enero de 2020

¡FELIZ AÑO DE LA RATA!

 
 
¡Feliz año de la rata!
Hoy empieza para una gran parte de la humanidad (realmente una parte muuuy grande) un nuevo ciclo, un nuevo año. El calendario lunar chino abarca, evidentemente, no sólo a China sino a todos los países bajo el enorme poder de su cultura, por citar el más evidente: Japón. De hecho para estos países –hasta donde alcanza mi conocimiento- es con diferencia la celebración más importante del año con mil y un pequeños o grandes actos más o menos ritualizados, casi siempre con un valor social, me explico, visitas, reuniones familiares, etc. ¿Nos podemos imaginar a un país como China de “puente” para reunirse las familias? Traducido a la española: un atasco de dimensiones desde aquí apocalípticas. Afortunadamente para ellos su organización y su mente confuciana les ayuda a sobrevivir a lo que con otra mente sería un cataclismo. Aunque este año toca susto de coronavirus y, parece ser, se van a reducir un tanto las celebraciones.  En fin que es una fecha clave.
Tanto los años como las horas están marcados por un animal, sobre cuyo orden, al menos en los años no está claro. Tampoco importa mucho pues como buen zodiaco es circular y se empiece por donde se empiece se acaba en el mismo sitio. Los doce animales clave son:
  • La rata (o el ratón)
  • El conejo (o la liebre o el gato)
  • La cabra (o la oveja)
  • El cerdo (o el jabalí)
  • Si ante la cultura egipcia nos abruma su permanencia ante la cultura china ya no es posible más término que vértigo por muchas razones pero sobre todo por su antigüedad y por su inmensidad geográfica. Está claro que no voy a entrar en grande cuestiones sobre tan oceánica cultura solo quiero reseñar que durante tanto tiempo y en tanto espacio se han acumulado religiones, mitos, leyendas, personajes a caballo entre lo uno y lo otro de un modo que hace casi necesario entrar con machete y en plan explorador en ese universo. Evidentemente, y lamento decirlo, el inmenso peso de Confucio y sus discípulos marca y unifica relativamente todo este maremágnum. La combinación de Confucio y Marx han convertido a China en lo que es hoy, que cada quien la califique como quiera, pero para bien y para mal la combinación de ambos pensamientos forman un bloque invencible pues contradiciéndose se sostienen. Algo asombroso desde nuestro punto de vista pues nada hay menos revolucionario que las ideas confucianas ni nada hay más revolucionario que la obra de Marx (otra cosa son los seguidores de uno y otro que han venido haciendo sobre poco más o menos lo que les ha venido en gana). Sólo Oriente puede hacer estas cosas.
Todo este preámbulo es por qué quiero contar una vieja leyenda que, de nuevo, contradice lo dicho anteriormente. En ella no existe el año del gato y en lugar de comenzar el ciclo por la rata, ésta es quien cierra el ciclo.
Cuando el gran Dios (no le pongamos nombre por que así, a pelo, podemos liarla dada la superposición que mencioné antes) decidió establecer el ciclo del zodiaco proclamó que los doce primeros animales que llegaran a su presencia tendrían dedicado un año en el ciclo. Es de suponer que el primero en llegar sería el poderosísimo Dragón, pero más nos interesa quien llegó el último.
Para llegar a presencia del Dios había que pasar una masa de agua (mar, lago, río) y cuando ya habían llegado la mayoría de los animales se encontraron en la orilla la rata y el gato. La rata propuso al gato que puesto que el gato es mucho mejor nadador que ella, que no les guste el agua es otra cosa pero nadar, nadan bien, ella se subiría en el lomo del gato y ambos se presentarían juntos ante el Dios. Ingenuamente el gato aceptó y llevó en su reluciente lomo al roedor, sin embargo, éste en lugar de cumplir lo pactado saltó del gato apenas antes de llegar a la orilla y corrió dejando atrás al confiado felino para presentarse sola ante el Dios. Así consiguió ser uno de los doce animales del zodiaco y así el gato se quedó fuera. Enfurecido comenzó a perseguirla y, que sepamos, la persecución aun dura de ahí la mortal enemistad entre gatos y ratas y ratones. Ya puestos habrá que decir que tal persecución ha sido uno de los mayores beneficios de la humanidad pues nada hay mejor para extender plagas que las ratas y nada mejor para combatir a las ratas que los gatos.
De nuevo la casi eterna sabiduría china.

