-También es verdad.
Lady
Sophie ya no les escucha. Está concentrándose. Sabe que todo aquello es muy
inestable, todo está en un precario equilibrio pero, como buen gato doméstico,
estuvo en el medio cuando lo hicieron, curioseando. Por eso sabe, sobre poco
más o menos, donde están los apoyos más sólidos. Cuando quiere darse cuenta
está en pleno salto, desde abajo parece volar sobre todo cuando posa las cuatro
patas en apenas cuatro centímetros. Ahora es ella la inestable. Empieza a avanzar
esquivando las figuras, a cada paso el tablero tiembla más y aun le queda un
largo camino complicado por los pastores y los rebaños. Menos mal que éstos no
han cobrado vida, sólo en el castillo hay luminarias y el lejano ruido de una
fiesta/orgía.
-¡Cuidado con el sembrado! –advierte
Golfo.
Decididamente
lo único sensato que hacen los humanos es convivir con los gatos ¿A quien se le
ocurre poner un campo arado en semejante sitio? Una por una las patas evitan el
sembrado. La cosa brillante con la que han pretendido simular un río –se
pregunta dónde habrán visto un río plateado estos irresponsables- le permite
unas pisadas más rápidas y seguras. Tiembla más el tablero cuanto más deprisa
se mueve pero si se quedara quieta acabaría por vencerse en algún lado. Si
encontrara el caballete que pusieron bajo el centro del tablero podría saltar
hasta el extremo donde está esa caverna o lo que sea; pero, claro, hay que
encontrarlo, saltando desde otro sitio el desastre está asegurado y el
descabalamiento mágico no tendría arreglo. De reojo ve una caja de puros donde
en el balcón de Julieta ella y Romeo mantienen una violenta discusión sobre el
color de los azulejos de la cocina, entretanto los puros se fuman solos entre
conversaciones groseras, de orgía pues, al fin y al cabo al despojarse de las
vitolas quedan desnudos en obsceno montón. La situación va a peor. Por fin, al
tacto, encuentra el apoyo del caballete y con la suerte de que han puesto un
par de piedras planas. Golfo le ve las intenciones y grita que no haga
barbaridades que sólo suena como un “guau” no demasiado estridente. Si no ha
hecho nunca caso a nadie, se lo va a hacer a él, como diría su abuela
“amosanda”. Se asienta en la parte sólida y se prepara para un salto
milimétrico que debe ir de borriqueta a borriqueta exacta o todo se vendrá
abajo. Lo hace, sus manos apoyan en firme pero no las patas traseras, para
minimizar destrozos las separa y espera a ver donde caen. Todo tiembla y parece
que se va a rodar por el suelo, pero poco a poco se asienta.
-Tranquila Sofía, no se ha caído ni
desmantelado nada –le dice Golfo todavía agitado.
Casi
sin mover más que la cabeza mira dentro de la casa o caverna o lo que sea. Ahí
no hay ni restos de la figurita del bebé pero sí el hueco claramente marcado de
donde debería estar.
-No hay bebé, Golfo.
-Pues sal de ahí que tenemos que
encontrarlo
-Si las crías humanas –razona la Sra.
Rat dándole al ganchillo con velocidad inimaginable, propia de cuando está muy
alterada- han estado por aquí lo más fácil es que haya caído por detrás. Yo me
ocupo de buscar por ahí.
-Sofía, sal de ahí que luego habrá que
subirle.
-Estaba empezando a temérmelo –ironía
hecha felino.
-Ten cuidado, que los gatos sois muy
patosos bajando –pero no para saltar. Un salto limpio y elegante, como suyo, y ya
está en la mesa.
-Escucha, saco de pulgas, me habían llamado muchas cosas pero jamás patosa. Así
que mide tus palabras, cepillo con patas
-Creo que no es el momento para
disculparse. Mira.
La
Sra. Rat corre hacia ellos despavorida, chillando con tal registro que incluso
Golfo, acostumbrado a estos sonidos inaudibles le hiere.
-¿Qué se ve?, ¿No está ahí?
-Si está ahí detrás como supusimos.
-Habiendo cachorros humanos de por medio
era lo… -intenta apuntar Golfo.
-Pero no está solo –los cristales de
toda la casa deben estar a punto de estallar, un tono totalmente contrario a la
habitualmente apacible Sra Rat.
-A ver, cálmese y díganos quien o qué
demonios está ahí.
La
ratona va recuperándose hasta volver a su ser de imperturbable madre de y ama
de nido de siempre, más o menos.
-Eso, un demonio hecho rata o una rata
hecha demonio, no lo sé. ¿Recuerda, Lady Sophie, la rata negra del callejón de
atrás con quien se las tuvo tiesas varias veces hasta que la mató?
-Por supuesto, pero no me la comí. Era
demasiado repugnante incluso para ser rata e incluso para estar muerta.
-Pues lo que hay delante de la figurita
del bebé es más del doble que aquella y… bueno, parece un monstruo salido del
mismísimo infierno, al verlo lo único que puedes pensar es “sólo quiere matar,
ha nacido para matar….todo”
¿Qué podemos hacer, Sofia?
-Matarlo –y los ojos de la gata espejean
con un verde luminoso-, aunque imagino que no será comestible. No sólo eso ha
nacido para matar –para unos ojos atentos las uñas de las garras han brillado
con un todo acerado.
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