Ante todo Uno: muchas gracias por tu aportación para solucionar el problema, el caso es que lo he intentado tres veces y no hay manera. Hasta que hagan algo o surja algo nuevo seguiré respondiendo vuestros comentarios en entradas independientes. Todo antes de renunciar a ellos.
El caso es que hace poco hablando con una amiga me recordó este viejo cuento del año 91 y decidí compartirlo aquí, dado que mi lado literario anda no bloqueado pero si revueltillo últimamente, más bien como vaca sin cencerro.
LA COLCHONETA INFLABLE
Pepe siempre lo ha dicho: "las vacaciones con la familia en el mes de Agosto son el mejor medio para apreciar la belleza de ocho horas en la oficina". Siempre lo ha dicho pero desde que nació Mari Pili (cumplió once años en Mayo) el bueno de Pepe pasa el mes de Agosto en un pueblo playero-turístico con su mujer, Lola, sus tres hijos, (Mari Pili, Juanito y Pepito), su suegra, doña Lola, su suegro, don Juan, y su cuñado veinteañero, Juan, que no está haciendo la mili por las doce dioptrías que Dios le dio. Todos en una casa alquilada. Justo enfrente hay un hotel donde se hospedan este año las dos hermanas de Lola, Pilar y Maria, sus maridos, Pedro y Javier, y sus cinco hijos que Pepe ya no sabe relacionar con sus progenitores. Ivan, Vanessa, Lorena, Pelayo e Iñigo forman con sus tres vástagos una pequeña horda de menos de diez años, a excepción de Mari Pili (y bien sabe Dios que tanto Lola como él preferirían que tuviera seis años menos); horda incontrolable y potencialmente peligrosa para nuestro Pepe pues, por alguna misteriosa razón más allá de las capacidades del humano cerebro, es el único adulto ante el cual la bestia de ocho cabezas parece presentar una mínima respuesta.
Lo primero que oye Pepe en la mañanita veraniega, después de dormir unas tres horas por obra y gracia de las motos con escape libre, son las arcadas convulsivas de Maria que, se me había olvidado mencionarlo, está de cinco meses aunque por el volumen de su vientre (para ella "bombo") y los casi veinte kilos de más haga pensar que está por lo menos de doce. La pobre se levanta muy tempranito por que el calor no la deja dormir, se da un paseito por la playa y se va a casa de mamá para pasar la mañana más fresca. Allí la sorprenden los vómitos mañaneros que hacen que su cuñado sea incapaz de desayunar durante un buen rato. Habitualmente cuando se le va sentando el estómago a Pepe suelen llegar Javier y sus dos chicos que, con la larvada rebelión del intruso que se dispone a traer al mundo su madre, están especialmente histéricos aunque, eso si, frescos como lechugas.
-Tío Pepe, tío Pepe, tío Pepe, ¿vamos a ir a pescar cangrejos?, ¿vamos a ir a pescar cangrejos?, ¿vamos a ir a pescar cangrejos?, ¿vamosairapescarcangr..
-Tío Pepe, tío Pepe, tío Pepe ¿nos vas a llevar al cine? Ponen "Viscosidad verde" y "Locademia de camioneros XVIII".
-No, no, no. Mi papá- interviene Mari Pili con su voz tres notas más aguda de lo soportable por el oído humano- nos va a llevar a ver "Masacre espacial" y "Holocausto salvaje" que se ven las tripas de la chica saliéndosele por aquí.
-Pues en "Salvaje y biónico" al prota le sacan los ojos.
