Lo primero y muy esencial es empaparse a fondo de la época histórica hasta dominarla por completo en todos sus matices. Una vez conseguido esto procede estructurar un guion muy detallado y ajustado. El paso siguiente es tirar el guion y escribir otro con lo que se le haya quedado al guionista en la cabeza después de una botella de vodka o cinco porros.
Segundo y no menos esencial es frecuentar locales de ambiente poligonero hasta interiorizar el lenguaje y los modales propios de ese ecosistema y aplicarlo tanto a Versalles como a la Florencia renacentista.
Tercero e imprescindible es buscar al mejor director artístico posible y una vez encontrado darle el trabajo a un ingeniero aeronáutico. Así se consigue un cuadro de mediados del XIX aparezca adornando las estancias de María Antonieta en Versalles, por ejemplo.
Cuarto: hacer tablas cronológicas paralelas y moverlas como el artefacto del código da Vinci para que nunca coincidan, así se mezclan épocas y generaciones quedando más dinámico.
Quinto: Estudiar los retratos de los personajes a fondo y luego escogemos actores y caracterizaciones que no coincidan en nada. Logramos así una Sissi rubia, un Maximiliano de Austria moreno y de cabello abundante cuando era rubio y de cabellera rala, una madame Du Barry de quien sabemos que era muy muy joven, regordeta y rubia sea una mujer preciosa más cercana de los cuarenta, delgadísima y de magnífica cabellera negra.
Sexto y último: la músico ha de ser moderna, o sea, rock duro o regueton , que queda moderno y empoderante con letras llenas de poesía que son las músicas idóneas para lo que se bailaba en Versalles o Viena, pongo por caso.
Con estos elementos y añadiendo relaciones imposibles entre los personajes, sexo, unos cuantos paisajes majos (no necesariamente coherentes), más sexo, unos cuantos culos masculinos y unas cuantas tetas femeninas ya tenemos la fórmula de una serie histórica de éxito.
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