Una cena de Navidad de Elf Goblin
Tenía este relato elaborado desde hace tiempo pero sin mecanografiar. Coincide que acabo de teclearlo con Nochevija y no quiero alejarlo más de la Navidad. Antes de empezarlo:
Elena ha encendido
las luces del árbol, alegres, excesivas, chillonas; también las del Nacimiento,
este año ha comprado unas ocas y una noria para el río. Hay espacio para muchas
cosas en el tablero que ocupa medio salón ahora que nadie va a cenar con ella.
Ahora toca preparar la cena. No será cosa de mucho. Sobre la bandeja de laca
negra extiende un mantelito de encaje, un bajoplato rojo, plato de porcelana
con una orla pintada con ramas de acebo trenzadas y estrellas y el filo dorado.
El fondo aparece decorado con el tópico y típico paisaje navideño de nieve,
trineos y demás. Copa y jarra de cristal fino, tallado con roleos y pámpanos.
Para beber cristalina agua en cristal de La Granja, para comer una delicatesen.
Sobre un lecho de rebanada de pan de molde cortado en perfecto cuadrado, dos
lonchas de fiambre de pavo al aroma de un bote de pecaminosa y festiva mayonesa
¡que un día es un día! En una primorosa cajita de esmalte junto a la copa de
agua, las pastillas, menos las gotas para el corazón “cinco, eh, nada más que
cinco” que no hay manera de quitarles lo prosaico de su caja de cartón y el
frasco marrón. Cubiertos de plata y a la mesita junto al sofá a la sombra de
una flor de Pascua.
Toca
arreglarse. Vestido recto, un Channel, por supuesto, dorado con manga tres
cuartos, varias pulseras de oro. Peina sus cabellos entrecanos, tempranamente
encanecidos, en un moño a la griega, pendientes largos y finos, con lo largo de
su cuello y los kilos que ha perdido se los puede volver a permitir. Un toque
de rouge en las mejillas, suave pero suficiente, y otro algo más contundente en
el rojo de los labios, un golpe de perfume y el detalle final: los Manolos.
Dorados, de corte falsamente clásico, hay algo de vanguardista en el diseño, y
tacones de vértigo como siempre. “Sin bragas y sin tacones, no vayas de
celebraciones” decía su abuela. El
espejo le devuelve la imagen de una
mujer ajada pero aun hermosa, un difuminado de lo que fue belleza, y
sola. No. No va a caer en esa trampa, ya está bien de tropezar dos veces en la
misma piedra. Sí, está sola, su familia ha muerto o la ignora. Claro que tiene
amigos pero Nochebuena es para la familia y, al fin y al cabo, siempre irá
detrás de un “después de”. Es lo normal, por eso no ha aceptado un par de
invitaciones de amigos y por eso no se va a dejar llevar a esa trampa. Se deja
caer en la chaise longue con cierto espíritu glamuroso y burlón. Lo que lleva
peor en situaciones como esta es comer (cenar en este caso) sola y en silencio,
aun no está tan loca como para hablar sola, piensa. Para eso se inventó la
tecnología, vuelve a pensar, que siempre ofrece solución para esto. Discutir
con la televisión tiene la ventaja de que ni te contradice ni argumenta ni se
ofende por salvaje que sea el insulto que se le dirija. En una cadena emiten un
concierto de villancicos corales y
alemanes, no sabe qué es peor, cuando quiera dormirse se irá a la cama, no
necesita un montón de niños rubicundos entonando cantos no por magníficos menos
somníferos. Recorre las posibilidades y lo que resulta menos ofensivo para su
inteligencia es un informativo que va desgranando, estupideces y mentiras con
la indiferente desfachatez habitual mientras ella da cuenta de su sanísima cena
y luego de las pastillas de la cajita de esmalte. De la casa contigua llega
rumor de las conversaciones a una cena familiar, de la calle los estampidos de
algunos petardos y las luces de su Nacimiento parecen brillar más. Quizás su
sonrisa se un poco triste pero ¿Quién no la tiene en Nochebuena?. Abre la caja
de las pastillas para el corazón, unas cápsulas enormes. Tararea aquello de “corazón
de melón de melón de melón, melón, melón”. La televisión sigue con su rutina
implacable.
-Aparece en un contenedor el cuerpo
de un recién nacido con huellas de hipotermia y malos tratos. En dicho colegio
el profesor de gimnasia había abusado de un mínimo de treinta muchachos en dos
años. La foto que ha dado la vuelta al mundo por las redes es la de este hombre
rodeado de cabezas decapitadas por él mismo. Dos niñas de doce y siete años son
obligadas por sus padres a inmolarse con un cinturón de explosivos. En un
chalet de las afueras de la ciudad se ha descubierto a una joven que llevaba
encerrada en el sótano doce años, también en el sótano han aparecido dos
cadáveres de niños al parecer hijos de la joven y del hombre que la mantenía
encerrada que resultó ser su padre. Un hombre ha sido detenido por estar
celebrando la muerte de un bebé junto a sus padres en la en la escaramuza que
tuvo lugar ayer en –en pantalla una llorosa anciana muestra una fotografía de
los jóvenes padres orgullosa de su pequeño cuya muerte alguien ha celebrado.
Una
tras otra traga con pequeños sorbos de agua todas las cápsulas de la caja, la
del colesterol, la de la tensión, la otra de la tensión, el relajante. Apaga
las velas para evitar riesgos y se acomoda, No está dispuesta a seguir formando
parte de un mundo en el que se celebra la muerte de un niño. Fija la mirada en
el otro, el del pesebre, y se deja ir serena y segura por fin de lo que hace.
Además es tan fácil y una de las ventajas de vivir sola.
Llena
de agua la copa de cristal tallado, vacía el frasco de las gotas, mira de nuevo
al niño del pesebre, levanta la copa en un solitario brindis y la bebe de un
trago.
Uf, Joaquín. En fin, que tengas una muy feliz entrada de año. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarTambién te deseo un año espléndido pero no tengo muy claro como interpretar lo de "uf" jejeje
ResponderEliminarUn abrazo
Bueno, ya está, ya ha pasado todo y, al menos nosotros, hemos sobrevivido. Con no ir a la cabalgata de Reyes por si nos gasean, todo arreglado.
ResponderEliminar¡Qué no decaiga!
Un abrazo
No ha pasado tood, quedan Reyes. Para mí la más bonita de las fiestas
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