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miércoles, 8 de enero de 2025

Navidad 3: "¡Que bello es vivir!" o la psicopatía jaleada.


 Rematando el breve ciclo de post navideños quiero hablar de una cumbre del séptimo arte. Como cada año he tenido ocasión de ver varias veces "¡Que bello es vivir!" con el turrón de Alicante deleitando mi paladar culpable pues el pecado contra la dieta hace mil veces más sabroso cualquiera de los infinitos frutos prohibidos. 

¡Que bonita! ¿Verdad? Hombre, sí, pero... ¿en serio hemos convertido esto en la película navideña por excelencia? 

De entrada apesta a triunfalismo y autosatisfacción. Comprensible y aceptable, dado que se rodó en el 46 por los triunfadores de una recién acabada guerra, y nada menos que por dos combatientes: Capra y "el buenazo de Jimmy" como se le conoció años después, que, naturalmente debían estar encantados, primero de haber sobrevivido y segundo, de conocerse. Con Jimmy no voy a meterme sino a quitarme el sombrero como siempre. Una visión general de las obras de Capra califica sola al director así que tampoco voy a meterme con él, y conste que jamás criticaría su talento cinematográfico, sino la ideología que rezuma su trayectoria.

Hablemos de George Bailey. El buen hombre protagonista. Un buen hombre al que durante toda la trama sólo mueve un motivo: el odio a al señor Potter. ¿Odio? Bueno, en principio, sí. O, más bien, sí, pero.... Si nos quedáramos con el odio revanchista de la ofensa continuada a su padre, tendríamos a una mente débil incapaz de remontar y más que capaz de acumular un rencor reconcentrado focalizado en una sola persona. Un poco psicópata, diría yo. Sin embargo, George es mucho más. Básicamente es un cobarde con una buena excusa. A lo largo de 130 minutos vemos las sucesivas ocasiones en que está a punto de escapar de Bedfor Falls y como nunca lo consigue por hacer frente al malo malísimo. Curiosamente discapacitado, para acentuar más su maldad como amargado por la minusvalía, en realidad he leído que al soberbio actor Lionel Barrymore, Capra le suministraba drogas a granel para que soportara los tremendos dolores que tenía y que explican que tanto aquí como en "Vive como quieras", por ejemplo, sufra discapacidades. Eso es lo que he leído, como decía Cela: "A lo mejor ni es verdad". Lo cierto es que George no se va y usa al viejo Potter como excusa para no abandonar su nidito y verse a sí mismo como víctima, justificando así su frustración. Vamos: echándole la culpa al empedrado. El pobre no lo sabe, pero lo viene haciendo en cada acto: le regala la universidad a su hermano, renuncia a su luna de miel, apoyado por su esposa, etc. Al ver triunfar a los demás se frustra más y perpetúa su papel de buen chico. 

Hablemos de su santa esposa, exquisita Donna Reed, que no duda en ofrecer ese viaje de luna de miel a cambio de una casa que él odia, pero que ella desea a toda costa, literalmente. 

Sigamos con los otros secundarios:

La Santa Madre que, prácticamente, le empuja a los brazos de la chica ajena a los "sacrificios" de su primogénito.

El tío Billy, Thomas Mitchell como siempre magistral, un chisgarabís inconsciente y medio trastornado que no mira ni por donde va. 

El hermanito que se aprovecha descaradamente de George y medra siempre a su costa con la única virtud de ser un cachas y pillar a una niña rica. 

Violet, Gloria Graham siempre adorable, una chica supuestamente ligera de cascos que no se sabe que pinta en la historia salvo mostrarnos que sin la obra de George se hubiera dado a la mala vida. 

Cinco hijos, cinco, como los seis hermosos toros, seis, insoportablemente incordiosos.

En suma que el único que no tiene ningún problema mental es Clarence y además es el único creíble en toda la historia.

lunes, 6 de enero de 2025

Navidad 2: Requisitos imprescindibles para una peli navideña televisiva 2024


 A modo de "Refundación" de este ya veterano blog e intentando volver a sus orígenes tras una demasiado larga travesía del desierto y dejando atrás la etapa furibunda lo retomo hoy con ciertas orejeras para no ver lo que se nos mete por los ojos y tener una mirada un poco más amable, por así decirlo. Isabel Allende dijo o escribió alguna vez que ella empezaba sus novelas la noche del seis de enero, quizás sea una buena idea y no es que pretenda compararme, pero sí que me vale de excusa para elegir este día para reiniciar esta aventura, nada aventurera por otra parte. Lo hago con un estrambote de un tema que me es muy querido: Navidad. 

