Este día ofrece un montón de motivos no sólo para indignarse sino para, incluso, salir a la calle contra todo, y digo todo, lo subrayo
todo, lo grito TODO, tanto que da para varios volúmenes de papel biblia, si hay alguien que recuerde que era el papel y que era el papel biblia. Cuando caiga el sistema definitivamente o cuando vuelva la sensatez lo recordarán o aprenderán.
Pero voy a empezar por algo muy obvio. Indignación con los medios y la opinión pública o, mejor dicho, la atención pública.
El día 6 hizo 79 años del bombardeo de Hiroshima, algo no sólo lamentable por el aspecto humano y por el olvido voluntario al que fue sometida la historia de este episodio sino extremadamente importante para toda la humanidad que se encontró, por fin, lo que tanto había estado buscando: una forma de destrucción total y definitiva y no supo como manejarlo. Ese día cambió el mundo para siempre y radicalmente. Sin embargo, entre ese nuevo opio para el pueblo, la plebe, la masa, o simplemente los que pagan que es el pseudodeporte y el pseudolimpismo, y las pretensiones de pequeños intereses nunca claros ni limpios nadie se ha acordado de ello.
Los medios de comunicación, como la iglesia, son culpables no sólo de lo que hacen o dicen sino, sobre todo, de lo que no hacen o callan.
Habría que recordarles que son "medios de comunicación", no de "ventas a cualquier precio".
Habría que recordar a la gente que lo que tienen debajo de la gorra de su equipo vale para pensar con independencia y no sólo para admirar (y pagar) músculos y arrogancias.