¡Por fin! Otro que se va y, lo que es mejor, deja el escaño.
Si ha habido un personaje siniestro, pernicioso, destructivo, sibilino,
ambiguo, ególatra en grado sumo y también en suma dañino del género masculino –del
femenino ya sabemos que es otra historia- es este ser que de un modo
merecidamente indigno acaba de salir del ¿gobierno? Su contacto ensuciaba
cuanto tocaba de un modo invisible y pegajoso, untuoso, de un ser no ser, de un
falso progre, de un falso facha. Madrid, su principal víctima asistió sin darse
cuenta a como ese ser comenzaba el proceso de destejer el tapiz social de la
ciudad, preparando la comunidad para “la otra” –que viene a ser el caballo de
Atila-. Apagó luces, quitó neones, abrió obras (y quedan muchos años para
terminar de pagarlas, aquí lo dejo como quien no quiere la cosa), se emperró en
el proyecto olímpico (que también hay que pagar, aquí lo dejo, como quien no
quiere la cosa) jugó a dos barajas con la iglesia sin dejar clara su posición y
me refiero a los actos relativos a la ciudad lo que haga con su alma (si la
tiene) es asunto suyo. Sus megaproyectos han hundido barrios enteros, ejemplo:
la mala planificación, la excesiva tardanza y la poca atención que se prestó a
ciertos puntos del Madrid Río han convertido a la calle Virgen del Puerto en
una sucesión de locales cerrados mucho antes de que la crisis comenzara a
cerrar por cuenta propia. De Madrid Río hablamos otro día que hay mucho que
decir. Si con Manzano el ciudadano asistía pasmado a como se inauguraba cada
esquina de un cruce –y no es exageración,
léase calle Sepúlveda y sus ajardinamiento-, con el faraón asistimos al
imperio de alguien que dejaba claro que se creía superior al ciudadano que le
mantiene y que, además, venía directamente por nosotros. Si Aznar obligó a la
sociedad española a radicalizarse, Gallardón, en su actuación de ser el
favorito de la izquierda dentro de los de la derecha, un papelón digno de su
falsedad, dividió la ciudadanía y más de una bofetada he evitado llevarme por
los pelos al criticarle. Las viejas guardan el verdadero poder del país y para
ellas él y “la otra”, eran intocables.
Sin embargo, aun no había desplegado todo su poderío
maligno. La ley del Aborto, en parte destinada a enmascarar leyes de más hondo
calado como la del poder judicial pero menos vistosas, era su punto fuerte. Mi
opinión personal es que debería ser libre, gratuito y sin restricciones, si una
mujer tomó libremente la decisión de acostarse con un hombre igual de libre es
para afrontar las consecuencias. Y punto. Por otro lado es un asunto que
sinceramente no me importa en absoluto, las mujeres que yo he conocido a lo
largo de mi vida si han querido abortar, han abortado legal o ilegalmente, pero
han abortado, hay hasta un barrio en Madrid célebre por las clínicas dedicadas
a ello desde la guerra a hoy mismo, eso sí, privadas. Las pobres se limitaban a la vecina y a las
agujas de calcetar, o a veces a acarrear muebles de un lado a otro hasta lograr
el efecto deseado, pero abortar, abortaban. Luego vinieron los viajes a Londres
que lo pusieron un poco más fácil. Sé que es una visión personal que no encaja
por completo con la realidad, pero tampoco es ficción sino una parte más de esa
realidad. Cada uno de nosotros conoce casos en que se ha hecho así de una forma
u otra, por tanto, y dejando claro que mi opinión es que debe ser libre y
gratuito sin restricciones y, si se me permite, con la posibilidad real de que
esa madre con problemas, nadie aborta por gusto y pasar la tarde, vaya a tener
ayudas y apoyos reales, no ficticios como hasta ahora, en la crianza del hijo
si decide tenerlo; dejando claro esto paso a lo que sí me importa.
Cuando un niño viene con una malformación, según aquí, el
salvapatrias, está obligado a nacer aunque sea para cinco años de sufrimientos
y condenado a una muerte segura. Hay muchas malformaciones, deficiencias y
enfermedades congénitas, de muchos tipos y si algunas son digamos, asumibles –por
poner un ejemplo, y cualquiera que ponga es atroz, nacer sin un brazo-, y
cuando digo asumibles quiero decir que ese niño que llegará a adulto podrá
tener una vida independiente –no mendicante de cuatro perras de un estado
siempre traidor (sé de qué hablo)- y sin excesivos sufrimientos, cuando digo asumibles quiero decir que ese
niño que llegará a adulto será aceptado por su entorno social, personal y
laboralmente sin convertirse en carne de explotación. Eso entiendo por una “malformación/enfermedad
asumible”. Pero hay otras muchas que no, que convierten las vidas de los
afectados en infiernos de dolor, dependencia, humillaciones y desprecio, sí,
desprecio, y las de sus familias en caos de lucha inútil, sin ayudas, sin
medios, sin apoyos, niños que tras cinco, seis, diez años morirán
irremediablemente por mucho que la familia y solo la familia luche a brazo
partido, tras pasar la mitad de esos años en un hospital, destruyendo el tejido
familiar y el futuro incluso de otros hijos. Cuando a unos padres se les
presenta el horror de que su hijo va a nacer con esas perspectivas lo único ético,
lo único con un mínimo de dignidad que puede hacer un ser humano, es dar un
paso atrás y respetar lo que esos padres, que bastante tienen ya y lo tendrán
para toda su vida, decidan lo que decidan. Ahí Gallardón dejó caer su careta de
falso progre, ahí dejó que se le viera a quien sirve. Imponer nacer a niños así
es como mínimo infame y mucho más si luego el estado –siempre traidor y
miserable- los va a dejar tirados como están dejando a tantos ahora y como nos
ha dejado a tantos antes.
Debería alegrarme de que se vaya, de no volver a ver su geró
al encender la televisión, debería alegrarme y me alegro en la medida que esa
infame medida desaparezca con él. Nada más. No puedo alegrarme por qué ha hecho
demasiado daño, ha creado demasiadas deudas, ha destruido demasiado mi Madrid –ya
hablaremos de Madrid Río- y, lo que es peor, deja semilla sembrada: hijos
abogados que a no tardar entrarán –ojalá me equivoque- como los Fabra o los
Fraga en política, como entró él con el respaldo de su padre. No me alegro
tanto por que me dan miedo, por qué a cada cambio con estos últimos gobiernos
autonómicos, municipales y ahora nacionales se hace bueno aquello del “otro
vendrá que bueno me hará” , aunque la Botella no llegó ni a eso. De momento
celebremos que se retire la prohibición infame, luego, ya veremos.
No se va por nada de lo que dicen. se va porque no tiene futuro. es un oportunista que ha jugado mal sus cartas. No tiene ideología ni vergüenza. Creyo que eso le daba ventaja en la lucha por el poder pero disimuló mal. O echamos al PP de la ciudad o le ponen una plaza.
ResponderEliminarMientras las viejas manden tenemos PP en Madrid. Son su nicho de votos.
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