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miércoles, 22 de enero de 2025

Reflexiones de un viejo en pelotas 2: Calidad de vida.

Alegría naturista de carnes veteranas
 
Como ya advertí en la primera de esta desvergonzada sección a los oficialmente viejos (en pelotas o no) todo nos parece mal por una cosa u otra; lo que no quita que existan razones objetivas para nuestro descontento crónico. Hoy creo que no va a estar de más recordar a la rana: si sumergimos una rana en agua hirviendo, salta y escapa, pero si la ponemos en agua fría se queda tan a gustito, luego vamos calentando el agua poco a poco y acabamos por cocerla viva y el animal no reacciona. Algo así es lo que está pasando con la calidad de vida generalizada con agravantes para determinados colectivos. No nos confundamos, no estoy hablando de aspectos que afecten a unos u otros, no, hablo de detalles más o menos importantes que afectan a todos, insisto, a todos, pero que cuando se tienen todas las capacidades se combaten mejor, tanto que llegan a pasar desapercibidos y así, poco a poco nos van cociendo vivos. Voy a poner unos cuantos ejemplos de mayor a menor, algunos parecerán insignificantes pero no lo son, más que nada por que van sumando y al final el resultado es una más que notable pérdida de calidad de vida. 
Empecemos por lo más grave: los bancos. Este país es un país de personas mayores que, afortunadamente, alcanzamos edades más altas, pero, un "pero" bien grande, cada año con más limitaciones físicas. Vamos, que a los 85 años no todo el mundo está para correr una maratón, no son pocos los que tienen que recurrir a un bastón o un andador lo que no implica que tengan que renunciar a ningún derecho, derecho como el de disponer de su dinero libremente sin depender de terceras personas que, muchos de ellos no tienen, para gestionar sus finanzas. Pues bien, ahora mismo, después de destruir la mitad de las ciudades abriendo sucursales a todo pasto, están cerrando a mansalva dichas sucursales dejando barrios superpoblados de personas mayores sin servicio bancario cercano. En mi barrio lo más cercano implica desplazamientos largos para alguien con dificultades, hablo de más de media hora caminando a buen paso. La respuesta es la banca on-line. Magnifico. En un país donde esa generación fue la primera que salió del analfabetismo y a la que le llegó la red ya más que adultos, se les obliga, se nos obliga a que sin conocimientos nos movamos por un medio hostil. La consecuencia es la vulnerabilidad a las estafas y la consiguiente angustia ante la posibilidad de que desvalijen nuestras cuentas. La lejanía de las sucursales no sólo afecta pues a los que alcanzamos cierta edad sino que las madres agobiadas por el trabajo diario y los niños, los padres y madres con horarios criminales que no quieran ofrecerse al bandolerismo informático tienen casi imposible manejar su dinero, suyo, no del banco, con una mínima comodidad. 
Otro aspecto, en apariencia menor, pero que si lo vemos con cierta perspectiva no resulta tan insignificante es la progresiva desaparición de los quioscos de prensa. Dicen que cada vez se le menos prensa en papel, y menos que se leerá si quitas puntos de venta. Para muchas personas mayores la prensa es su principal actividad intelectual (por decir algo) y desde luego la única lectura que tienen y ahora han de hacer peregrinajes hasta alcanzarla. Eso sí, las revistas de cotilleo las venden en supermercados pero los periódicos, no. Y conste que yo nunca leo la prensa por que me harté de ver faltas de ortografía en gentes que se supone profesionales de la palabra escrita.
Sucesivamente se va viendo en todo un desprecio a la calidad de vida, desde cosas gordas como las citadas o la sanidad que te dan número para casi un mes en el ambulatorio cuando tienes una gripe y luego nos reprochan que colapsemos urgencias, hasta cosas muy menores como el alambre del pan de molde cada vez más raquítico que casi no abarca la bolsa, la arena para gatos que cada día se parece más a un pedrusco, las bolsas de patatas medio vacías, las tabletas de turrón reducidas a la mitad de tamaño, los teléfonos que no tienen detrás a un humano en la atención al cliente, la desaparición del pequeño comercio, la proliferación de pisos turísticos, el aburdelamiento de las ciudades y mil pequeñas cosas más están reduciendo la calidad de vida de los ciudadanos que se dejan, nos dejamos hervir tranquilamente. 

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