Siguiendo con el tema cefalopódico y octofálico
hemos de volver a occidente, sí, esto es un no parar, pero para toparnos no ya
con las viejas tradiciones sino con la realidad intelectual, por definirla así
a falta de mejor nombre, del momento. Vamos a ver si me explico con prístina
claridad, cosa harto compleja al hablar del XIX. Sintetizando de un modo ajustado
al tema que nos interesa en el momento en que llegan los grabados japoneses a
occidente, léase Francia, fecha que yo no pondría antes de 1868, fecha en que
se rompe a cañonazo limpio el aislacionismo y el aislamiento nipón, está
Francia vive un momento febril en el mundo de las artes con cantidad de
movimientos agonizantes, incipientes y en plena madurez conviviendo más mal que
bien pero simultáneamente. Entre otros muchos nos interesan tres que van a
tratar el tema. El romanticismo ya en sus últimas manifestaciones pero de la
mano de uno de sus maestros, el gran Victor Hugo, tratará el tema del pulpo en
1866 en “Los trabajadores de la mar” como el enfrentamiento del hombre a la
naturaleza en su aspecto más brutal y grandioso –rasgo que es inequívocamente
romántico- en la pelea de su protagonista con un enorme pulpo.
Ilustración contemporánea de "Los trabajadores de la mar" de Víctor Hugo publicada en 1866
No está de más recordar que Verne publicará sus “20000
leguas de viaje submarino” entre el 69 y el 70.
Otro movimiento, este sí en plena eclosión, es el Simbolismo, corriente
que se está constantemente redibujando y redefiniendo tanto en tiempo como en
característicasen los estudios actuales dando paso a autores malditos que antes
ni siquiera se mencionaban y abriendo el abanico a muchas más posibles
interpretaciones de obras “peculiares”, la lista de simbolistas sería
larguísima y seguro que incompleta y muy cuestionable pero nos interesa más que
los nombres la idea de querer representar la “angustia del mundo” y como parte
esencial de esa angustia estaba el sexo, causa no sólo de condenación moral
sino, y sobre todo, sanitaria. La sífilis hacía estragos en una sociedad cada
vez más alejada de los tradicionales frenos de la religión sobre estos temas
con lo que se recurren a frenos pretendidamente científicos, apareciendo ideas
tan peregrinas como que “el hecho de que la mujer sienta placer sexual indica
que existe en ella una naturaleza criminal” y cosas de este jaez, la mujer pasa
a ser tentación mortal, angustiosa y asexuada por definición. Cualquier
insinuación sexual o que pudiera ser interpretada como tal era eso: criminal.
El enigmático y casi maldito Felicien Rops (1833-1898) dejó en este dibujo una
expresión de la angustia que genera y vive la sociedad de la época con una
mujer que tienta y teme, que acaso esté convulsa de placer o debatiéndose hasta
la muerte, o… ambas cosas.
Felicien Rops "El pulpo"
Es esclarecedor que se retome en este momento el mito de las
sirenas, por ejemplo, la mujer destruyendo al hombre o entregándose a vicios
pecaminosos o mortales como si fuera esa su naturaleza, no es de extrañar que
Wilde escribiera su “Salomé” (personaje icónico del siglo) en 1891. Un ejemplo
que apenas se nos aleja es esta “Istar” de Fernand Khnpoff (1858-1921) en que
vemos a una mujer se supone que martirizada por una cabeza que recuerda a
Medusa pero en la que las serpientes se han convertido en tentáculos que abren
y penetran su cuerpo no precisamente por los caminos habituales y, sin embargo,
la expresión –oficialmente en la época está muerta- nos dice otras cosas.
Fernand Khnpoff "Istar"
Por último un tercer movimiento es el modernismo o Art
Nouveau con su amor por las formas pseudobiológicas, sus bibelots a veces
decadentes, por las curvas, por la decoración, por la “línea latigazo”. ¿Hay
algo más curvo, dúctil y capaz de crear esa célebre “línea latigazo” que el
tentáculo de un pulpo?, ¿hay algo más sinuoso que el juego de curvas femeninas
y cefalolpódicas en una fusión más o menos íntima?
Ejemplo de la "línea latigazo" o "línea látigo"
Auguste Ledrú: "La presa" 1895
Además, el Art Nouveay renovó todo el campo de la joyería
con la aparición de elementos e incluso diseños directamente tomados del Japón.
Así aparecen libélulas, por ejemplo, en las solapas de las damas bien de la
época. Pues aquí también aparece más o menos ocasionalmente la forma tentacular
y sinuosa del pulpo y, más aún, escenas como esta que pertenece a un colgante.
Louis Aucoc: colgante o broche.
En el fondo hay un sustrato que, en la mente del burgués
reprimido y asustado del XIX, equipara al pulpo, monstruo que arrastra al
hombre al abismo con la mujer-sirena que hace lo mismo acabando con su salud y
con su espíritu. Así se planta la semilla de un concepto peculiar que tardará
en aparecer plásticamente: la mujer-pulpo.
“Y viendo que era muy largo Scherezade dejó de teclear
discretamente”
Me encanta tu pulp fiction.
ResponderEliminarUn abrazo
Chasgracias, espero acabarlo pronto por que me estoy aficionando a esto de los cefalópodos, especialmente en bocata, y nunca había pensado en el erotismo del bocadillo de calamares.
EliminarUn abrazo