Lógicamente las tostadas que se disponía a comer Pepe son abandonadas en el plato, no por mucho tiempo. "Pepe ¿no te comes las tostadas?, es que he vomitado el desayuno y…". Si Pepe se quedase vería a María desayunar de cuatro a cinco veces y supone que por eso Javier se va a pescar con don Juan. Antes de que nuestro hombre acabe de enfundarse la camiseta verde fosforito que le compró Lola y el bañador que también le compró su mujer, aunque no consigue imaginar de qué demonios se quería vengar al comprárselo, ya han llegado Pedro y Pilar con sus descendientes que se suman a la polémica cinematográfica proponiendo nuevos títulos del mismo tipo; Pedro zanja el debate mientras Lola termina de preparar a Pepito que sólo tiene diez meses: "Vuestro tío os llevará esta noche a la feria". Cuando Pepe asoma la cabeza para defenderse y proponer a su cuñado que los lleve él para variar, Pedro ya se ha ido."Tenía que ir al banco. Pepe llévate a los niños pronto por favor, mamá tiene jaqueca y con ellos en casa no hay quien haga nada. Anda chico que Dios te lo pagará con una buena mujer" interviene Lola.
-Ya la tengo, eh Pilar, ¿verdad que me llevé lo mejor de la casa? Por cierto, cuando veas a tu marido le dices que los bancos suelen dar más de cinco mil pelas diarias.
-No sé por que dices eso, por....
-Papá, papá, papá, papá, Vanessa ha desinflado la colchoneta.
-No es cierto, mentirosa, ha sido Lorena.
Tras un crescendo de pitos, perdón, voces de las niñas acaban las tres llorando y Pepito, que se entretiene tirando a su padre del vello del pecho, empieza a hacer pucheros. "Está bien, está bien, no importa" ataja Pepe antes de que el Benjamín demuestre su ya comprobada y muy considerable potencia pulmonar. "La inflaremos en la playa. Ivan búscame el inflador".
-Se lo ha llevado Javier para el cojín de papá, ya sabes que fuma tanto que no tiene fuelle.
"Lo que no tiene es vergüenza" está a punto de disparar Pepe, bastante harto de subir al tal Javier al hotel borracho perdido una noche si y otra también, pero se calla por que respeta mucho a las mujeres embarazadas y por que no quiere que doña Lola le diga que encizaña los matrimonios. Pepito le saca del aprieto con un contundente tirón que le despoja del último mechón (es una exageración) de pelo que le quedaba en el pecho."Cagón tu padre". Por alguna misteriosa razón Pepito se monda de risa y, claro, su padre también.
-Pero chico, no hagas eso que ya es bastante lo calvo que se está quedando tu padre.
-Papá, papá, papá, papá ¿llevo la pelota gande o la ota?.
Afortunadamente al coche no le da el sol todavía y mientras piensa que ¿que es eso de que se está quedando calvo que ha dicho Lola?, carga el utilitario con: tres sombrillas, siete flotadores ya inflados (gracias a Dios), tres butacas plegables, un número indeterminado de esterillas de paja, la bolsa con el equipaje personal de Pepito (pañales, biberón, cosméticos protectores, sonajero, chupete normal y el Mickey Mouse de goma cuya oreja ejerce de chupete extraoficial), otro número indeterminado de cubos, palas y moldes de plástico, la colchoneta desinflada y, finalmente, los ocho críos cargados con tres bolsas rellenas de potingues y varias docenas de toallas. Las niñas equipadas con unos bolsos que tuvo que comprarles la tarde anterior, los niños armados con varios tipos de pistolas de agua y Juanito con las dos pelotas ya que su padre no se ha decidido a decirle cual debe llevarse. Pepito es sujeto por Mari Pili y por la Ley de Impenetrabilidad de los cuerpos y Pepe, de alguna manera, consigue sentarse ante el volante.
La playa está cerca pero aun así prefiere llevarles en el coche a tener que organizarles como porteadores de un safari y controlarles como a una recua por las aceras. "Ivan, a ver si puedes dejar el parabrisas libre que no veo, eso es, aparta un poco más la silla. Vale. El retrovisor ya le ofrece una amplia panorámica de la calle. Arranca. Lo malo es que también le ofrece una vista de su amplia frente. "Oye, pues si parece que tengo entradas, me habré peinado mal, no, no me estoy quedando calvo, diga Lola lo que diga".
-Papaaaaaaaaaaaa, la motoooooo.
