La imagen no es de hoy pero la atmósfera es parecida a la de hoy pero menos inquietante.
Hoy he salido por el centro de mi ciudad. Hace un frío más que notable, hay nubes con ocasionales destellos de sol despistado. Atravieso la gélida Plaza Mayor, apenas hay gente, un camarero acodado sobre el mostrador mira los soportales. Nadie en el bar. En una terraza un grupo de jóvenes pelados de frío desayuna. Un camión en el centro de un espacio vallado.. Son las diez de la mañana. Cruzo por la Plaza de las Provincias, los cubanos están refugiados en su campamento bajo un plástico. En la plaza de Santa Cruz unas vallas aíslan un rectángulo, apenas cuatro personas en la plaza. En Viudo de Pontejos, una tienda de artículos religiosos cerrada a cal y canto “por inventario”. Sol aparece tomada y vallada, lecheras de policía, coches con sirenas, como agazapados, bajo Carlos III unas pocas personas parecen dispuestas a acampar, no más de quince. Decir que hay silencio en Sol sería mentira, en Sol nunca hay silencio pero hay espacios entre los sonidos, lo que equivale a un silencio subterráneo, vestido de grises, espacio que también hay en la plaza, poca gente. Preciados, otro coche de policía atraviesa y gira, despacio.
Entro a hacer mis compras, planta tercera, sigue el silencio subterráneo. Planta segunda. No suelo frecuentarla, no sé que nivel de actividad hay habitualmente. Planta séptima. Los dependientes hablan entre sí. Muy ocupados no parecen. Salgo, Maestro Vitoria no es sino una calle desierta y la plaza de las Descalzas sólo tiene gente delante del convento, esperando el turno de entrar. Supongo.
Preciados de nuevo, aun más vacía, más policía. Los actores callejeros en Sol, Minnie, Bob Esponja, resultan aun más inquietantes sobre ese silencio subterráneo. Más lecheras. Un mago concentra la atención del único grupo importante de la plaza junto a la salida del Metro, frente a La Mallorquina. Esquina Espartero un coche de policía está subido a una acera. Llega otra lechera a Sol. Calle de la Sal, como la mitad de gente de un sábado normal. Plaza Mayor, podría decirse que vacía. El camión ha ido descargando y veo un dragón a medio montar, un esqueleto en un galeón y otro bicho sin cabeza. Nadie está trabajando en ellos, son las carrozas para esta tarde, sábado de Carnaval, sólo una vigilante de seguridad. Entro a tomarme mi cortado para que algo me reanime del habitual desfallecimiento mediomañanero. Tres personas en todo el local. Sigue el silencio enmascarado, casi imperceptible pero en la Plaza apenas grupos pequeños de turistas. Hace cada vez más frío. Recorro los soportales, otros bares vacíos, no puede ser que la crisis haya empeorado tantísimo en quince días. Cerca de Cuchilleros una taberna clásica de las de toda la vida, cerrada, ningún cartel. Paseo sin tropezar con nadie hacia Ciudad Rodrigo, Arribas, la juguetería y para mí, el mejor comercio de Madrid, cerrada a cal y canto. Las vallas y lo coches de policía toman Ciudad Rodrigo, bajo por San Miguel y todo parece volver a la normalidad salvo ese silencio por debajo.
Se me viene a la cabeza una frase de García Lorca en su Mariana Pineda: hay un miedo que da miedo. El gris es más denso, hace cada vez más frío. ¿Qué está pasando hoy en mi ciudad? ¿está asustada, arruinada, o simplemente se siente emputecida por Eurovegas?
No lo sé. Sólo sé que según vuelvo a casa sale un sol falso, que ni intenta calentar, y que regreso inquieto, preocupado, sobrecogido y sin haber comprado lo que más falta me hace. ¿Qué está pasando hoy en mi ciudad?
Es la misma sensación que también tenemos por aquí, no podemos decir que no haya gente, la hay, pero todo posee un aire casi fantasmal, están por han de estar pero uno tiene una intensa sensación de soledad.
ResponderEliminarLo curioso es que haya aparecido en pocos días. Hace quince días la ciudad no estaba así. Ni mucho menos.
ResponderEliminarUn abrazo