El libro es más bien pequeño, negro de tapa dura y con una
imagen de una cerámica griega clásica. Podría ser un Dionisios.
Llevo toda la vida estudiando y, a menudo, siento que soy
profundamente ignorante.
Del autor sólo había leído el poema con que Terenci Moix
prologaba “No digas que fue un sueño”.
Mal recuerdo.
Lo compré en un puesto de saldos, un euro creo que me costó.
Quería conocer la obra de la que hablaba tanta gente.
Sin embargo, lo almacené en un armario, en espera de tener
un momento adecuado para leerlo.
No me gusta leer poesía por que o bien no me entero de nada
o bien se me clava haciéndome mucho daño. Por eso nunca encontraba ese momento
idóneo para el autor del libro negro.
Ahora, en un momento personal incierto e inevitable que me
tiene lleno de ansiedad, incertidumbre y ansiedad difícilmente controlable no
es el momento adecuado sin duda para afrontar la poesía teniendo en cuenta los
efectos que tiene en mí.
Estoy leyendo unas memorias de un hombre fascinante, Donald
Keene, pero la otra noche estaba ya en la cama cuando me di cuenta de que el
libro se me había quedado en la bolsa donde lo había llevado al hospital, las
esperas con libro son menos esperas. Así que abrí la puerta del mueble que
tengo al lado y, a bulto, cogí un libro.
Era el libro negro, Kavafis, “Obras selectas” (no me gusta
el “selectas” ¿selectas según quien?) edición de 1999 con mi sello personal y
el sello de la fecha 2006. Seis años esperando que le cogiera.
Es curioso, cuando estoy en un momento lóbrego, quizás ese en
que la vida da un quiebro y te demuestra que ya sólo te queda por delante
“dolor y vida”, consultas de médicos, salas de espera y oír hablar sólo de
enfermedades y muerte.
Cuando te demuestra tu fracaso personal y tus errores, nunca
tus aciertos, cuando tienes que enfrentarte a todo eso y tu mente comienza a
querer expresarlo con palabras abres un libro que compraste hace seis años, con
un poco de pedantería y otro poco de culpa y descubres que lo que quieres
decir, todo lo que se te agarra al pecho y te ahoga metafóricamente, claro, ya
lo ha dicho el poeta.
Quieres llorar y no puedes. ¿Llorarías por él que sintió lo
mismo o por autocompasión?, ¿acaso por ser tan inútil que ni sabes expresarlo?
Entonces comprendes hasta qué punto tenían razón quienes de él
hablaban y no llegas a entender como no le conocías. Ha llegado en su momento. Justo
para dejar sentado en dos poemas breves el fracaso profundo y el abismo en que
me encuentro.
Pero no sólo eso, también mi torpeza al pensarme creador.
MUROS
Sin ninguna consideración, sin piedad ni vergüenza
alzaron muros a mi alrededor, gruesos y altos.
Y ahora me siento aquí tan desesperado.
No puedo pensar en otra cosa: esta suerte roe mi mente…
pues tenía tanto que hacer ahí fuera.
Cuando alzaban los muros ¡como no pude notarlo!
Pero nunca oí las construcciones, ni un ruido.
Imperceptiblemente me encerraron desde el mundo exterior.
UN ANCIANO
En el ruidoso interior de un café, cabeza inclinada
sobre la mesa, un anciano sentado solo,
un periódico delante de él.
Y en la miserable banalidad de la vejez
piensa en lo poco que disfrutó de los años
en que tenía fuerza, talento y buen aspecto.
Ahora sabe que ya es viejo: lo ve, lo siente.
Aún parece como si fuera ayer cuando era joven.
El tiempo ha pasado tan rápido, ha pasado tan rápido.
Y piensa como la Discreción le engañó
cómo solía creer, tan estúpidamente,
en aquel embuste que le decía: “Mañana. Tienes mucho tiempo.
Recuerda impulsos frenados, las alegrías
sacrificadas. Cada oportunidad perdida
se burla ahora de su estúpida prudencia.
Pero tanto pensar, tanto recuerdo
aturde al anciano. Cae dormido
su cabeza descansa sobre la mesa del café.
Seguro que no soy el único que se siente así, no pretendo
serlo ni ser original siquiera, ya no, ya he comenzado a renunciar incluso a
eso. Simplemente quería recoger aquí, compartir cómo un hombre puede ser tan
universal como para expresar hace tantos años con tanta exactitud lo que
siento, sentimos, hoy.
Quizás la entrada sea una majadería. Seguramente. Pero tengo
por lo menos la disculpa de la belleza de los poemas.