Vivir estas pequeñas cosas es lo que da cierta alegría en esta vida.
Hay cosas que no hubiera deseado vivir nunca (como ciudadano, dejo aparte el aspecto individua): el 11-M, toda la lista de atentados, la victoria de Trump, el incendio del Monte Olimpo o el incendio de Notre Dame entre otras muchas; pero otras, muchas menos, que me han dado ciertas satisfacciones. Educado en el principio de que de "La guerra no se haba". Historiador al que se le escamoteaba el periodo en la Universidad (y se supone que ya estábamos en democracia pues acabé la carrera en el 84) no me fue fácil enterarme que narices era el Valle de los Caídos (salvo por la Escolanía cantando el Tamborilero con Raphael). Ha hecho falta que la generación aterrada que sobrevivió a la masacre (mis padres tendrían 87 años, por ejemplo) murieran, que sus hijos, nosotros con la ignorancia sobre el asunto trabajada a nivel escolar y familiar y herederos del "no te signifiques" por tanto callados como putas y 44 años de supuesta democracia (y si alguien duda de que sea "supuesta", que repase la lista de apellidos en los altos cargos de todas las instituciones) para que se alzara la voz y lo que es de cajón y casi mandamiento de enterrar a los muertos, no tirarlos en las cunetas ni secuestrar cadáveres se aplicara y los nietos y bisnietos de los masacrados levantaran la voz.
No quiero acabar este momento de exquisita felicidad personal (hubiera preferido otro sistema tan justo los asesinatos sin juicio que practicaron los constructores pero a falta de pan he de conformarme) sin mencionar a unos cuantos infames encumbrados sobre la sangre y el dolor de quienes padecimos en segunda o tercera generación aquello que ignoraron no sólo a las victimas sino a todos aquellos que les votamos. No voy a negar que algunos de ellos, pocos, hicieran alguna cosa buena pero en este punto fueron todos unos miserables infames: Adolfo Suárez, el único que tienen una buena justificación histórica y por tanto es casi respetable que ni mencionara el tema que nos ocupa, Leopoldo Calvo Sotelo, casi sin tiempo para tomar medidas de nada, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Esto no hace mejor a Sánchez sólo le pone orejas a los gritos de las cunetas y a la permanente bofetada que supone la exaltación la tiranía personificada.
Curiosamente la Asociación Francisco Franco está subvencionada con dinero público (uno más de los regalitos de Aznar en su labor de destrucción permanente del país) sin embargo, las asociaciones dedicadas a abrir las cunetas sólo reciben ayuda (me acabo de enterar) de un sindicato de dentistas de Noruega.
Realmente este sublime momento de hoy tiene más de amargo por lo miserable y ruin del país y sus ciudadanos que de glorioso por sacar al tirano de su pirámide
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