Uno, en respuesta a un comentario mío sobre una de sus magníficas entradas me dijo “no me digas que te ponen las doncellas que van a misa los domingos por que entonces empiezo a preocuparme”. Bueno, ante todo mucha calma: ya no hay doncellas y menos que vayan los domingos a misa de doce (vivo enfrente de una iglesia y la doncellez más reciente se perdió en 1915). Pero vamos a mirarlo desde otro punto de vista. La jovencita media de los cincuenta, que todavía no se ha incorporado al mercado laboral, que trabaja toda la semana en casa y el sábado tradicionalmente limpieza general, que sólo sale los domingos por la mañana a misa y por la tarde a dar una vuelta o al cine.
Una jovencita que sabe que no tiene más salida que casarse además del natural instinto bárbaramente represaliado por el nacionalcatolicismo. Esa jovencita, el domingo por la mañana se arregla para ir a misa.
Prescindamos de la ropa interior que era alta de bragas y muy reforzada de sostén (entonces todo el mundo decía sostén, un sujetador puede ser cualquier cosa que sujeta cualquier cosa, un sostén no) Según poderío llevaría más o menos encajitos y tal. Insisto prescindamos de esto. El liguero, también más o menos emperifollado, ceñía aquellas cinturas, a la fuerza finas, recordemos como se lavaba la ropa entonces y que la fregona no se había inventado. Luego las medias de cristal, ¡Cuánto esfuerzo y ahorro, cuanta lágrima para conseguirlas! y ¡Cuanta alegría al volver de la mercería con su cajita aplastada y extenderlas entre los dedos!, ¡que disgustos tan atroces con las carreras inesperadas! Esa media se extendía envolvente y muy despacio por que arreglarlas costaba un ojo de la cara, por la pierna hasta enganchar con el liguero o la liga que apretaba un muslo más o menos rollizo pero sin duda de forma harto molesta. Ni que decir que si esa media era con costura que debía quedar perfectamente recta siguiendo la línea de la pierna, imaginad las posiciones de nuestra joven virgen ante el espejo para asegurarse de ello. El cancan que ampliaba las caderas y, además, convertía esa cintura ya estrecha en cinturita de avispa y que venía a ser como una flor cabeza abajo. No sé si la combinación iba encima o debajo del cancan pero era una prenda que más que vestir desnudaba a la mujer y que a menudo era más vestido que el que se ponían después. Iba a misa, luego vestidito recatado, azul oscuro, por ejemplo, cuello camisero con el primer botón suelto y la posibilidad de soltarse el segundo al salir de misa e ir con papá y mamá a tomarse una cerveza (en Madrid, por muy virginal que se fuera se bebía una caña de cerveza, virgen sí, tonta del todo, no), manga a medio antebrazo que permitiera los guantes de encaje si el tiempo lo permitía, cerrados con un botón redondo.
Entonces llegamos a la cumbre de todo este arreglo: los zapatos. Ah, los zapatos. Tacón alto, más bien fino, tipo salón, que enguantaban el pie y añadían a nuestra más bien retaco virgen unos buenos ocho o diez centímetros. La doncella seguía sin haber catado varón pero ese empeine decía muchas cosas, demasiadas quizás. Quedan detalles, el velo para cubrir su pelo cortado según la moda de la última película (la década anterior era el peinado Arriba España), el libro de oraciones, acaso el rosario y a la calle.
Imaginémosla camino de la iglesia, paso ligero que llega tarde, el taconeo rítmico de los tacones bien sonados, el vaivén inevitable de la falta y el cancan, la costura recta subiendo la pantorrilla, más no, faltaban diez años para pasar de ahí. Y ahora, una pregunta: ¿en que está pensando nuestra doncellita mientras realiza todas esas complicadas operaciones que alcanzan el culmen en ese taconeo de aquí estoy yo pero no quiero que se me vea demasiado pero tampoco que no se me vea? ¿En que piensa esa jovencita cuya sexualidad está siendo machacada y culpabilizada al tiempo que se le ofrece como única salida vital el matrimonio que, curiosamente, se basa en el sexo?
Pocas cosas hay más eróticas que eso junto con las cinturas de avispa, los tacones bien llevados y las costuras rectas. Pocas cosas encontrarás que contengan más sexo en menos elementos y menos evidente.
La imagen que ilustra el texto es de un autor americano cuyo nombre no recuerdo pero que fue el maestro del sexo de la guerra fría y que dejó imágenes tan memorables como esta.
Ni se me ocurre lo que podría pensar esa jovencita, esas tantas jovencitas educadas para ser buenas y sumisas esposas o solteronas ajadas y estigmatizadas, al ver en el cine de sábado tarde un galán que le despertara algún instinto más bajo que el de encontrar un príncipe azul. La de padrenuestros que habrán rezado para expiar sus deseos pecaminosos.
ResponderEliminarQué bien lo has descrito, qué visual, mordaz y tierno a la vez. Estupendo.
Un besote.
jaj cari, por dios, has trastocado toda mi vida familiar... ¡Mi abuela fantasma es una doncellita! Ahora lo veo claro. También le llama "sostén" al sujetador, a las faldas les llamas "sayas" y a las bragas los "pantalones" jajajaja
ResponderEliminarAhora si que me has matado, si mi abuela fantasma lee tu post, seguro que se queda aquí otros mil año (y más si lee el mio sobre lo que pienso yo del culto a los muertos, jaaj).
Bezos.
Practicamente has contado la historia de mi vida. Y además con todo lujo de detalles.
ResponderEliminarMe pregunto a mi mismo si el ilustrador no será Vargas.
Aquí te mando un chiste que solo unos cuantos podemos ya entender:
http://generoful.blogspot.com/2009/06/chiste-ful.html
Y muchas gracias por los elogios y por citarme (igual que a Shakespeare) que no sabes la ilusión que me hace.
Un abrazo
Minuciosa, precisa, certera descripción de una señorita. Y sí ahí hay sexo, ahí hay mercadeo de carne, ahí hay muchas cosas.
ResponderEliminarHe disfrutado mucho, pero mucho, mucho con tu minuciosa descripción.
Saludos.
Es un deleite leerte! Que bien describis, todos los detalles, las descripciones perfectas. Es como si estuviera viendo a esas señoritas! Creo que ahí había un alto voltaje sexual.
ResponderEliminarFelicitaciones guapo, un post magnífico!
BESOTES AMIGO!
Theo: sólo podían pensar en sexo de una forma u otra, como matrimonio, como enamoramiento de tul ilusión o como pecado mortal condenadísimo pero sexo, sexo y sexo.
ResponderEliminarThiago: lamento decirte que tu abuela fue una doncellita como estas o de otro tipo, así que la tienes mil años más, pero si quieres me la mandas que ya sabes que me cae muy bien.
Uno: si es que vas provocando con esas entradas de escaparate, caray. Lo de que he contado tu vida no termino de entenderlo pero espero haberlo hecho sin levantar ampollas. No, no es Vargas, Vargas es más tardío y muuucho más opulento en sus formas, ah y dibuja menos tela.
Argax: exacto: mercadeo y sexo pero tan oculto, tan hipócrita, tan falseado que llegaba a no verse. Gracias por tus elogios.
Stan. Siempre tan amable. Si que había un alto voltaje sexual y eso que no conocías/conoces la fuerza represora de la iglesia católica en la España de aquellos tiempos. Y ya sabes: basta que sea pecado y esté prohibido para que... todo tenga más morbo.
Gracias a todos por leerme.