Hoy en Madrid el verano ya ha dejado clara su intención de
irse, medio llueve, está oscuro. Hace unos días que viene avisando, “que me voy
a tener que ir” con calles tapizadas de hojas doradas, con vientos con un punto
de humedad que uno no quiere ver, por que se alberga la esperanza de que dure
un par de semanas más así, a medio gas, como quien no quiere la cosa, como el
invitado que remolonea por qué no tiene ganas de irse y, al final, resulta que
hace que esa sea la mejor parte de la reunión. Sin embargo, este verano se nos
va ya, un verano fallido más, como todos. Un verano en el que tampoco hemos
encontrado una carne hermana, una cabellera en la que hundir nuestros dedos,
una sonrisa cómplice y profunda. Un verano en el que, como siempre, la mejor
compañía han sido los libros y, como siempre, el mayor fracaso, mi incapacidad
de escribir en condiciones, de hacer que broten las historias y que fluyan.
Un verano en que ya no cabe más indignación, ni más
desastres, un verano en el que, realmente, nos han puesto a todos al borde del abismo. No soy muy eclesial, ya lo
sabéis aunque aquí, el Papa porteño, me tiene completamente fascinado, tampoco
sé muy bien en que sentido a decir verdad. El caso es que anteayer dijo algo
que me pareció muy expresivo del conjunto de la realidad. Vino a decir que
estamos viviendo una III Guerra Mundial fragmentada, y en todos los niveles,
bélico, social, ideológico, sociológico y humanístico en general. Al menos eso
es lo que yo le entendí. Para mí resulta evidente. Incluso la gripe del 18 se
corresponde con el ébora actual. Los puntos geográficos son los mismos, los de
siempre, los bandos, casi también, las instituciones tiemblan por falta de
consistencia pero también de miedo ante los monstruos que han creado y el
pueblo –esos variadísimos grupos humanos que hemos dado en llamar “pueblo”-
comienza a no tener nada que perder, como la clase media, pero también a
encontrar nuevos medios para movilizarse no siempre en la calle, aun queda para
que esto cuaje, pero lo hará, ya lo creo que lo hará. En conjunto es una guerra
global del todos contra todos para que, al final, la eterna oligarquía vuelva a
ocupar el poder omnímodo pero más, por que ahora tienen más fácil controlar las
mentes. Se me ocurre que de este tipo de
actitudes siempre ha habido un personaje que ha sabido darle la vuelta a esa
manipulación y trabajar contra la oligarquía, Eva Perón es un ejemplo (con
todas las pegas que queramos ponerle), también ahora, alguien o algo antes o
después lo hará pero de momento estamos condenados a un abismo en el que se
juegan malabares con bombas atómicas, decapitaciones, pandemias descontroladas
y saqueo sistemático, ante un hambre creciente y más grave que los que ha
habido nunca en la historia por que ahora el pueblo sabe que es posible comer,
tener un sueldo y un tiempo libre. Hemos conocido otra cosa, una Edad de Oro, a
la que volver. Sí, vivimos una III Guerra Mundial y que se quede en estos
niveles -que lo dudo-.
La marcha del verano me pilla personalmente en un momento de
desolación, la tira de libros, del modo que sea –dados, donados, regalados etc-
es para mí extraordinariamente dolorosa.
Al fin y al cabo han sido siempre mis únicos compañeros y amigos. Cuando
mis hombros me lo permitían de vez en cuando vaciaba una estantería por el mero
placer sentir su tacto, el placer del tacto de un libro es comparable a pocas
cosas y me pasaba tardes enteras en esta labor.
Pero no es solo eso. Un detalle, el otro día esperaba con mi panamá
barato, mi polera más elegante, las otras estaban a lavar, con mi bolso en el que cargo libros, pastillas, etc;
estaba justo enfrente a la salida a Carmen del Corte Inglés de Callao, para
quienes no sois de Madrid, uno de los puntos más céntricos, comerciales y vivos
de la ciudad. Estaba esperando pegado a la pared del FNAC para estorbar lo
menos posible el paso. Barba recién
arreglada y hasta una bolsa por la que asomaban unas películas. ¿Cuál no sería
mi aspecto que un señor de mi edad, más o menos, buena ropa, discretamente… me dio
limosna? Naturalmente respondí con una sequedad que no me es propia y que,
seguramente, el bienintencionado ciudadano (¿no habrá mendigos en el centro de
Madrid?) no se merecía. Es cierto que me miro en los espejos y veo que he
perdido la sonrisa, que tengo cara avinagrada , pero de ahí a darme limosna
creo yo que hay un abismo.
En realidad no, es sólo la resistencia a asumir que, hoy por
hoy, la profunda insatisfacción que siento ante mí mismo me convierte en una
ruina humana. Eso, seguramente es lo que vio el buen ciudadano que alargó la
mano con mucha discreción y la mejor intención. Así entro en el otoño. Quizás
su suavidad, su declinar hacia el invierno me ayude a remontar, a hacer fluir
las palabras en lo que escribo, a encontrar a qué o a quien dar las caricias
que se me mueren en las manos. Antes cogía a los bebés y jugaba con ellos ahora
cuando voy a hacerlo veo en los ojos de los padres, aquellos bebés
precisamente, miedo a que se me caigan y, obviamente, me abstengo, pero queda
el hueco y una distancia. En otoño es
todo más fácil, menos hiriente, a ver si este me trae el fluir libre de las
palabras en un papel con las historias que hierven en la olla a presión de mi
cabeza sin salir.
No conocía esa apreciación del papa Francisco, pero creo que lleva mucha razón. En otro sitio escuché que, para esclavizar a los países, ahora basta con endeudarlos hasta el gorro, y se ahorran las invasiones. Y yo mismo he llegado a pensar que los "recortes" del gobierno son un golpe de Estado a cuentagotas. Algo de eso habrá. En cuanto a los libros, no te sientas obligado a hacer algo que no te apetece, Joaquín. Y en cuanto a eso que cuentas de la limosna, me has hecho recordar algo, que no sé si he contado, que me pasó de niño. Estábamos unos amigos jugando una tarde en una plaza, mientras esperábamos por la catequesis, y vimos acercarse unos turistas extranjeros que paseaban. Y, no recuerdo por qué, los saludamos. Y ellos respondieron tirándonos comida, como si fuéramos monos en un zoológico. Me pareció ofensivo, pero seguramente eran unos imbéciles. Y anécdotas así conozco varias. Así que tampoco pienses que eso tiene que ver contigo, debe ser más bien que hay gente que es muy torpe en su "altruismo" y no pregunta antes de meter la pata. Saludos, Joaquín, y un fuerte abrazo.
ResponderEliminarTe tengo que dar la razón en todo incluso en lo que no quisiera, pero la tienes. Eso sí, reconocerás conmigo que para llegar al "son imbéciles", hay que saltar por la ofensa profunda. Y más con lo atractivo y resultón que me veo últimamente (cuando tengo destos para mirarme al espejo jejejeje)
ResponderEliminarJoaquinito, a mi me han tomado por ladrón cuando he ido a avisar de un hurto y ni te imaginas la cara de buenísima persona que tengo. Pero entiendo que si estás de bajón y te pasa una cosa así el recuerdo de los difuntos del interfecto es inevitable.
ResponderEliminarDe todas formas por si acaso, creo que este otoño voy a tirar un abrigo un poco viejuno que tengo.
Un abrazo