Imagen de un ritual público y religioso tahilandés basado en el columpio.
Hace tiempo que vengo al taller y no sé a qué vengo… No, eso es zarzuela, quería decir que hace tiempo que ando como vaca sin cencerro y no existe ni la más pequeña posibilidad de arreglar lo mío… No, que eso es de Pedroooooo Almodóvar. A ver. Centrándome, que con tanta agresión mediática y le euforia de habernos librado de los Juegos ando no ya como vaca sin cencerro, sino como cencerro sin vaca.
El caso es que hace tiempo que tengo preparadas unas imágenes para poner aquí. Ya en alguna ocasión he recogido como se ha un mismo tema a lo largo de la historia en las artes, algo que siempre me ha resultado fascinante. Incluso el tema más universal: la academia masculina, o sea el desnudo masculino formal posando y a lápiz sin más aderezo nos da claves para colocarlo al menos en un siglo. Así que cualquier otro tema que tenga más soportes visuales nos da suficientes pistas para llegar a extremos insospechados.
Krishna y Radha un tema que se sigue representando en la cultura popular india.
He aquí algunos célebres columpios pero cuando un tema se repite a lo largo de la historia en culturas tan variadas yo no puedo dejar de preguntarme por que. Así, indagando por aquí y por allá me he enterado que básicamente el columpio es un rito de fertilidad tanto en Oriente como en Occidente donde se han encontrado figuras rituales de cerámica hechas para ser colgadas y mecidas. Tan arraigado era el rito que en algunos lugares de India se prohibía el juego fuera del rito y, tradicionalmente, el juego del columpio solía practicarse –eso lo recuerdo yo de mi infancia- a fecha fija, concretamente la primavera, más o menos cuando los chicos más hábiles lanzaban sus peonzas. En realidad el columpio, a grandes rasgos y sin entrar en detalles, representa simbólicamente el ritmo del universo que trae la lluvia, la cosecha en movimientos sucesivos.
Sin duda el más célebre de los columpios rococós, el de Fragonard, el más frívolo sin duda y sin duda también el más encantador.
Dos columpios de los cartones para tapices de nuestro Goya.
La parejita columpiándose en primavera de el decimonónico Cot, lo confieso tengo una debilidad por este hombre.
El prodigioso Renoir nos dejá una obra maestra de coquetería y deseo, ah, y también de pintura.
El casi desconocido Federico Godoy Castro nos deja una muestra del aspecto más costumbrista de juego en una tarde campestre.
Finalmente George Barbier, encantador ilustrador francés de la Belle Epoque nos deja esta interpretación del columpio de Fragonard. Adorable.
El hecho de que el tema haya perdurado y muy especialmente en épocas un tanto “libertinas” como el XVIII o el mundo de Le Moulin de la Gallette nos indica que todavía conservamos el aspecto más básico del rito, el más directo que es el de la sexualidad más o menos pícara. Sexualidad-fertilidad que, a otro nivel, se expresa con la mujer con las faldas al aire recibe la fertilidad de la tierra al “abrirse” a ella. Disfrutemos de las bellezas de los columpios desde al “ángulo” que prefiramos.
Preciosas imágenes. Ese columpio de Fragonard me dió un disgusto con unos muebles hace algún tiempo pero creo que ya te lo he contado. El columpio también me trae recuerdos de infancia y de algo que aprendí en las viejas pelis españolas sobre la tradición andaluza de "los cantos de columpio":
ResponderEliminarwww.sinfoniavirtual.com/revista/022/canto_columpio_leyenda_tiempo.pdf
Un abrazo
Esos tiradores rococós se te clavaron en el alma ¿eh?
ResponderEliminarUn abrazo
POr cierto, interesantisimo el aspecto que se resalta en el articulo al que me diriges, en el fondo seguía el rollete erótico festivo. Sumamente esclarecedor.
EliminarUn abrazo.
Acabas de darle un nuevo sentido al placentero hecho de balancearse en un columpio, ahora ya no podré verlo tan inocentemente.
ResponderEliminarHombre después de Fragonard ya era complicado verlo inocentemente.
EliminarUn abrazo
Interesantísimo este viaje al mundo del columpio. Quizás por relacionarlo con los juegos infantiles, yo no había caído en la cuenta de sus connotaciones sexuales, o con rituales de la fertilidad. Pero, ciertamente, estas damas tan felices con el penduleo y con el airecillo que les entra por... ahí dan para pensar... mal, jeje. Las imágenes son encantadoras, deliciosas, y todas transmiten mucha alegría, aunque me imagino que para las mentes cerradas de aquella época quizás resultaran demasiado transgresoras. Recuerdo que de niño a veces iba a jugar a un parque infantil donde los columpios eran siempre lo más deseado, y había que esperar turno. También recuerdo la sensación maravillosa que se siente, como de volar, pero que se truncaba al escuchar: "¡Acaba ya!". Sin duda un gran invento el columpio, en todos los sentidos, jeje. Un fuerte abrazo, Joaquín.
ResponderEliminarLa verdad es que no consta que esas imágenes escandalizaran a la sociedad de sus respectivas épocas, eran, por el contrario, fruto de su manera de ver el mundo. Sí, a mí también me encantaban los columpios era como decía Mafalda que como en la vida misma al poner los pies en el suelo se acababa lo bueno
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