No es nada pero el frenazo supone la rebelión a bordo. "Casi le aplastamos ¿verdad tío? "Y se hubieran llevado al tío a la cárcel". "Si como en "Acorralado"”. El día que crezca Ivan, o se hace crítico de cine, o le van a partir los morros más de una vez si sigue haciendo estas referencias cinematográficas. "No impota, le llevadiamos una lima". Juanito por lo menos aporta soluciones aunque ya va siendo hora de que aprenda a pronunciar la erre. "Ay, no que si se escapa le pegan un tiro por la espalda". Vanessa, rica. "Es cierto, es cierto, es cierto, que lo vi en una película. No le llevaríamos la lima, por que nos llevarían a un internado y mamá se moriría de vieja a la puerta de la cárcel". ¿Cómo puede ser tan bruja la propia hija de uno?; por cierto habrá que llevarla a un otorrino, ese pito tiene que ser patológico.
Consigue, no sin bastante esfuerzo, encontrar aparcamiento e incluso colocar aceptablemente el coche en él. Ahora si que hay que convertir a los chicos en porteadores. Ivan, las sombrillas; Pelayo, la colchoneta y dos flotadores; las niñas, las bolsas y sus flotadores respectivos y Juanito sus dos pelotas y su flotador en forma de pato con el cuello pinchado. Ivan y Mari Pili vuelven a coger una silla cada uno y Pepe cierra el coche manteniendo un difícil equilibrio con Pepito, su equipaje personal y la otra silla.
-No os metáis en el agua todavía, nena, no te quites la camiseta hasta que te dé el protector que si no mi cuñada, o sea, tu madre, me escabecha con tomate. !Juanito¡, ten cuidado no le des un pelotazo a ese señor. Iñigo, ojo con la butaca no te vayas a pillar los dedos. Lorenaaaa, te he dicho que no te metas en el agua, ya te has mojado la camiseta.
-Es que, es que, esque, me gusta bañarme.
-Lo que tú tienes es complejo de trucha.
-Las truchas son de río.
-No seas repollo, Pelayo, y extiende algo para dejar al enano mientras pongo las sombrillas.
Montar el tingladillo de sombras y bolsas lleva su buen rato entre intentos de fuga de Pepito, chapuzones huidizos de Lorena - que con la historia de "voy a por agua para sujetar las sombrillas" está mojada hasta las trenzas - y las doctas observaciones de Pelayo. Ahora, los protectores solares, primero Pepito que es tan blanquito que si no se le dan un par de capas se achicharra, Mari Pili y Lorena, una vez seca, el de olor a coco repugnante pero Vanessa tiene que ser el de color rosa porque es alérgica y además hay que volver a hacer su lazo pues Ivan se lo ha deshecho. Con los chicos no es tan fácil, casi hay que pegarse con ellos para que se dejen embadurnar. Luchar contra la pasión acuática de Lorena es casi tan inútil como decir a Mari Pili que deje de peinarse como si le llegase el pelo a los tobillos o intentar que Juanito deje de correr detrás de la pelota. Una vez asumida la realidad, Pepe se sienta en una de las butacas, que sólo podrá disfrutar hasta que lleguen las mujeres, y se dispone a leer ese libro de doscientas páginas de las que en dieciocho días ha conseguido leer veintidós y media, sin embargo hoy tampoco llegará a la veintitrés pues Iñigo le recuerda:
-¿No nos inflas la colchoneta tío?
La colchoneta es azul y roja, doble "por si hace falta para dormir alguien", inmensa. Pepe está a punto de proponer que se esperen a que vengan el abuelo y Javier pero las ocho cabezas han vuelto los ojos hacia él entre inquisitoriales y lastimeras, finalmente, se acuclilla y empieza a soplar lleno de resignación. En el fondo, es casi mejor, pues mientras echa el alma por la boca, los niños parecen estar poseídos por un respeto casi religioso que les hace organizarse y dar menos la lata: las niñas deciden ir a dar un paseo por la orilla, Pelayo, Iñigo y Juanito juegan e Ivan entretiene a Pepito haciéndole figuras en la arena que el pequeño quiere imitar.
