Fue una mañana, como tantas, se levantó, fue a la cocina y puso la cafetera, se quitó el pijama y se enjabonó la cara frente al espejo, tiró el calzoncillo al suelo y se dio una ducha rápida. Iba bien de tiempo así que desayunó tranquilo. Se vistió meticulosamente el traje, la corbata, los zapatos y volvió al baño a peinarse. Entonces lo supo. Se agarró al lavabo con ambas manos y agachó la cabeza ahogando quizás un quejido, quizás un sollozo. Cuando levantó la cara ya estaba seguro de que en su vida jamás volvería a haber alegría.
[Gracias por vuestros comentarios y consejos, parece que de momento no dan resultado, así que iré respondiendo a ellos mediante esta vía]