Estas fiestas me he visto un montón de películas de terma navideño, algunas incluso aceptables, que sumándose  al acervo de las que ya llevo vistas me permiten encontrar elementos imprescindibles para elaborar una para cualquier tarde de domingo de diciembre. Vamos a ello.

Elemento esencial sin el que resulta imposible construir un relato adecuado a los objetivos es un personaje que ha olvidado la Navidad. Desde luego el modelo a seguir es Mr. Scrooge del ínclito Don Charles, pero modernizado. Ha de ser un ejecutivo. Hasta no hace mucho sería elegido un varón de unos 40 mas menos dos arriba o abajo, recientemente resulta más vendible que sea una mujer de en torno a los 30 monísima de la muerte y vestida por los grandes modistos del mundo, arreglá pero informal con unos taconazos y que está demasiado ocupada trabajando como para que en su vida haya espacio para otra cosa, aparte de comprarse modelitos fuera del alcance de lo que se supone que cobra. 

Segundo elemento no menos esencial es el personaje que adora la Navidad. Antes solía ser una amiga de la infancia o una ex-esposa del protagonista. Ahora es un megacachas con ropas en las que no cabe y de las que se desprende a la menor oportunidad. Escena inevitable es la que nos ofrece la visión del típico leñador de Alaska o por ahí arriba, en medio de la nieve cortando leña para la chimenea con el torso desnudo o con una liviana camiseta que permita la valoración muscular del machote. De profesión, sólo puede tener dos: o bien es el manitas del pueblo sin trabajo fijo pero que no para de arreglar cosas, o bien tiene un pequeño negocio, preferiblemente artesanal y entrañable. 

Tercer elemento es el "malo", casi siempre un promotor inmobiliario a imagen y semejanza del Henry Potter de "De que bello es vivir" o del Sr. Burns, de los Simpson. Que quiere cargarse todo incluso el comercio del megacachas. A veces puede ser el jefe de la monísima de la muerte. 

El escenario no es menos imprescindible, con sus personajes secundarios como un fondo de pantalla, para el desarrollo de la trama: Siempre es un pueblito idílico lleno de casas de madera decoradas en exceso, abetos altos y frondosos, siempre nevado, a pesar de lo cual el día de Navidad nieva sin fallar nunca. Ese pronóstico debe ser el sueño de los meteorólogos pues no admite error. En Navidad, nieva. Por cierto, en ese pueblito nadie tiene frío y tampoco hay pobres, todo lo más un jovencito guaperas y pseudomarginal que tiene encandiladita a la hermana/sobrina/prima de la monísima de la muerte. 

Personajes secundarios que vienen a ser la urdimbre del tejido son:

-el gruñón amargado, preferiblemente por la ausencia de una esposa muerta o de un hijo. Si el hijo ausente es un soldado muerto en combate los guionistas se derriten y si encima vuelve de un modo inesperado el día de Navidad alcanzan el orgasmo. 

-una familia ideal y perfectamente disfuncional compuesta por:

    1-padre autoritario y amargado en peligro de perder el trabajo, si bebe, mejor.

    2-la madre puede oscilar entre la amargada reprimida que tiene como objetivo amargar a todo lo que se menea en su entorno y la sufrida y sumisa madre entregada en cuerpo y alma a "salvar la familia" lo que en el metalenguaje de este tipo de películas quiere decir hacer tartas y pasteles para la iglesia y pavo asado para la Comida de Navidad. 

    3-abuelos, preferiblemente abuelas, muy sabios y dulces que dan consejos amables y que parecen no enterarse de nada. 

El resto de los vecinos del lugar se pasan todo el metraje organizando actividades comunitarias. Especialmente cosas a beneficios de los pobres (que no salen) o de los niños del orfanato (que tampoco salen). Lo que resulta conmovedor es que con tanta actividad comunitaria no se maten a tiros y sean tontamente felices. 

El elemento sobrenatural es un sine qua non. Eso sí, ha de ser mínimo, apenas una pincelada, y nada religioso, pero nada, nada. Digamos que lo más espiritual es el Papa Noel de Coca Cola.

En medio de todo esto aplicamos:

-el viejo esquema de chico encuentra chica etc.

-hay salvar la tienda y el trabajo del padre hitleriano 

-el gruñón deja de gruñir, preferiblemente con el regreso del hijo de combate.

-el Sr. Potter de turno es vencido o convertido.

El final es inamovible: fiesta nocturna, nevando, al aire libre con todo el pueblo cantando.

Obtenidos estos elementos básicos ya se pueden remover al gusto y saldrá una película navideña. 

Seguro que hay otros métodos, pero no son para ver los fines de semana en las tardes de diciembre.