-Tío. ¿Verdad que nuestros padres tienen un morro que se lo pisan? - pregunta Ivan cuando media colchoneta está inflada, Pepe hace señas preguntándole porqué sin dejar de soplar - Te dejan solo con nosotros y eso.
Por un momento va a asentir sin dejar de soplar, pero no le parece bien, aunque Ivan no tenga la culpa, Javier es su padre. Pepe deja de soplar, presiona fuertemente con los dedos la boquilla y, después de tomar aire, pronuncia una frase que le sorprende, más que nada por que no es del todo mentira.
-No, hombre, lo que pasa es que a mi me gusta mucho estar con vosotros.
O algo parecido, pero Pepito no le deja terminar el "vosotros", una palada de tierra certeramente dirigida se ha estrellado en las gafas de su padre, que, sorprendido, pierde el equilibrio y suelta la boquilla mientras oye la risa del pequeño y el silbido del aire escapándose, irremediablemente.
Me encantó, pobre Pepe, me hizo recuerdo a mi mismo jajaja, yo también he quedado al cuidado de los niños-terremoto de mi familia muchas veces, pero la última frase, en mi caso, es totalmente cierta, a mi si me gustaba mucho estar con ellos.
ResponderEliminarGracias por compartirlo, y espero que soluciones lo de los comentarios.
Saludos amigo
Jajaja, qué relato costumbrista tan bueno. Y menuda familia, jajaja. Aunque por un momento me he perdido con tanto nombre de niño y he tenido que volver al primer párrafo. También me he sentido identificado con Pepe en el sentido de que yo también soy el tío que infla tooooodas las colchonetas, incluso las mini piscinas y los putos cochecitos inflables, que cada vez los fabrican más grandes (jajaja). Y luego en la playa se juntan los niños de todas la tribus y de lejos es imposible distinguirlos cuando están todos mojados y embadurnados de arena. Las vacaciones en familia siempre tienen esa dificultad añadida de tener que convivir con personas a las que no se ha elegido, y te tienes que aguantar con lo que te toca. Con los mayores suele funcionar la diplomacia, pero con los niños, que no atienden a razones, puede ser un infierno el tener que controlarlos, como ese monstruo de 8 cabezas (jajaja). Creo que Pepe, como se suele decir, después de esas vacaciones iba a necesitar otras vacaciones. Saludos.
ResponderEliminarEs que a veces a uno le da por santificar a Herodes !!!!
ResponderEliminarSiento mucho que no te haya funcionado lo de Susan. Yo de momento voy mas o menos bien pero me hace extraños..
ResponderEliminarEstupendo el relato. Qué sería de la infancia sin los tíos Pepe. El mío se llamaba Balta. No se si se lo he agradecido alguna vez.
Un abrazo
Bueno, pues loado sea Bloger, heme aquí recuperando el sistema tradicional de responder a los comentarios. Alabado sea. No sé si tendrá que ver pero me ha obligado a cambiar la contraseña, lo digo por si puede ser útil a alguien.
ResponderEliminarCarlobito: los niños como el vino tienen su dosis y algunos aguantan más que otros. Yo soy de los de los niños de uno en uno, dos son una plaga y tres ... el Apocalipsis. Pero de uno en uno los adoro.
Rober: ayer intenté comentar tu relato y no pude me ha encantado. Veo que conoces bien el martirio de una "vacaciones en familia".
Pe-jota: San Herodes que decía una Santa Madre de mi familia lo que sugería que más que santificar a Herodes habría que hacer algo con ella.
Uno: ya ves que, por fin se ha arreglado el asunto, a ver lo que dura. Yo no tuve ningún tio Pepe o equivalente. Claro que tampoco formé parte de un grupo infantil semejante. Yo era niño solitario y observador que veía más de lo que debía y no se callaba ni debajo del agua lo que equivalía a PROBLEMAS.
Hablando de niños, ayer me nació una nenita del hijo de uno de mis primos. Después de doce años de sequía de natalidad familiar.
Un abrazo