Hoy hace años que murió Don Paco de Goya y Lucientes. Le llamo así por que tenemos confianza. Cada mañana, apenas abro el ojo, le veo sobre mi mesita de noche con su proverbial cara de mala uva y lucidez de ilustrado desengañado. Parece talmente que está entendiendo la radio y su ristra de estupideces llamada boletin informativo.
Tirando del hilo he llegado a la conclusión de que nadie en el mundo puede decir más cosas y de manera más directa que los artistas, pero no los artistas de las artes mayores necesariamente. Goya tenía mucho de recopilador de la actualidad de su época, de crítico social y ético, de denuncia de un tiempo que sólo su pincel ha hecho eterno, tanto que la mayoría de sus obras podrían ilustrar cualquier diario hoy mismo. Delincuentes de guante blanco, delincuentes en general, religiosos fanáticos, papanatas, crédulos, prostitutas de diverso nivel y demás fauna ibérica parecen haber salido de sus cuadros, haberse pasado por una tienda de ropa más moderna y seguir luciendo sus habilidades por nuestros paseos, teatros y, en el caso de Madrid, túneles. ¡Si la de Alba levantara la cabeza y viera lo que se ve ... estaría en su elemento!
Son en gran medida los artistas a pie de calle, como lo fue el propio Goya con sus obras como Los Desastres de la Guerra o sus tapices quienes mejor pueden expresar lo que es un país y una cultura en un momento determinado, quienes más fuerte pueden gritar lo que ven por que nadie les hace mucho caso y menos aún si ese grito queda enmarcado o enjaulado en el amplio y poco valorado campo del Humor. Goya quizás tuviera un puntito de humor que con el tiempo se haya diluido en la memoria colectiva pero lo dudo.
Hoy, entendiendo por hoy los últimos días, encuentro como tantas veces que quien mejor retrata nuestra sociedad, son los humoristas gráficos. El Duelo a Garrotazos de Goya sigue siendo tan válido ahora como entonces y su versión forgiana con el Duelo a Cubos de Mierda también. Más dolorosa por certera y cruel es la visión del Roto de ayer en El País. Sin embargo, ningún tratadista o pensador podrá decir más con menos ni describir la desolación interior del ciudadano que asiste, entre pasmado e irritado, al patético espectáculo de esta sociedad. No es una entrada de protesta o de queja o de denuncia. Es una entrada homenaje a estos grandes de nuestra cultura. Es un homenaje a quienes tan bien nos retratan aunque nos dejen un merecido regusto amargo en el paladar.