Bueno, afortunadamente para mí, mi necesidad de descanso ha sido menor de lo que creía y antes de lo que pensaba me reincorporo a este mi primer blog..
Ya hemos hablado alguna vez de que desde "Canción de Navidad" de D. Charles no hay cuento de Navidad que valga (y no será por que no lo han intentado muchos si no todos de los grandes autores). Como cada año acepté el desafío. Lo cierto es que lo acabé en abril o por entonces, desde luego antes de Semana Santa, sé que el Jueves Santo ya estaba acabado. Hoy no podría escribirlo, estoy demasiado ocupado haciendo mía la realidad. Está sin corregir por eso no me extraáría que os resultara demasiado largo. En cualquier caso aquí os dejo con la primera entrega.
LADY SOPHIE O NOCHE DE REYES
Lady Sophie, acomodada
en su butaca predilecta, se impacienta viendo como se retiran y van apagando
las luces. A veces, casi siempre, los humanos son altamente irritantes. Poco a
poco se va imponiendo un silencio denso y un poco mágico, y si alguien sabe de
magia son los gatos domésticos ¡Cuánto más una gata con cierta experiencia como
ella! Es noche cerrada y el cielo está blanquecino. Tan curiosa como enfadada
por abandonar su cómoda postura se encaja ls gafas pensando “y eso que ya me lo
decía mi abuela: la curiosidad mató al gato, Sophie”. De un pequeño salto se
sube al respaldo de una butaca y abre con una pata muy ligeramente el visillo.
Lo que se temía, va a terminar nevando. No le gusta la nieve, está fría, moja y
siempre acaba una con un bolazo de alguno de los humanos pequeños entre las
risas del resto de los humanos que, por supuesto, no la tratan de acuerdo a su
rango, que es Lady Sophie de Pelogris de los Pelogris de toda la vida y los
supuestos deslices de su abuela con un apuesto galán de callejón son simples y
viles calumnias. Ya han conseguido irritarla, con lo apacible que prometía ser
la noche. Irá a beber un poco de agua pues ya se habrá enfriado su hueco en la
butaca, así que tendrá que buscarse otro rincón calentito para enroscarse
elegantemente y atusar un rato su ancha y mullida cola. No le gustan estos días
en los que ponen la casa patas arriba; ella es amante del orden, la seriedad y
el protocolo. No termina de entender que durante las noches más largas del año
a los humanos que viven en su casa (“nada, un modesto cottage, sin lujos” suele
decir a las otras gatas que también exhiben títulos) todos se vuelven más locos
de lo habitual por difícil que parezca y empiezan a hacer las cosas más raras
que una pueda imaginarse y que sólo Golfo puede disfrutar, claro que, al fin y
al cabo, no es más que un chucho más pequeño que alguna rata, que hasta consiente llevar un espantoso lazo
en la coronilla Se vuelve tan loco como los humanos y, sobrexcitado, lanza sin
venir a qué ráfagas de ladridos histéricos que le hacen estar de sobresalto en
sobresalto. Menos mal que una tiene clase y savoir faire para disimular los
sustos. Hasta que un día deje salir su lado más arrabalero (a lo mejor no son
calumnias lo de su abuela con el gato de callejón pues, a veces le suben unos
prontos barriobajeros que…) y se lo zampa, al fin y al cabo ha devorado ratas
más grandes que ese artefacto de emitir ladridos. Sería una lástima, es buena
gente aunque nervioso en exceso. ¿Dónde garras han puesto su agua? Ah, claro,
cuando llegan estos días tan cortos ponen la casa manga por hombro y su cuenco
acaba en la cocina, que se le hielan a una los bigotes, por que en su sitio han
colocado algo parecido a un árbol del jardín pero que huele raro y no se le
caen las hojas. Como Lady Sophie ha pasado refugiada largos y plácidos días en
los sillones orejeros, calentitos y acogedores, pues es el lugar menos
frecuentado de la casa por los humanos ha mantenido y mantiene largas
conversaciones con Mr Thomas, auténtico ratón de biblioteca de tres
generaciones, le ha comentado que los libros tienen su propia magia aunque no
la misma. El caso es que Mr. Thomas, ya se ha devorado dos ediciones de la
Enciclopedia Británica, le ha dicho que cada libro se va deshaciendo en un
polvo casi mágico –a Mr. Thomas no le gusta hablar de magia, al fin y al cabo
él es ante todo un enciclopedista ilustrado-, pero no es más que un ratón de
biblioteca y no se puede esperar que éstos sepan algo de magia. En realidad,
los libros olvidados dejan escapar algo parecido al polen, por decirlo en
lenguaje humano, y al respirarlo los seres de delicada sensibilidad como cuervos,
lechuzas, algún que otro elemental y, sobre todo, los gatos, en especial las
gatas, respiran también algo de sus conocimientos, deslavazados y sin
coherencia alguna, pero conocimientos pese a todo; por eso Lady Sophie sabe que
a esa cosa parecida a un árbol sin serlo la llaman Árbol de Navidad, aunque no
sabe por qué. En cualquier caso ella es demasiado inteligente como para
tragarse cualquier cosa que el pensamiento lógico le metiera en la cabeza,
Como
se temía, su cuenco de agua está en la cocina. La gatera no cierra del todo
bien y deja entrar el frío. “la curiosidad mató al gato, Sophie”, se dice a sí
misma sacando el hocico para ver el exterior. Sí, no cabe duda de que va a
nevar, se coloca de nuevo las gafas para comprobar que todavía no caen los
copos. Uy, una corteza de queso que se habrá caído al sacar la basura. Saca una
mano, un par de uñas de la garra y lo engancha. Mira por donde la salida no va
a ser inútil del todo. Trota hasta el rincón con la grieta oculta. “Sra. Rat,
soy yo”. Una ratona blanca de orejas rosa asoma. “Buenas noches My Lady ¿Cómo
usted por aquí en noche como ésta?” “Pues a traerles unas golosinas para sus
pequeñines”, “Pues muchísimas gracias My Lady, no sabe usted lo que comen
ciento cincuenta bocas en edad de crecer. Lady Sophie ¿Por qué no nos come
usted siguiendo la multisecular tradición felina”; “Prefiero las ratas, Sra.
Rat”. A Lady Sophie no le parece digno de su alcurnia pelear con quien no tiene
la menor posibilidad. Nobleza obliga. Las ratas, en cambio, son unas
delincuentes casi tan arteros como ella, algo deportivo pelear con alguien de
tu peso aunque tampoco tenga ninguna posibilidad; sin contar con que tienen
mucha más carne que comer y, de paso, satisfacer el ancestral instinto de
exterminarlas. La Sra. Rat es una pequeña damita, humilde y atareada, encantadora,
pero sobre todo, la única rival a su altura ante el tablero de ajedrez. Sigue
su camino con su hocico dibujando la sonrisa de su famoso antepasado, el gato
de Chesire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario