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sábado, 5 de febrero de 2011

Maria Antonia Eme Punto. (Primera entrtega)

Maria Antonia M. era la pequeña de cuatro hermanos de buena familia, vamos de la familia de un señor con carrera después de guerra, o sea, buena familia para la época, buen sueldo y con ciertas pretensiones.
María Antonia M. tenía Santa Madre. Doña Paca. Gallega entrada en carnes, poderosa de risa franca y temperamento para acojonar al ejército napoleónico y poner firmes al prusiano. Lengua larga, sin pelos en la idem y con ese instinto para el chantaje emocional que tienen las madres.
Maria Antonia M. tenía padre, con minúsculas, al lado de la grandeza a lo alto y a lo ancho de Doña Paca el pobre don Luis tenía que ir con minúsculas y muy menudas. Callado y buena gente don Luis pasaba la vida del trabajo en un buen puesto en Telefónica a casa sin más distracción que los telediarios, las visitas y “Cesta y Puntos” (Nota:  “Cesta y Puntos: concurso que bajo la forma de un partido de baloncesto se enfrentaban dos colegios a base de preguntas, o sea un concurso para empollones y sinceramente insoportable que permaneció en pantalla del 65 al 71 presentado por una inolvidable voz, Daniel Vindel, que hacía lo que podía, como uno nunca fue empollón –digan lo que digan los demás- detestaba aquella exhibición de pedantería estudiantil-paternalista-televisiva.)
María Antonia M. tenía tres hermanos: Luis, el mayor, ingeniero que trabajaba en el Canal , Raquel que, como estamos en Madrid, era conocida como La Queli y Carmen, vivo retrato de su Santa Madre en abundancias carnales y risas opulentas. Los tres eran tres hermosos ejemplares humanos, cada uno en su estilo.
Maria Antonia M. vino cuando ya sus hermosos hermanos habían dejado de ser niños y no sé bien si fue un regalo para Doña Paca o lo que llamaba una amiga, el resbalón de la menopausia.
Maria Antonia M. era muy madrileña viviendo en la frontera sutil de Chamberí y Cuatro caminos, es decir entre el Madrid de Francisquita y el de La Pacorra, en esas cuatro o cinco calles que no se deciden a ser ni de un bando ni de otro. A un tiro de piedra de la aristocracia y al mismo tiro de piedra pero en el otro sentido del chabolismo.
Maria Antonia M. fue niña regalada y mimada, preciosa criatura que en su temperamento llevaba más bien a La Pacorra que a Francisquita con lo que era conocida en el mundo como La Mari.
Maria Antonia M. recordaba que un día al salir de casa luciendo sus trece años cubiertos de ropita cara, encajes y demás adornos y perifollos adecuados y decentes de niña de los cincuenta vio un barullo en la esquina y, como buena española, acudió corriendo a ver que pasaba y no sé si había sido un atropello o un accidente, el caso es vio un cadáver lleno de sangre. Se impresionó y a esa impresión achacó ella siempre lo que ocurrió. Volvió inmediatamente a casa ya enferma y pronto empezaron los preocupados padres a acudir a uno y otro médico y a otro, y a otro más. Yo de vestíos no entiendo pero el diagnóstico fue algo parecido a un tumor junto a la médula. Claro que lo emitió un traumatólogo que algunos conocíamos como “Er Carnicerito” por su afán a meter el bisturí a lo primero que se dejara.

8 comentarios:

  1. Bueno, parece que esto va a ser una saga de una familia española conocida, eh, jajj. ¿Cómo va a salir una enfermedad asi de una impresión? Pero es verdad que tendemos a asociar los grandes momentos de nuestra vida a pequeñas impresiones previas y cosas así, que siempre se resumen en un: ¿por qué pasaría por esa calle ese día? o ¿Pq no me quedaría en casa aquella tarde? y cosas así, Una vez me salió una urticaria después de encontrar un anillo en la calle, y siempre lo he asociado, tontamente, claro. Luego he usado el anillo otras veces y no tiene nada que ver, ni me ha vuelto a dar, jaaja.

    bezos.

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  2. Thiago: era una cría de trece años, demasiado joven para exigirle rigor, por otra parte estaban a finales de los cuarenta principio de los cincuenta. Posiblemente hasta se lo dijeran los "ilustres galenos" como Er Carniserito, El Suministracadáveres, El Abreencanal, el Loketokoloesgracio y otros de ese jaez. En realidad no importa de que vino, el caso es que vino y con ella tuvo que vivir su historia.
    Gracias por leerme

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  3. Cari, no me des las gracias, creo que ya te dije alguna vez que es un placer y un privilegio hacerlo, jajaaj


    Bezos.

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  4. Por alusiones: yo participé en cesta y Puntos. Y no es que fuera empollón pero uno tenía su arte para todo lo que fuera salir del cole a hacer bolos.
    ¿Esa frontera dónde queda, en Martinez Bordiú? Por cierto, ¿no sería M. Bordiú el famoso Carnicerito?
    Me tienes en ascuas.
    Un abrazo

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  5. Como de costumbre, te das una estupenda habilidad para retratar personajes y entornos. Deseandico me tienes de saber cómo continuará la historia.

    Un abrazo.

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  6. Thiago: es de bien nacidos ser agradecidos.
    Uno: bueno, yo no quise acusaros de empollones pero como siempre he tenido fama de ello quería dejar constancia de que no era santo de mi devoción. Por cierto, casi todas las respuestas que no fueran matemáticas me las sabía.
    La frontera estaría entre Martinez Bordiú, un poco más allá y Raimundo Fernandez Villaverde. Buen olfato. No, el Marqués pasaba por cardiólogo y aquí hablamos de una subespecie pseudomédica conocida como traumatólogos. Que merecerían un estudio aparte o un documental de la 2.
    Theodore: muchas gracias por tus elogios. La historia pretendía ser corta pero me temo que La Mari era mucha Mari como para despacharla en un par de entregas, así que paciencia.
    Un abrazo y gracias por leerme.

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  7. Cesta y puntos es el mejor programa que se ha hecho para la juventud en TVE. GRACIAS POR RECORDARLO.

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