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domingo, 13 de diciembre de 2009

EN EL PUENTE

Siempre va calzada de color rosa, más o menos fuerte pero rosa, a veces lleva algo que parecerían zapatillas de ballet de un rosa brillante si no fuera por la suciedad y lo ajado de su textura, quizás lo fueran en otro tiempo. Falda ocre, color patata, leotardos azul oscuro. En los pies el toque sonrosado, siempre, da un aura de glamour perdido, un afán absurdo de coquetería. Se coloca en la isleta del puente, junto a un artilugio municipal que indica “dirección obligatoria a la derecha”, y espera que el semáforo haga parar a los coches. Vacilante, pero deprisa se mueve entre ellos pidiendo una limosna, no sé que palabras emplea, no sé que argumentos, ni sé si puede articular su discurso. Pocas son las ventanillas que se abren en este invierno y el semáforo cambia a verde. Ella vuelve a la isleta sobre su calzado rosa, a veces lleva unas botas rosa fuerte que parecen de plástico, quizás sean de agua aunque la vuelta que en tiempos fue algodonosa –ahora un pegote de pelo macerado, muy parecido al de su portadora- dan una pista de ensoñación adolescente. Vuelve a la isleta y espera a que el semáforo se ponga rojo pero no mira el semáforo, mira calle arriba, por encima de cachivache municipal de plástico blanco y mugriento, no más alto de un metro, cuadrangular, con su círculo azul y su flecha blanca. Mira calle arriba, hacia donde se pone el sol, desde donde los coches que no han abierto sus ventanillas podrían verla quedarse atrás, como siempre, si le concedieran un pensamiento. Mira por encima de la indiferente señal de tráfico y se santigua, una y otra vez, deprisa, muy deprisa, se santigua mecánicamente, como un muñeco de cuerda bate los platillos o mueve el rabo. Se santigua mirando la calle que sube hacía una vieja iglesia, por donde cada mañana entra un torrente de hombres y mujeres camino de un trabajo, por donde cada tarde sale el mismo torrente camino de una casa, de una familia, quizás un amor que no les ha dejado atrás. Desde la isleta no se ve el campanario de ladrillo que se oye de vez en cuando, si el tráfico no es abundante. El semáforo cambia y ella deambula de nuevo entre coches cerrados sobre sus zapatos rosa, casi blanco, de pulsera, zapatos con algo de puta ingenua, desleídos por el tiempo. Verde de nuevo, un color que, en el gris de la niebla que baja, resulta frío, aún más frío de lo habitual, y que contrasta con la calidez del color de sus zapatos. Sobre la superficie cuadrada del trasto municipal hay algo, algo ante lo que ella se vuelve a santiguar mil veces en los minutos en que el tráfico mueve el aire cada vez más gélido en torno a ella. A veces inicia el gesto de arrodillarse mientras se santigua, a veces no. Hay algo sobre la señal que habla de un silencio, de un vacío, de una vida esperando una respuesta; algo ante lo que ella, la dama de las zapatillas de ballet con cintas blancas percudidas, ofrenda el gesto con que fue educada, la señal de la cruz concatenada, quizás lo mejor de sí misma, de lo que queda de ella después de buscar una respuesta que no encontró, de lo que ha quedado atrás. Cambia el semáforo y ella caracolea otra vez entre los monovolúmenes y las furgonetas. Allí, esperando en la isleta el homenaje que recibe mientras el semáforo está verde, está el tetrabrik de vino barato, vinos Don Simón.

6 comentarios:

  1. Me gustó mucho. Generás un clima muy particular, tenés una manera muy intensa de escribir.

    BESOTES AMIGO Y BUENA SEMANA!

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  2. Gracias por visitarme. Me alegro que te guste Marilyn!

    BESOTES AMIGO Y PASALA GENIAL!!!!!!!!!!!!!!

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  3. A veces cuando veo en la ciudad personajes así me dan ganas de hablar con ellos y conocer su historia, pero nunca me atrevo, temo que lo que cuenten sea menos fascinante que lo que parecen. O que te den con la zapatilla en la cabeza, que todo puede ser ;-)

    Un abrazo.

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  4. Cari, un post muy naturalista, de la vida que nos rodea constantemente. No hay mas que mirar a nuestro alrededor para ver que tras cada cara hay una historia que contar. Historias tristes y alegres, historias conmovedoras, historias de tragedias y derrotas como esta...

    ... que tu buen escribir la ha hecho grande. Una delicia leerlo, a pesar de la sordidez del personaje.

    Muchos bezos.

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  5. Quién contará la historia que nadie quiere contar?

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  6. Stan: espero verte por aquí pronto y muchas gracias por tus palabras.
    Theodore: tienes toda la razón pero a mí nunca se me pasa por la cabeza saber sus historias por que todos, en el fondo, estamos viviendo una historia de fracaso similar, ellos con una plasmación en el plano material y la inmensa mayoría en otros planos. En este caso, sin duda, la zapatilla sería sin duda de color rosa.
    Thiago: gracias por tus elogios Bezos de respuesta.
    Pe-Jota: hay otra pregunta ¿cual es la verdadera historia? e incluso ¿tiene sentido vivirla y/o escribirla.
    Un abrazo

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