En alguna ocasión ya he hablado de mis abuelos y no bien. Pues el caso es que, como diría la Pantoja, hoy quiero confesarme: me parezco, a pesar mío, a uno de ellos. Este hombre tenía dos aficiones principales, hasta que cayó en la adicción a Marcial Lafuente. La una era leer y corregir las esquelas de ABC y digo corregir por que la segunda de sus aficiones era todo el asunto de nobleza, títulos y demás. Mozo de cuota hizo la mili de escribano en Palacio, corrían los últimos tiempos del nefasto reinado de Alfonso XIII, así que tuvo ocasión de no sólo de informarse sino de conocer en vivo y en directo a los Grandes de España y demás. Yo no, por supuesto, pero el tema me apasiona. A la que me descuido me encuentro buscando en la red con quien demonios se casó el Archipámpano de las Galias en 1723 y de quien era hijo (oficial). Aun me emociono pensando que mi abuelo pudo ver a La Chata vestida de papagayo como decía Valle Inclán con su habitual mala leche sobre el gusto indumentario de nuestra castiza Infanta. Huelga decir que mi abuelo era monárquico siempre que no costase demasiado esfuerzo, no vayamos a pensar que… hizo algo alguna vez en su vida. Lo malo es que yo también.
Reconozco que me hice monárquico desde mucho antes de que existiera la opción. Los reyes, para mi mente gilipollamente glamourosa y estúpidamente preadolescente, tenían mucho más glamour y savoir faire que los jefes de estado. El caso es que ahí me quedé: monárquico pa toa la via.
La historia desde el 75 no sé si me da la razón o no, pero no me la ha quitado. Hasta ahora. Me considero un hombre inteligente –dentro de un orden- y muy capaz de reconocer un error. Por eso no puedo si no lamentar lo que está pasando con la monarquía. Claro que todo eso es superficial y frívolo al lado de lo que está pasando en las calles, no lo pierdo de vista, pero si la gente pasa media vida parloteando sobre futboleros yo puedo hacerlo sobre algo que a la larga puede llegar a ser más importante.
Por supuesto no voy a entrar en el debate Monarquía o República, no gracias. Demasiadas broncas me ha costado para entrar al trapo a estas alturas, ambas opciones han sido nefastas para la humanidad y ambas han dado lo poco bueno que tiene la humanidad.
Durante al menos veintiséis o veintisiete años la Corona española ha tenido un comportamiento, no diré que ejemplar, al menos digno y, por encima de todo, discreto. Ya sabemos que lo importante de la mujer del César no es ser decente sino parecerlo. Quiero decir que en una familia, en cualquier familia hay de todo como en botica, pues las familias regias no creo que nadie piense que son una, la única, excepción. Las cosas han cambiado.
Es lamentable que un hombre con una vida personal que no ha sido un camino fácil, aunque, eso sí, necesidades no ha pasado, precisamente, que ha desarrollado un oficio en tiempos realmente difíciles, que ha dado la talla durante tanto tiempo, ahora, precisamente ahora, haya dilapidado el caudal de prestigio personal y, en cierta medida, el institucional, ahora, cuando por la edad tenía que ser aún más respetado. El día que se hizo público el accidente en la ¡cacería de elefantes! Pensé que la monarquía estaba finiquitada. Desde entonces la cosa ha ido a peor. No tengo que enumerar todo lo que está pasando, no es necesario, pero resulta tan triste ver un personaje que podía haber pasado a la historia como pieza clave del gran cambio que supuso la transición vaya a hacerlo salpicado no sólo por sus escándalos personales –sí, digo escándalos- sino por, al menos, al menos no haber atajado los juegos sucios y trapicheos con dinero no siempre privado de su entorno. Ayer ambos mundos, el personal y el juego sucio que le rodeaba encontraron un punto común: Corinna. El asunto suena como lo de las versallescas damas que pasaron a la historia, claro que ellas no eran empresarias. Matices. Personalmente no suelo dar importancia a la rumorología sobre estos temas por que los entiendo como de ámbito privado pero leí ayer para enterarme de donde venía esta “Princesa” (ya he dicho que el tema dinástico me apasiona) en Santa Wikipedia esta cita: “La revista ¡Hola! publicó en su portada en 2011 imágenes de una cena del rey con sus tres hijos, en ausencia de la reina Sofía, la princesa Letizia, Iñaki Urdangarin y Jaime de Marichalar. Según algunos confidentes, en ella el rey habría comunicado a sus hijos su relación con Corinna”. En este punto junto con las declaraciones de ayer en no sé qué revista de la susodicha, el asunto deja de ser privado.
Lo más terrible es que todo esto ocurra ahora, cuando el país está pasando una situación terrible no sólo económica sino de desprestigio institucional generalizado a causa de una no menos generalizada corrupción. Precisamente ahora es necesario, imprescindible, que alguna de las instituciones conserve un átomo de prestigio. Cuando el Estado está siendo desmontado por los poderes fácticos más o menos descaradamente y cuando se han producido cosas como esta:
(http://politica.elpais.com/politica/2013/02/27/actualidad/1361994938_586044.html ).
Que precisamente ahora la Corona no sepa salir del atolladero en el que se ha metido solita, ya no es algo que preocupe sólo por las consecuencias sino que, hablo por mí, me parece tristísimo una trayectoria como la del Monarca y el más largo periodo de estabilidad democrática española (por mucha deficiencia democrática que haya que hay mucha) vaya a acabar así. Hace tiempo, repito, di la monarquía por perdida pero por lo menos debería plantearse enfrentarse a este proceso de desprestigio de algún modo serio y coherente. Nadie me paga para buscar los medios, pero hay gente, seguramente demasiada, que sí cobra por ello: pues que hagan su trabajo, y rápido, antes de que la única salvedad de la noticia que he recogido en link (¿se llama así?) pierda el menguante prestigio que le queda.