Ilustración divertida de la más simple de las interpretaciones del tema: el gallo, con su ya célebre indiscrección, hubiera sido el primero en saber del Nacimiento y lo kikireó a todo el mundo, primero a la mula y el buey y luego a los pastores. De ahí su presencia en el Portal.
Hoy hablamos de otra figura del tradicional Pesebre,
sin tanta parafernalia como el caganer
dichoso, sin tanta carga como los pastores y que, normalmente no vemos en los
grandes Belenes, no por qué no esté sino por que pasa desapercibido. En los
nuestros, los caseros no es pieza imprescindible ni se tiene en cuenta
habitualmente y aunque lo coloquemos si tenemos suficiente espacio, nunca en el
lugar adecuado ni con el sentido debido. Me estoy refiriendo a la gallarda
figura del gallo.
De
entrada no nos puede sorprender que el Gallo tenga mayor importancia de la que
nos parecía al verle en el gallinero de la granja que ponemos en la esquina
llena de pollitos y demás, cuando la misa de Nochebuena es llamada Misa del
Gallo. Wiki nos resume la cosa más o menos así: “Sixto
III (siglo V d.C.),
introdujo en Roma la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a
medianoche, “en seguida de cantar el gallo”, en un pequeño oratorio, llamado
"ad praesepium", "ante el pesebre", situado detrás del
altar mayor de la Basílica de
Santa María la Mayor
de Roma. Esta expresión se debe a que los antiguos romanos denominaban el Canto
del Gallo al comienzo del día, a la media noche. Se quedó con el nombre de Misa
de Gallo la misa que se celebraba a esta hora.” Vayamos un poco más allá. Santa
María La Maggiore en Roma está construida sobre un templo a la Diosa Frigia
Cibeles cuyo amante, Atis, se autocastró enloquecido por la diosa que,
arrepentida hizo que se encarnara en un pino siempre verde. O sea, que al igual
que los resucitados por Esculapio, hijo de Apolo, dios de la Medicina y a quien
hasta Sócrates ordenó ya con la cicuta dentro que se sacrificara un gallo, Atis
muere y renace y lo hace “acompañado”, por así decirlo, de un Gallo. Aunque como animal doméstico, o casi, el
gallo sufre una especie de poder sobrenatural en estos casos tiene un papel
(aunque suene gordísimo) de psicopompo, osease: ser que acompaña al alma a un
nuevo renacer. Si a eso añadimos la evidente carga solar del animal –incluyendo
aquel asuntillo con Ares, Afrodita y Hefaistos-, que las celebraciones de Atis
se celebraban en el equinoccio de Primavera, como las de Adonis, que también
tiene una muerte “genital” y que vienen a coincidir con nuestra Semana Santa.
Por otro lado para que el cristianismo fuera definitivamente adoptado por
Constantino como religión oficial del Imperio romano hubo que hacer ciertas
concesiones a los cultos solares que estaban bajo sus muy diversas formas en la
sociedad romana (incluyendo las orgiásticas lupercales), concesiones que se
asumieron pronto por el cristianismo y que hay que mirar dos veces para darse
cuenta de que no le son propias.
Sumando todos estos elementos tenemos en el gallo de
nuestros pesebres que debería ocupar un lugar más destacado un elemento
esotérico de primer orden al ser heraldo, no solo del Sol, sino del nuevo
tiempo que la llegada del Mesías. Pero no sólo heraldo sino también compañero
del camino hacia la luz que con él llega.
Existe siempre la lectura puramente cristiana,
normalmente bastante más siniestra, que aquí cabría al considerarse la
aparición del gallo como prefiguración de la aparición evangélica del gallo
durante la pasión de Cristo: las tres negaciones de Pedro, piedra angular de la
Santa Madre Iglesia, pudiéndose interpretar así como emblema de permanencia del
nuevo mensaje que llega con el niño al portal.
Pongo este portal como ejemplo de donde debe estar situado y donde casi nunca lo colocamos el gallo en nuestros pesebres domésticos. Arriba, a la derecha sobre el tejado del portal le vemos.