Estos días he estado repasando mis últimas entradas y he llegado a la conclusión de que son bastante depresivas. Personalmente tengo sentido del humor, me río mucho y se me considera una persona alegre. Sin embargo, es coger la pluma o la tecla y soy absolutamente incapaz de hacer algo divertido. Una amiga, toda energía y optimismo, me dijo después de haberse leído un largo relato que le había gustado mucho "pero me has hundido la vida". Está claro que podría ser un autor erótico pero en absoluto festivo. La juerga padre. Venga alegría. Naturalmente no me gusta este aspecto, ¿a quien puede gustarle inducir al suicidio o poco menos?, Pero como decía Marisa Paredes en La flor de mi secreto es cuestión de color, empiezo escribiendo novela rosa y al final todo se vuelve negro (no es cita exacta pero más o menos). Total que, decidido a animarme y a animar opté por cambiar de rumbo. Aparqué mis lecturas trascendentes, dejé de ver cuadros de martirios de santos, dejé de escuchar enfermedades en la radio, en la televisión, en las vecinas, en las señoras que pasan por la calle, dejé de oír los telediarios y hasta emprendí una tarea lúdica que jamás había enfrentado con la intención de ventilar mis amuermadas neuronas: hacer una maqueta de la pequeña aldea gala que resiste y resitirá siempre al invasor, que como creo que ya dije aquí es todo un icono en mi vida.
Andaba yo cuestionandome como colocar cierto ladrillo rebelde, como hacer que el cartón reciclado del contenedor parezca una cubierta de paja, como lograr que se pueda desmontar para no tener que salirme de casa, e incluso me debatía en la procelosa duda de si convendría hacer la chimenea de papel o de ladrillos, una tarde de sábado como otra cualquiera -ya no tengo edad para ir a cazar o pesar o ser cazado o pescado- que prometía ser más amena por el cambio de actividad. Todo de cara a salir del pozo del que salen estas alegrías que coloco aquí. Repito, estaba yo con el ladrillito en la mano cuando oigo: "Terremoto en Chile de 8'8". Se queda uno con el ladrillito de los destos en el aire y se pregunta qué debe hacer. ¿Se puede quedar uno como si tal cosa y seguir colocando ladrillitos?, ¿tiene algún sentido dejar de hacerlo?
No lo sé, ni creo que nadie lo sepa. Sólo sé que como la pequeña aldea gala hay algo dentro de cada uno que se resiste a dejarse arrollar por el dolor continuo, por el grito de la humanidad, por la destrucción, a anularse en ese maremagnun de sordidez, miseria, enfermedad y abandono. Cogí el pegamento, dejé caer una gota y coloqué el ladrillito en su sitio y luego otro y otro y otro...
La vida sigue, además de toda la solidaridad con Chile, es normal, pero uno ya anda muy hastiado de tristezas, amarguras y dramas ciertos o inventados, políticuchos, y demás belenesesteban o no, así que sigue con Asterix y Obelix, que al fin de cuentas lo pasarás como un enano, yo tengo la colección entera, la original, jejejejejeje, a medida que salían, qué tiempos.
ResponderEliminarEs que, lo de Chile ha sido terrible, lo de Haití ha sido terrible, pero...el mundo está lleno de desgracias contínuas. Estas nos duelen más porque han sido monumentales, pero a poco que eches un vistazo a las noticias, desde los asesinatos de mujeres en Mexico, a los atentos suicidas de Pakistán o Iraq, las guerras tribales de tantos paises africanos, etc... se le quitan a uno las ganas de todo. Que te concierna y te duela ya es un gesto de solidaridad. Que te quite de ejercer tu placer de vivir, no tiene sentido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pe-jota: yo también tengo la edición original en castellano de todos los números excepto de "El combate de los jefes" que me robaron. Están los pobres que dan pena pero tienen un valor añadido precisamente por eso. Algunos de los mejores ratos de mi vida los he pasado con los galos y el César don Julio. Una tabla de salvación en este caos.
ResponderEliminarTheodore: es difícil encontrar la vía para mantener el placer de vivir que ya de por si es tan escaso y complejo de encontrar. Además creo que el problema es que lo tenemos todo aquí y ahora, los medios de comunicación nos hacen vivir en directo tragedias que antes no llegábamos a conocer. No creo que el bicho humano esté hecho para ello.
Un abrazo