Mamarrachadas como esta que se veían forzaos los pintores a realizar han hecho, junto a su utilización por los diversos regímenes políticos, han ayudado muy poco a la hora de tratar el tema
Ah, era Hispanidad,. Despistes tengo. No soy patriótico ni patriotero.
Es más, todo lo contrario, así que nadie espere que saque bandera alguna ni
proclamen nada. Nunca me ha gustado ni ponerme orejeras ni que tiren de las
riendas de mi pensamiento. Reconozco que no es fácil, es más, nadie puede
lograrlo por completo. Ni fácil ni cómodo. Al pensar por cuenta propia y formar
uno se convierte en el Enemigo. No sé de
quien es la letra pero lo cantaba Paco Ibáñez: No, a la gente/no gusta qué/ uno
tenga su propia fe/ todos todos me miran mal/ menos los ciegos/ es
natural. Poco o nada se puede añadir
sobre este punto.
Por estas fechas siempre hay polémicas sobre si
explotación o civilización, sobre qué es
exactamente “Hispanidad” etc., etc. y otro etc. Pesados, cinco siglos con la
misma pepla. A veces creo que sólo lo hacen bien para llamar la atención bien
por irritar sin más. Y no es que me importe pero no soporto la estupidez ajena
ni la propia (pensar que a alguien le interese mi opinión no deja de ser una
estupidez por mi parte.
Lo que ha dado en llamarse Hispanidad es al mismo tiempo, una más de
las barbaridades que hace el hombre con el hombre y un casi telúrico encuentro
que, sin quitar lo dicho, no podía sino abrir los ojos a una nueva concepción
del mundo y a un intercambio lamentablemente no sólo cultural pero también y en
gran parte cultural. Sin ese encuentro ya no se concibe el mundo, sin ese mal
repartido intercambio no entenderíamos nuestra vida cotidiana. El idioma, la religión
(que ahí ninguno anduvo fino) y una cierta actitud ante el mundo y la vida, el
oro y la plata (que solían acabar en Roma) sin olvidar, es más colocándolos en
primer término, ciertos alimentos, garbanzos, tomate, maíz, mi padre recuerda
la carne que proporcionó Evita en los años más negros. Entre ellos vinieron dos
joyas, la una salvó a media Europa del hambre y digo media por no decir toda
(en más de una ocasión): la humilde patata. La otra es realmente un regalo de
los dioses (nunca agradeceremos suficiente que lo encontráramos o nos lo
regalaran, después de las Religiones del Libro, si hubiera sido antes sería
considerado pecaminoso y, desde luego, prohibidísimo), hablo de ese éxtasis de los sentidos, ese
consuelo para el desamor, ese elemento en torno al que han girado celebraciones
y meriendas, esa materia prima que alcanza formas y matices inimaginables en
textura, sabor, preparación, esa bendición que es el cacao, léase chocolate.
Nada de cuanto aportamos a ese nuevo mundo iguala ese regalo. Dejando
frivolidades y volviendo al tono pedantesco del principio, sí que me parece
algo digno de ser recordado un día en especial, aunque no podamos dejar de
hacerlo ninguno, nos debemos demasiado, nos odiamos demasiado y nos amamos
demasiado como para dejarlo pasar. En cuanto celebrar o no y de qué modo es
harina de otro costal que dependerá siempre del politicastro de turno y que en
la Historia ni existirá.
Por
cierto, Felicidades a las Pilares.
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