Quizás nunca más oportuna la imagen de Rocwel que este mes, al que llego tarde cual conejito presuroso de Alicia, enfrentados por unas elecciones. La única diferencia entre esta portada y la actualidad es que ahora nos enfrentamos a un loco y a un Apocalipsis y no a una riña doméstica.
He llegado tarde a octubre y por varias causas, la primera es por que ha sido un mes complejo para mí, me tenía que haber operado de una intervención menor pero vi tal desbarajuste en urología que lo dejé para mejor ocasión. Luego estuve intentando encontrar algo que fuera, si no alegre, si al menos neutro y solo encontré desvergüenza, dolor y angustia allá donde miraba. Ah, y miedo. Un miedo tan lógico como desmedido y en muchas ocasiones irracional. Desvergüenza: vivo en Madrid y no hace falta decir más de como la New Aguirre.2 está gestionando la crisis, más ladrillo y desmantelar centros sanitarios para rellenar el nuevo y contratación cero. Dolor, es evidente que los contagios crecientes, las muertes, el desastre que se está produciendo en los hospitales, la visión de la gestión de los supuestos líderes de usar nuestra salud como arma arrojadiza y falsear todo lo falseable tantas veces como sea necesario, las tragaderas de una nación (varias si nos ponemos políticamente correctos) que no ha defenestrado literalmente a esta gentuza, la marrullería intoxicante de los medios y el completo desamparo de los ciudadanos no puede sino producir dolor. Angustia, no sabemos qué hacer, no sabemos como protegernos, ni siquiera sabemos si hay algo de verdad en todo lo que nos dicen según quien nos lo diga, no vemos luz al final del túnel ni nadie que intente ponerla desde una actitud positiva sin engaños, no vemos a quienes amamos, abrimos el ascensor con el codo, y, en suma, estamos sembrando nuestra mente con semillas de enfermedad mental basada en el miedo. Si alguna vez acaba esto, las enfermedades mentales tipo agorafobia, miedo social etc. van a ser el pan nuestro de cada día y lo peor será que los profesionales encargados de curarnos estarán tan mal o peor que nosotros. Miedo, al contagio, al vecino que pueda estar contagiado, a ir al médico no me vayan a pegar algo. Ahora mismo acabo de llegar a casa. Me paro en un paso de cebra con mi mascarilla y a un metro bien largo de otro señor que con su mascarilla esperaba como yo para pasar y se alejó de mí como si fuera uno de los leprosos de Ben-hur. Ese miedo que se pega a la piel, a las paredes, a las palabras, ese miedo por el que nos estamos dejando invadir, que hace que antes de salir de casa nos lo pensemos es mil veces peor que el Covid, no como enfermedad real sino como algo mucho más contagioso y global, castrante y humillante. Yo tengo auténtica fobia a las epidemias desde niño a pesar de lo cual pongo mis destos sobre la mesa cada mañana y me voy a la calle a tomar el sol, hacer la compra o ya me busco cualquier excusa pues ceder un día, vale, dos, quizás, tres ya es condenarse para siempre. Eso yo que tengo fobia a las epidemias pero es que quienes no la tienen, los valientes de antes, ahora se atrincheran en sus casas y casi diría que atrincheran su alma para no reconocer siquiera que ni se atreven a pensar que lo que sienten es miedo irracional y argumentan razoneros como los adictos al tabaco.
Me pregunto si cuando pasen las elecciones y las gane Trump de nuevo y si no las gana las compra como Bush, o Aguirre.0, no ocurrirá algo mágico como que, además de las subidas de las bolsas, empiecen a aparece remedios o vacunas, o al revés el virus se potencie depende de qué convenga a quien. Sea lo que sea de esas elecciones depende el futuro der bisho y el nuestro, claro.
Cada año hacía una entrada sobre la devoción a los fieles difuntos en un día como hoy y ponía lamparillas (en algunos sitios las llaman mariposas) en recuerdo a ellos. Este año tengo una linda gatita que aunque es un cielete y nada traviesa no deja de ser gata y curiosa de manera que no puedo dejar fuegos encendidos, además no habría suficientes mariposas para todo lo que ha muerto este año y no sólo por el Covid.
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