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domingo, 9 de diciembre de 2018

DICIEMBRE

 Leo Fontan "Una rosa de Navidad" diciembre de 1918, justo cien añitos. Ah, y en plena gripe.
 
 
Pues ya estamos aquí otro diciembre. No se puede decir aquello de que "La Navidad ha venido, nadie sabe como ha sido", por que hace un par de meses que nos lo pregonan campañas y campañas de todo tipo. Dentro de nada ya "es primavera en..."
Quienes me vienen siguiendo saben que adoro la Navidad. Todo. Desde las felicitaciones a los turrones, del acebo a las broncas familiares (¡son tan entrañables!), de pensar los regalos hasta envolverlos. Todo en fin. Si la vida me hubiera dado ocasión seguramente habría acabado en el mundillo del teatro, no digo como actor, por lo menos no necesariamente, sino de cualquier cosa que tuviera que ver con ello, autor (que más quisiera yo), tramoyista, diseño de decorados, creo que hasta costurero me valdría; pero si tuviera el privilegio de ser actor (ya sé que no hay trabajo y que les tratan a patadas, pero a los historiadores también, o sea que poco iba a cambiar mi vida) hay tres papeles que me gustaría hacer (aparte de ser un chico Almodóvar, claro): el Don Luis del Tenorio, el Segismundo de "La vida es sueño" y El Espíritu de la Navidad Presente en alguna versión escénica de Canción de Navidad. Claro que a todos nos gustaría hacer un Romeo, como no, pero el problema que tengo con Romeo es que me daría la risa tonta. Como espectador me dejo llevar fascinado por el talento, la inmensa pasión del autor, en fin que me arrebata ver Romeo y Julieta pero si tuviera que interiorizar el personaje es que, sencillamente, no creo que se pueda sentir algo parecido. En el escenario la poesía y la belleza están de la cuarta pared hacia el patio de butacas. Dentro los vestidos se descosen, los zapatos aprietan, hay catarros, falta atrezzo, el galán sale con la bragueta abierta y a la Desdémona de turno se le ha soltado el sostén, en el peor momento se rompe un tacón de aguja o uno de losa actores/actrices recibe en medio del segundo acto la noticia de la muerte de un ser querido. Pero se levanta el telón y esa pared invisible hace que a un lado todas esas "miserias" humanas, cotidianas, desaparezcan y en su lugar veamos un mundo ajeno, lleno de maravillas o de horrores pero sin que a esos personajes les pase lo mismo que a nosotros. Yo puedo creerme a Romeo como espectador, como actor lo dudo mucho.
Sin embargo, si que hay un personaje que puedo sentir tanto dentro como fuera del escenario: el Espíritu de la Navidad Presente. Opulento, grande, confortable, crítico y de breve vida. "Pasa y conóceme mejor" dice al despreciable Scrooge, casi oigo su risa sonora y contagiosa, huelo las viandas que le rodean y, como él, me aferro al minuto, pues pasado mañana habrá muerto. Creo que en mi caso es por que he conocido a demasiados Scrooges en mi vida. De hecho, día por día de las fiestas navideñas de mi vida ha sido una victoria de Scrooge. Nada hay de bueno en mis recuerdos navideños, ni de los más infantiles, ni siquiera del descubrimiento de los juguetes de los Reyes Magos. "Y, sin embargo, la quiero".
Bueno y "por qué" la quiero. Quizás por que es un paréntesis en que la gente aunque te ame te pone buena cara y no la habitual, quizás por que los brillos me pierden, quizás por que los Nacimientos son pequeños universos paralelos, quizás por que los árboles de Navidad nos abren una imaginaria puerta a otros universos mágicos, quizás por que la pared entre este mundo y el de las hadas y demás es más fina, quizás por que nace un niño. Ya sé que niños nacen todos los días, pocos pero nacen, sólo que esa noche nos acordamos. Quizás por que se presiente el fin de la oscuridad invernal.
Me temo que no. Que todo eso, siendo cierto, no es la causa de que adore estas fechas amargas. No, es más bien por que aun no he renunciado a una Feliz Navidad y siempre espero que sea la de este año, como los niños esperan la bicicleta, de año en año.
Preparo todo, me preparo yo mental y espiritualmente y espero que, esta vez sí, haya al menos esperanza de que algo pueda, algún día, hacerme feliz. A pesar de que sé que nunca será así y que todas las Navidades acaban con un regusto de decepción esperanzada en los labios.




2 comentarios:

  1. Pues si, la navidad. si vieras que me has hecho mirarla un poco con otros ojos. Es muy consumerista, aquí, esta época. Pero siempre tiene sus cosas buenas. Y ser un chico Amodovar, si que mola.

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  2. Siempre es bueno cambiar de punto de vista, aunque no se esté de acuerdo. A veces las cosas buenas, las tenemos que poner nosotros. En mis antiguas reuniones familiares si quería comer el turrón de chocolate lo llevaba yo, es un ejemplo.
    Naturalmente que mola ser un chico Almodóvar. Yo me pido el Benigno de "Hable con ella"

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