lunes, 20 de enero de 2020

ENERO

Rockwell enero 1936

Enero deriva de Jano. El dios bifronte que mira al pasado y al futuro. Nada que no sepamos todos, pero para algunos tiene más sentido que para otros. Cada cambio de año, y más últimamente, viene siendo como asomarse a un pozo por el que no sabemos si bajaremos o caeremos pero en cualquier caso abismal e intimidante y en mi caso, como en todos los nacidos en este mes, mucho más pues no es la clásica evaluación global del año que acaba sino de tú año. Los años son infinitos, tus años, no.
Bueno, casi no hay que decir que hoy cumplo años. Sesenta y uno para ser exacto y es curioso, me siento más joven (y hasta sano) que a los veinte. No se debe a que lo esté, que no es precisamente la salud una de mis posesiones, sino que la falta de salud actual es mucho más tolerable que la de entonces incluso siendo más seria y grave llegado el caso. Sin embargo, números cantan, tienen esa jodía costumbre, y los que tienes, tienes y menos mal que los tienes que peor es no llegar. El caso es que resulta casi imposible no hacer balance del último año, y, peor aún, de los otros. Por que los años al igual que las oscuras golondrinas vuelan y no volverán (afortunadamente en muchas ocasiones). De repente el crío que te pedía protección de la furibunda ira materna por ponerse un pendiente está pensando en poner un chip a su hijo no nacido aun. ¿K’apasao? Se dice uno que no termina nunca de aterrizar en estas cosas. Tus amigos sanos que siempre envidiaste están hechos una pena, penita, pena mientras –en mi caso disfruto de mejor salud que nunca pese a las diversas patologías-, hundidos hasta ahogarse en agobios tontos o no tanto mientras la terapia me ha sacado en un setenta por ciento de una depresión trabajada durante treinta y tantos años y tengo mucho mejor estado de ánimo que ellos. ¿K’apasao? Vuelves a preguntarte y te ves como un marciano en un mundo vuelto del revés. A ver: el enfermo deprimido y apocado ¿no era yo? Y vosotros los que hacían cobrar el sentido a la vida aunque no fuera a la mía ¿Andestáis? Vamos que uno anda como vaca sin cencerro entre la gente de “toda la vida” sin reconocer a nadie. Los progres se han vuelto carcas, los carcas, difuntos, los difuntos, más y los otros ya ni saben ni sabes qué o como son.
Por cierto ¿alguien sabe donde narices he estado yo estos últimos treinta y siete años? Por que, aquí, el abajo firmante, no tiene ni idea. Sólo sé seguro que no fue ni Jauja ni cosa parecida, más bien una especie de País de las Maravillas de Alicia: un absurdo en el que no me reconozco y a ese que sé que he sido yo ni le comprendo ni le tengo el menor cariño pese a tener sus mismas ideas. Sí, una especie de Pais de las Maravillas pero diseñado por Poe y Lovecraff, en la el pozo y el péndulo eran casi más habituales que el “Que le corten la cabeza” . Desde hace años llevo la lista de lecturas que voy haciendo, pues cuando la repaso y veo títulos con calificaciones altas (las califico para mi uso personal) que ni recuerdo haber visto ni por la tapa. Los cojo y veo que están anotados, subrayados y hasta con hojas con comentarios de mi puño y letra. “¿Andehestao?” me pregunto. Luego decido que si no los recuerdo será por algo y me prometo –en falso- volver a leerlos.
Sin embargo, este año es especialmente desconcertante. Hace un año tenía una serie de expectativas y esperanzas. Lo de siempre, te propones una serie de cosas y no consigues ninguna, ya. ¿Qué pasa cuando las cuatro o cinco cosas por las que has peleado durante ese año y otros anteriores se cumplen? Los deberes están hechos. He cerrado capítulos pendientes, he cumplido compromisos postergados, he logrado un gato, bueno, una gata, y hasta he dejado que dejen de decirme lo que tengo que hacer. En una palabra: me he quedado sin objetivos claros y otra vez como vaca sin cencerro, pero bueno, habrá que buscarse uno, digo yo.


martes, 7 de enero de 2020

¡FELIZ AÑO NUEVO!

Sí, ya sé que es un poco tarde pero, seamos sinceros, ¿no es a partir de hoy cuando la vida va recuperando su rutina? al menos en las zonas donde la Epifanía sigue siendo fiesta. Pues entonces aun estamos a tiempo de desearnos lo mejor. Además "De la Inmaculada a San Antón, Pascuas son", decía el viejo dicho.
He estado un tanto ausente del blog y no por que me haya ido de orgiásticas vacaciones o celebrando bacanales llenas de vicio y perdición, ni siquiera por que me haya enredado en reyertas a navajazos con la familia, que siempre hace tan navideño. No, simplemente no estaba yo para compartir o contar nada.
Estas han sido las Navidades de La Gata. Se va adaptando pero la está costando muchísimo y a mí con ella, de manera que gran parte de la energía navideña se me ha ido atento a ella. Se llama, oficialmente, Nubia, pero viendo la especial (especialísima relación entre ella y yo: yo pendiente de ella y ella ni puto caso) he decidido cambiarla el nombre. Cleopatra, Jezabel, Gilda, Circe, o incluso Bette Davis han estado en la lista, todas brujas de alto nivel como veis pero, la jodía, con perdón, es tan repajoleramente bonita y tiene una carita tan de Meg Ryan pre-quirófano (o sean, angelical) que al final se está imponiendo "Chiquitita", como la canción de Abba. Soy un tierno-ñoño, lo sé. Y eso que no me ha dejado todavía acariciarla, si llega a ser mimosa no sé yo.
Bueno, problemas gatunos aparte he conseguido desorganizar lo desorganizado, perder lo que ya no se podía perder más y liar más los nudos gordianos. Vamos que vivo en un puto, con perdón, caos de tres pares de narices donde no encuentro nada, así que paso de buscarlo. Floto en el caos y a veces encuentro algo que coincide con algo parecido a lo que busco. Mi loquera dice que tal como tengo mi entorno tengo mi cabeza, espero que se equivoque o estoy como un cencerro.
Y luego han estado las averías: el DVD, dos pares de gafas, desperfectos navideños varios, la silla de ruedas y, de remate, la pluma. Si, soy de los que escriben a pluma y la que vengo usando me dura dos años pero me vale noventa euros de vellón y no está la Magdalena para tafetanes gastadores. O sí. Vaya usted a saber. Vamos, que no me ha dado la cabeza para meterme por aquí y dejar alguna cosilla así que, de momento: Feliz Año Nuevo