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lunes, 22 de enero de 2018

LADY SOPHIE O NOCHE DE REYES 5



-También es verdad.

            Lady Sophie ya no les escucha. Está concentrándose. Sabe que todo aquello es muy inestable, todo está en un precario equilibrio pero, como buen gato doméstico, estuvo en el medio cuando lo hicieron, curioseando. Por eso sabe, sobre poco más o menos, donde están los apoyos más sólidos. Cuando quiere darse cuenta está en pleno salto, desde abajo parece volar sobre todo cuando posa las cuatro patas en apenas cuatro centímetros. Ahora es ella la inestable. Empieza a avanzar esquivando las figuras, a cada paso el tablero tiembla más y aun le queda un largo camino complicado por los pastores y los rebaños. Menos mal que éstos no han cobrado vida, sólo en el castillo hay luminarias y el lejano ruido de una fiesta/orgía.

-¡Cuidado con el sembrado! –advierte Golfo.

            Decididamente lo único sensato que hacen los humanos es convivir con los gatos ¿A quien se le ocurre poner un campo arado en semejante sitio? Una por una las patas evitan el sembrado. La cosa brillante con la que han pretendido simular un río –se pregunta dónde habrán visto un río plateado estos irresponsables- le permite unas pisadas más rápidas y seguras. Tiembla más el tablero cuanto más deprisa se mueve pero si se quedara quieta acabaría por vencerse en algún lado. Si encontrara el caballete que pusieron bajo el centro del tablero podría saltar hasta el extremo donde está esa caverna o lo que sea; pero, claro, hay que encontrarlo, saltando desde otro sitio el desastre está asegurado y el descabalamiento mágico no tendría arreglo. De reojo ve una caja de puros donde en el balcón de Julieta ella y Romeo mantienen una violenta discusión sobre el color de los azulejos de la cocina, entretanto los puros se fuman solos entre conversaciones groseras, de orgía pues, al fin y al cabo al despojarse de las vitolas quedan desnudos en obsceno montón. La situación va a peor. Por fin, al tacto, encuentra el apoyo del caballete y con la suerte de que han puesto un par de piedras planas. Golfo le ve las intenciones y grita que no haga barbaridades que sólo suena como un “guau” no demasiado estridente. Si no ha hecho nunca caso a nadie, se lo va a hacer a él, como diría su abuela “amosanda”. Se asienta en la parte sólida y se prepara para un salto milimétrico que debe ir de borriqueta a borriqueta exacta o todo se vendrá abajo. Lo hace, sus manos apoyan en firme pero no las patas traseras, para minimizar destrozos las separa y espera a ver donde caen. Todo tiembla y parece que se va a rodar por el suelo, pero poco a poco se asienta.

-Tranquila Sofía, no se ha caído ni desmantelado nada –le dice Golfo todavía agitado.

            Casi sin mover más que la cabeza mira dentro de la casa o caverna o lo que sea. Ahí no hay ni restos de la figurita del bebé pero sí el hueco claramente marcado de donde debería estar.

-No hay bebé, Golfo.

-Pues sal de ahí que tenemos que encontrarlo

-Si las crías humanas –razona la Sra. Rat dándole al ganchillo con velocidad inimaginable, propia de cuando está muy alterada- han estado por aquí lo más fácil es que haya caído por detrás. Yo me ocupo de buscar por ahí.

-Sofía, sal de ahí que luego habrá que subirle.

-Estaba empezando a temérmelo –ironía hecha felino.

-Ten cuidado, que los gatos sois muy patosos bajando –pero no para saltar. Un salto limpio y elegante, como suyo, y ya está en la mesa.

-Escucha, saco de pulgas, me habían  llamado muchas cosas pero jamás patosa. Así que mide tus palabras, cepillo con patas

-Creo que no es el momento para disculparse. Mira.

            La Sra. Rat corre hacia ellos despavorida, chillando con tal registro que incluso Golfo, acostumbrado a estos sonidos inaudibles le hiere.

-¿Qué se ve?, ¿No está ahí?

-Si está ahí detrás como supusimos.

-Habiendo cachorros humanos de por medio era lo… -intenta apuntar Golfo.

-Pero no está solo –los cristales de toda la casa deben estar a punto de estallar, un tono totalmente contrario a la habitualmente apacible Sra Rat.

-A ver, cálmese y díganos quien o qué demonios está ahí.

            La ratona va recuperándose hasta volver a su ser de imperturbable madre de y ama de nido de siempre, más o menos.

-Eso, un demonio hecho rata o una rata hecha demonio, no lo sé. ¿Recuerda, Lady Sophie, la rata negra del callejón de atrás con quien se las tuvo tiesas varias veces hasta que la mató?

-Por supuesto, pero no me la comí. Era demasiado repugnante incluso para ser rata e incluso para estar muerta.

-Pues lo que hay delante de la figurita del bebé es más del doble que aquella y… bueno, parece un monstruo salido del mismísimo infierno, al verlo lo único que puedes pensar es “sólo quiere matar, ha nacido para matar….todo”

¿Qué podemos hacer, Sofia?

-Matarlo –y los ojos de la gata espejean con un verde luminoso-, aunque imagino que no será comestible. No sólo eso ha nacido para matar –para unos ojos atentos las uñas de las garras han brillado con un todo acerado.

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